Años después...
Max Parker
Me doy media vuelta para seguir durmiendo mientras el despertador no suena, aprovechando unos minutos libres antes de ir al trabajo. Me refugio entre las mantas por el dichoso frío que hace. Claro, ya llegó el invierno.
Oigo algunos ruidos en el exterior de la habitación. Stella ya se habrá levantado para preparar a la enana que tengo por hija al colegio. Yo, en cambio, sigo disfrutando plácidamente aquí, en mi cama. Descansando unos minutos más.
—No despiertes a tu padre —escucho la voz de Stella en la lejanía.
No hay ninguna respuesta por parte de la pequeña. Sé que eso no es bueno. Entreabro mis ojos, cegado por la luz que entra por las ventanas y veo a una pequeña figura delante de mí. Su cabello está echado hacia delante, simulando no tener rostro. Además, es de color negro, como la niña de la curva. Sé que intenta darme un susto porque la conozco como si fuera yo quien la hubiese parido. Entró de manera silenciosa, esperó a que abriera los ojos y todo, para gritar:
—¡Papá despierta! —dice con su chillona voz.
—¡Pareces la puta niña de la curva! —grito, asustado por verla nada más despertar.
—¡Has dicho puta!
Oh, mierda. Stella va a matarme.
—¡No lo repitas que tu madre me mata! —trato de silenciar a la cría que tengo frente a mí.
Ella se ríe, apartando todo su cabello de la cara. Al fin deja ver esos ojos azules, que contrastan bien por la palidez de su piel. Observo una pequeña cicatriz en la ceja izquierda, que ni ella sabe cómo se la hizo.
—¿Pero puta no es una profesión? —pregunta, curiosa.
—Prostituta, es más formal —le informo, notando como un lado de la cama se hunde—. ¿Ya te duchaste?
—Sí.
—¿Desayunaste?
—Mamá está en ello —dice, sonriente—. ¿Cuándo te piensas levantar, puta?
—¡Que no digas nada! —la regaño, pero veo como se ríe con maldad.
Ojalá tuviera el botón de mute para silenciarla.
—¿Qué me das a cambio? —cuestiona ella, chantajeando a su propio padre.
No es lista ni nada.
—¿Qué quieres? —pregunto directamente.
—Galletas saladas con chocolate —frunzo el ceño—. Las que mamá me prohibió porque me vicié a ellas —explica.
—Ah, están escondidas en un armario de la cocina. Si no le dices nada a tu madre, te las doy a escondidas, ¿trato? —digo, apartando todas las mantas hacia un lado. Me incorporo en la cama, quedándome sentado al lado de Alice, alias la niña de la curva.
Alice me mira con los ojos muy abiertos, observando lo azules que son. Para tener ocho años ya es bastante madura para su edad. Ella sabe que no es nuestra hija biológica y que la adoptamos, en parte porque ingresó al orfanato con cuatro años. Le tuvimos que explicar algunas cosas que el orfanato se había callado. Por ejemplo, que su verdadera madre biológica había muerto por sobredosis y que, de su padre, nadie sabía nada. Apenas se acordaba de ellos, así que le dio muy poca importancia.
De todos los niños que había, nos llamó la atención Alice. Tuvo algo que destacó entre todos los demás. Tal vez fuera ese carácter similar al nuestro, o que a pesar de las condiciones en las que estaba, era feliz. Sé perfectamente lo que se siente estar en un lugar como ese. Pasé once años en un orfanato. Yendo de familia en familia, hasta encontrar un lugar fijo donde quedarme.
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Max y Stella ✓
Novela JuvenilNo son el prototipo de pareja perfecta. Tampoco buscan serlo. Son dos personas que tan solo quieren un poco de paz el uno en el otro. Pero esa palabra, «paz» no parece estar en su vida cuando tienen que enfrentarse a un caso de asesinato siendo unos...