Princesas

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- ¿Qué os gustaría ser de mayor?
Esta pregunta nos la han hecho muchas veces, pero empezábamos año nuevo y tocaba responder. Segundo de primaria, mi madre dice que me estoy haciendo muy mayor, supongo que eso es bueno, lo malo es que ahora nos mandan deberes.
La clase era bastante espaciosa, llena de dibujos y artefactos infantiles que dotaban de tanto colorido que no dejábamos de mirarlos.
Mis amigas contestaron cosas como: Yo seré modelo, yo maquilladora, yo diseñadora de moda. Y los chicos respondían lo de siempre: Futbolista, yo astronauta, yo domador de dinosaurios (a lo que todos reían)
Mi turno llegó y yo contesté lo que siempre contestaba, lo que siempre querría ser, y aunque se rieran y me señalaran mientras destrozaban mis sueños, yo siempre dije y diré lo mismo:
-Princesa.

La clase terminó y yo me alegré infinitamente. Cogí mi mochila rosa llena de princesas Disney y salí. Mientras me iba, varias chicas me miraban y reían.
-¡Hey tú! ¡La princesa!
Seguí caminando hacia delante.
-Se ve que es sorda. -Risas

Mi hermano Tate me esperaba fuera con los brazos abiertos, a lo que salí corriendo y me levantó dándome vueltas y vueltas. Casi me sentía como un ave, volando por el cielo y obteniendo una vista perfecta del reino.
-¿Cómo está mi princesa?
Me decía alegremente. Yo no dije nada.
Es mi hermano, y lo normal es que me conozca, conozca lo que siento con cada reacción, pero lo suyo más bien parecía un superpoder, le nombraré jefe del ejército de mi reino.
-¿Qué pasa Princesa?
Tardé un poco en contestarle, tensando los labios y esperando a que las lágrimas no salieran trás las burlas de esas chicas.
-No me gusta este colegio.
Tate suspiró.
-Ya te hemos cambiado muchas veces de cole. Y aquí solo llevas un día, ya verás como todo irá bien.
Susurraba mientras me apartaba unos rebeldes mechones del rostro y los depositaba trás las orejas.
-¿Confías en mí? - me preguntó con una tierna mirada.
Yo sonreí y grité: ¡Sí!
Tate me abrazó y me prometió que todo iría bien. Él jamás me mentía y yo le creía plenamente.

Tate condujo hasta casa. Abrimos la puerta y mamá nos recibió con un delantal y un gorro propio de chefs. Nos dió dos besos.

-¿Qué tal tú primer día en el cole amor?
Le di una mirada furtiva a Tate.
-Bien, todo bien, aunque solo llevo un día seguro que todo irá genial.
Mi hermano me sonrió y me cogió de la mano, nos fuimos a mi cuarto y cerramos la puerta. Mi cuarto era azul con una cama con sábanas rosas y un escritorio blanco, armarios con ropa y una estantería con muchos libros de princesas.
Tate cogió una tiara que había en el escritorio y me la puso en la cabeza.
-Oh mi princesa, es un placer estar a su servicio. -dijo con una voz sobreactuada.
-El placer es mio, fiel basallo. - cogí una barita mágica de plástico. -pero a partir de ahora, yo te nombro jefe del ejercito, para que siempre protegas el reino.
-Pero majestad, hay un monstruo al que jamás podremos dar caza.
-¿¡Cúal!?
-EL MONSTRUO DE LAS COSQUILLAS.
Mi hermano comenzó a tocarme la barriga y los pies haciéndome carcajear sonoramente, casi hasta quedarme sin aliento y rogando que parase.
Cuando dejó de hacerme cosquillas intenté recuperar el aliento y me tumbé en mi cama, Tate se tumbó a mi lado y yo me acurruqué a él.
Me dió un beso en la frente.
-Te amo mi princesa.
-Y yo a tí Tate.

&

-¡A cenar!
Mi padre, mi madre, Tate y yo nos sentamos en la mesa para cenar, esa noche había puré
-Daggh esto no es comida para una buena princesa, nosotras solo comemos manjares.
-Eso no es verdad, las princesas solo se hacen así de guapas si comen puré.-aseguró papá.
-¡Eso te lo has inventado!
-Cometeló y podrás tener helado de postre. - me chantajeó mama.
Yo solo suspiré mientras mi hermano reía. Cogí la cuchara y comí, imaginando que el puré era un helado mágico que me haría más guapa, pero hasta a mí me falta imaginación para eso.
Cuando me lo terminé mi helado vino cual oasis en un desierto. Era de nata con birutas de chocolate, lo comía lentamente, saboreándolo y deseando que inventaran un helado sin fín. Tate me miraba fijamente, bueno, no a mí, al helado.
Trás meditarlo mucho le dije
-Puedes probarlo, pero muy poquito, y aparte me deberás llevar a caballito cuando me canse.
Mi hermano rió y se acercó raudo a mi. Lamió el helado con su voraz y grande lengua.
-¡Eh! ¡He dicho que solo un poco!
Entonces cogió un poquito con el dedo y me lo puso en la nariz.
Yo te declaro helado de nata!

Estuvimos viendo un rato la tele y me entró sueño, me fui a dormir a mi cuarto. Al día siguiente fui al cole, y al otro, y al otro, todos los días se volvieron iguales, ya no se reían mucho de mi, salvo un día que se me ocurrió llevar la tiara a clase.
Nada más salir unas chicas me la cogieron y se la pasaban entre ellas, no me la devolvían y yo lloraba.
Dadme mi tiara!
Gritaba, era un regalo de Tate y no soportaba que me la quitaran. Trás un rato así terminaron por romperla.
Ellas se fueron riéndo y yo me quedé desolada, con la tiara entre mis manos y con lluvia en mis ojos.

-No necesitas una tiara para ser princesa.
Una voz me sorprendió y miré hacia todos lados, no veía a nadie.
-¡Aquí!
Entonces vi una graciosa ardilla con una pequeña espada en la mano y un sombrero en su cabeza.
Me quedé perpleja, ¿acaso soñaba?. Me pellizqué.
-Auch.
No, no lo era.
-¿Qué haces princesa?
Observé a la ardilla, me hablaba a mi.
-¿Quién eres?
-Mr. Tonson a su servicio majestad - dijo haciendo una reverencia. - el mejor de los espadachines del reino.
-Yo... pero, ¿qué reino?
El suyo princesa! Llevabamos tiempo esperándola. Venga venga, se lo enseñaré.
-Pero mi hermano me espera...
-¡No hay tiempo! ¡Vamos!
La ardilla salió corriendo en dirección a un bosque.

Noches despiertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora