Stella Baker
Un sonido me despierta en la noche, abro los ojos y no veo nada. Mi habitación está en plena oscuridad, no entra ni un rayo de luz de ningún sitio. Me incorporo en el colchón sin hacer mucho ruido, hasta estar sentada del todo, apoyando mi espalda en el cabecero de la cama.
No sé si encender la luz o no, porque si hay alguien en casa, sabría que estoy despierta. Eso no me conviene. Quizás y fueron paranoias mías, además, tengo seguridad abajo, ¿quién va a entrar sin que ellos lo vean? Lo único, un fantasma.
Pero escucho otro ruido, fuera de mi habitación. ¿Qué pasa ahora? Aparto las mantas con las que estoy tapada hacia un lado de la cama. Pongo mis pies en el suelo y busco mis zapatillas, ¿dónde están? No veo una mierda y no voy a encender la luz para que me descubra quien quiera que está detrás de la puerta. Al fin las encuentro, decidiéndome levantarme de la cama.
¿Plan? Salir de mi habitación y enfrentarme a lo que esté ahí fuera, esperándome. Busco algo en mi mesilla de noche para defenderme, pero lo único que encuentro es la lámpara, un libro y mi móvil. Pues le tiro la lámpara a la cabeza, lo tengo decidido. La desenchufo del enchufe y me la llevo en la mano, para defenderme.
Camino lentamente hacia la puerta de la habitación, sin hacer ningún ruido. Toco la puerta buscando dónde está el pomo y pongo mi mano sobre él. Mi corazón late en el pecho con rapidez, asustado. Allá voy.
Giro el pomo con rapidez y enciendo la luz del salón, queriendo pillar desprevenida a la persona que entró. Inspecciono toda la estancia, pero parece no haber nadie. Cierro la puerta de mi habitación y camino por todo el piso, en busca de ese intruso. Quizás no haya nadie, quizás fue mi imaginación que ya me está jugando malas pasadas.
Echo un vistazo detrás del sofá, en la cocina, en el baño y... nadie. Pero lo más escalofriante es que la puerta principal está abierta de par en par.
Hay alguien y lo siento detrás de mí. Escucho unos pasos lentos y sigilosos, pero estoy paralizada, sin saber qué hacer. Agarro con fuerza la lámpara que sostengo en mi mano y cuando me voy a girar, una mano cubre mi boca y la otra agarra mi cintura, inmovilizándome.
—Quieta, Stella —me advierte, susurrándome al oído—. Vas a escucharme, quieras o no.
Me remuevo contra su pecho, buscando zafarme de su agarre. Es más fuerte que yo, también más alto, eso le da mucha ventaja. Dejo caer la lámpara al suelo, sabiendo que no lograré nada con ella. Paro de luchar, reuniendo fuerzas para luego.
—¿Me prometes que vas a estar callada y que no vas a gritar? —pregunta Andrés.
Asiento con la cabeza. Él quita su mano de mi boca y me libera al fin. Tengo dos opciones: escucharle o correr. Aunque me decanto por la segunda, sé que me tropezaría en las escaleras nada más huir y que Andrés, me acabaría atrapando. Me ahorro todo ese viaje, decidiendo escucharlo.
—¿No te das cuenta de nada? —pregunta él de pronto. Veo que está desarmado, dudo que vaya a matarme—. Raven te manipuló, como siempre hizo. No fui yo quien mató a Jaden, no fui yo el de los anónimos. Date cuenta de una puta vez. No me merezco tu desprecio.
—Seas o no el de los anónimos estoy segura de que sabías cual era el plan. Separarme de Max, como siempre has deseado, ¿no es así? Enviando ese anónimo, fueras tú, fuera Raven, habías logrado que yo saliera contigo para dañar a Max.
—¡No sé de qué hablas! —dice él, frustrado—. No tengo ni puta idea de qué anónimos estáis hablando. Sí, quería separarte de Max al principio, pero luego ya me rendí al saber que no haría nada —suspira y se pasa una de sus manos por su cabello castaño—. Y lo de los anónimos en parte me importa una mierda, ¿pero asesinar a Jaden?
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Max y Stella ✓
Dla nastolatkówNo son el prototipo de pareja perfecta. Tampoco buscan serlo. Son dos personas que tan solo quieren un poco de paz el uno en el otro. Pero esa palabra, «paz» no parece estar en su vida cuando tienen que enfrentarse a un caso de asesinato siendo unos...