Solía ser, para mí y para tí, un tintero de carne que dibujase en tu piel mis sentimientos en sangre, para que tus ojos comprendieran el sentido de mis palabras como las palabras que le di al sentido.
Perdí las palabras en el suelo, desparramadas sin saber cómo recogerlas. Usé la escoba para barrer cualquier rastro de sentido que aún hubiera escrito en las paredes, para no levantar la mirada y ver todo lo que había cambiado.
Cambié la sangre por sudor y el sudor por lágrimas, usé polvos, gasolina y cobre para seguir escribiendo, ya no en tu piel pero en algún lugar en el que reafirmar mi existencia, saber que seguía aquí aunque no fuese la misma de antes.
Creo que yo misma me dibujé un laberinto de acertijos imposibles de comprender, y comprendí que había dejado de comprenderme. Ya no me entendía, ya no sabía qué verdades había dejado en puerto y qué mentiras había recogido en el mar.
Hoy volví a escribir en sangre, no en la manera que te prometí que jamás haría, mi promesa sigue alzada en alta mar. Escribí en sangre porque es mi tinta, porque por mis venas corren las palabras que nunca parezco llegar a soltar. Escribí en tinta porque hace que me hierva la sangre y afloren las verdades.
Este lugar es de los pocos en los que realmente me encuentro, me asusta no acudir más a menudo, me asusta olvidarme del rincón de la casa dónde me dormía sin remordimientos.
Palabra tras palabra, me voy quedando sin sangre y sin tinta, acuciada por la nostalgia del ayer y las dudas del mañana. Tengo miedo a dejar de ser yo, tengo miedo de crecer demasiado rápido, tengo miedo de perderme en el laberinto y tengo miedo de quedarme sin tinta.Ayúdame a comprenderme.