CAPÍTULO XIX

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Aprecié como mi jugo era vertido sobre el uniforme de psiquiátrico de alguien, creando una mancha que de inmediato comenzó a expandirse por la tela del uniforme.

- ¿Qué haces imbécil? - hacia mí se giró una chica de estatura más pequeña que la mía, note algunos tatuajes pequeños en sus brazos, su pelo es negro recortado a la altura de sus hombros, una piel extremadamente blanca, sus labios cubiertos por un color negro brilloso y unos ojos de color noche, con algo de maquillaje oscuro debajo, tiene una onda un poco gótica. Ella se separaba el uniforme manchado de jugo de su piel, mirándome con una mirada intimidante.

-Disculpa yo no quería…- no me dejo ni terminar de hablar, agarró el jugo de su bandeja y me lo lanzó por completo encima de mi uniforme.
- ¿Qué pasa contigo? - solté la bandeja al suelo, al ver en las condiciones que estaba mi uniforme, al caer la bandeja hizo un estruendo contra el suelo llamando la atención de todas las personas que estaban en aquel comedor.

-solo mira como me has puesto-  mostraba la mancha que provocó mi jugo en su ropa.

-Te iba a pedir disculpas, pero me tiraste tu jugo - abrí mis manos, viendo como estaba la parte superior de mi uniforme.

-Chicos, Chicos cálmense, ¿Qué les sucede? - intervino una de las cocineras.

-El imbécil este que hecho su jugo en mi uniforme- me miraba de una manera asesina.

-seguro que yo quise echarte es jugo arriba, prefiero tomármelo, que desperdiciarlo contigo- comenzaba a colmarme la paciencia esa chica.

-Ya basta – hizo un gesto con las manos la cocinera indicando que nos calláramos
-vallan a sus cuartos, cámbiense y vengan a desayunar- señaló la puerta de salida del comedor.

Primero salió la chica de estilo gótico delante con un caminado rápido cerró la puerta del comedor de un tirón.
-resoplé- salí hacia mi dormitorio a cambiarme.   
Cuando regresé al comedor está vacío por completo, solamente esta esa chica molesta terminado de desayunar, tomé mi bandeja sentándome lo más lejos que pude de ella.
Mientras desayunaba en paz pude ver como la misma cocinera que nos regañó por el incidente del desayuno hablaba con esa chica, volví a centrarme en el desayuno, no me interesa saber de qué hablan ellas dos.

-Oye chico nuevo- sentí como tocan mi hombro

Levanté la mirada, era la misma cocinera que había hablado con la chica, me miraba apoyando su codo en la punta de un mocho de limpiar.

-Dígame señora- no cambié la vista de mi desayuno

-Tú y Deborah –  ya sé el nombre de esa chica molesta. – me van a ayudar a limpiar esta parte del comedor-  Escuchar eso hizo que cambiara la vista hacia la cocinera -ustedes lo ensuciaron hoy- lanzó una sonrisa vengativa.

-Nosotros somos pacientes de aquí ¿Cómo la vamos a ayudar? - me tomó por sorpresa la noticia de esa señora.

-Los pacientes de esta parte del psiquiátrico están casi rehabilitados, así que termina para que tú y Deborah me ayuden – dio unos pasos para sentarse en una de las mesas a esperar por nosotros.

-Terminé con mi desayuno, llegué hasta la mesa donde estaba esa cocinera de pelo despeinado, en su cabello asomaban algunas canas, por encima de su uniforme tiene un delantal manchado con manchas de grasas y restos de alimentos.
Allí estaba Deborah también.

Bueno que hay que hacer – lancé una rápida mirada hacia esa pálida chica.

-Esta parte del comedor es chiquita, lo que tienen que hacer es algo sencillo, uno trepa las sillas para encima de las mesas y el otro pasa el trapeador por el suelo-

-Yo coloco las sillas encima de las mesas y tu pasas el trapeador- la miré en espera a su respuesta
-porque eres hombre y estas fuertes tienes que ser tú el que cargue las sillas- cruzó sus brazos sobre su pecho.

-Solo te lo decía para que fuera más rápido- que paciencia hay que tener con esa chica.

-Ya basta chicos, no se fajen más, el chico nuevo va a cargar las sillas
y tu- dijo señalando a Deborah – vas a pasar el trapeador- 

Comencé a subir las sillas, iba por la mitad de las mesas.

-He visto ancianos que suben esas sillas más rápido- su voz se escuchaba en tono de burla

Escuchar sus palabras me hizo detener lo que hacía por un momento. La miré fijamente, tengo que reconocer que esa chica me sacaba de quicio. Decidí mantenerme callado, solo quería terminar de subir esas sillas.

- ¿Ya me puedo ir? -  había terminado de subir todas las sillas.

-Si ya te puedes ir – dijo la cocinera señalando la puerta

-suerte con ese trapeador Deborah- comencé a caminar hacia la puerta.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - alzó considerablemente el tono de su voz.

Continué caminando de espaldas a ella, hice como si no la hubiera escuchado, me sentía feliz por una vez fui yo quien la molestó

El resto del día paso de una manera tranquila, no tuve más ningún otro incidente con esa molesta chica, solamente vi a Deborah a la hora de almuerzo y cena, sola sentada apartada de todos, esa chica se veía solitaria.

Ya había pasado la hora de salir de los dormitorios, la oscuridad reinaba en los pasillos de aquel sitio, yo permanecía acostado en mi cama mirando el techo, no tenía nada de sueño.
Sentí unos débiles golpes en la puerta de mi cuarto, al escuchar esos golpes sentí como una corriente eléctrica pasara por toda mi columna vertebral, bajé lentamente de mi cama dirigiéndome hasta la puerta, abrí la puerta con mucho cuidado.

- ¿Qué haces aquí? -   

Slenderman.

OBSERVADO [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora