Stella Baker
¿Conocéis la frase de: «las apariencias engañan»? Eso es lo primero que se me viene a la mente al ver la mansión que tiene Maddy. Porque ella no parece una de esas ricas como Julie, quien te demuestra todo el dinero que ella tiene —en realidad, ella no tiene una mierda, todo es de su padre—. Como iba diciendo, la casa de Maddy por fuera, es muy grande. Tiene varios jardines y hasta empleados del hogar. Como el jardinero, que me acaba de saludar nada más llegar.
Pulso el timbre un par de veces, informándole de mi presencia aquí. Ella no tarda en abrirme la puerta, sabiendo que acabo de llegar. Se ha arreglado un poco. Viste la misma ropa que en la universidad, pero se maquilló. Sus labios están cubiertos por un pintalabios de color rosa. Sus párpados por una sombra oscura, destacando sus ojos cafés. Sonrío al verla, no solo porque está guapa, sino porque me recibe con una amable sonrisa en sus labios.
—Entra, mis padres acaban de salir —informa, haciéndose a un lado.
Avanzo por su lado, asombrada por la casa que tiene. Por fuera impresiona, pero por dentro... simplemente: guao. La casa en sí, es semejante a la de Andrés. Tiene un segundo piso donde se hallarán baños y habitaciones. Tal vez haya unas escaleras para subir al desván. Pero el salón, es lo bastante amplio para hacer una buena fiesta con unas cuantas personas.
—Bonita casa —comento, sincera.
Me detengo en la estantería, viendo los títulos de los libros que hay en ella. No conozco ninguno, deben de ser libros antiguos que leyeron sus padres. Me fijo también en algunas fotografías que hay frente a los libros. Son de Maddy cuando era más pequeña, acompañada de sus padres. Pero una me llama la atención, ella no está tan solo con sus padres, sino acompañada con otro niño de su edad. Deduzco que debe ser el primo que estaba con ella en la fiesta.
Desvío la mirada hacia un piano.
—¿Sabes tocarlo? —pregunto, curiosa.
—Sí, desde pequeña —admite—. ¿Quieres algo de tomar? ¿Un agua? ¿Un refresco? —ofrece.
—No, gracias —rechazo con amabilidad—. Me dijeron que estudias derecho penal —comento, sentándome en uno de los sofás que hay en el salón.
Maddy también toma asiento en el sofá, justo a mi lado.
—Sí. No fue tan decisión mía —admite, soltando un suspiro—. Mi madre insistió mucho en ello, ya que es una carrera con muchas salidas. No es que me guste, pero tampoco me desagrada. Si tuviera que elegir otra carrera, lo haría. Pero mis padres ponen el dinero y tengo que hacer lo que ellos digan, por mi bien.
—Siento que tengas unos padres así —digo, sincera—. Los míos también me pagan la universidad, pero me dieron a elegir la carrera que me gusta. Cada padre es un mundo, supongo —me encojo de hombros.
—Sí que lo es —murmura, dirigiendo la mirada hasta sus manos—. Yo tan solo quería ser una pianista profesional y vivir de ese sueño que tengo —desvía su mirada hasta el piano que hay en el salón—. En mi tiempo libre lo sigo tocando, pero es muy de vez en cuando. Digamos que mi madre ejerce una gran presión en mí para que sea como ella. Una importante abogada.
Sonrío con tristeza.
—A veces los padres no tienen razón. Por suerte los míos me apoyaron con todo y son geniales... pero es verdad que hay algunos que son más estrictos.
«Tus padres son tan geniales que provocaron muchas inseguridades en ti. Hacían chistes y burlas por tu físico hace años. No te apoyaron al cien por cien con lo que le pasó a Jaden, un día, sin más, te dijeron que debías de superarlo de una vez. Te pagaban la psicóloga para que no les dieras más dolores de cabeza con lo que te pasó. Tu madre apenas te hacía caso, pasaba poco tiempo por casa y cuando estaba, ni siquiera te preguntaba cómo te había ido el día. Tu padre, se pasaba el día en el trabajo y no sabía prestarle atención a su única hija, quien sufría en silencio para no preocupar ni molestar. Ambos dos se pasaban el día discutiendo por cualquier tontería y a la mínima, te echaban toda la culpa a ti. Sigue ciega con que tenías unos buenos padres, pero sabes que no era así. Por eso te independizaste tan pronto.»
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Max y Stella ✓
Ficțiune adolescențiNo son el prototipo de pareja perfecta. Tampoco buscan serlo. Son dos personas que tan solo quieren un poco de paz el uno en el otro. Pero esa palabra, «paz» no parece estar en su vida cuando tienen que enfrentarse a un caso de asesinato siendo unos...