Pensaba que al final vendrías.
Esta es una pieza algo complicada, a nivel físico como moral, y es que me cuesta escribir porque veo las teclas borrosas, porque por mucho que me limpie las lágrimas, aparecen nuevas que siguen sin dejarme ver de forma clara el teclado del ordenador. Me gustaría que parasen de caer, así como me gustaría que dejara de llover.
Jamás había dicho esto, jamás he odiado la lluvia, me encanta su olor, su sonido, los rayos, los truenos, me gusta todo lo que conlleva, días plagados de nubes negras vaticinando el fin de los rayos del sol, sin más preocupación pues que la de quedarse en casa leyendo un buen libro mientras el rítmico chapoteo de las gotas te ofrece la banda sonora perfecta.
Pero yo tenía mis obligaciones, como todos las tenemos, así que mi plan de estar contigo bajo el mismo techo y sobre la misma melodía tenía que esperar a que terminara las clases. No por ello desesperaba, pensé que nos encontraríamos en la calle, tú con un paraguas y yo incluso sin chaqueta (ya sabes como soy), y que me sonreirías bajo tus mechones de pelo mojado porque en Valencia nunca llueve recto, seamos sinceros. Pensaba que te encontraría y te abrazaría después de cinco días sin hacerlo, y que el paraguas se nos caería y nos mojaríamos pero tampoco nos importaría, a mí no me importa mojarme bajo la lluvia si es por verte. Pensé que nos saludaríamos riendo, porque cada vez que llueve yo no dejo de reírme, a ese nivel llega mi amor por la lluvia, me hace feliz, estos días de gritos eléctricos siempre me han hecho feliz (tengo que parar un momento, no veo bien las teclas). Pensé que estaríamos juntos e incluso imaginé que a ti también te gustaría la lluvia.
Pero no es así.
Odias la lluvia, me lo has dejado muy claro. Esta mañana te pilló en la calle y no la saludaste como era debido, no corriste hacia tu destino y te reiste después. No llegaste a casa feliz y contento de poder ponerte tu ropa más calentita, solo pensabas en que estabas mojado. Y yo mientras los demás se refugiaban en sus paraguas, me planté sin chaqueta, capucha ni tristeza en las calles con charcos por espejos, y cuando creí que pronto vendrías a verme, me dijiste que no merecía la pena mojarse.
No se si me molesta más lo poco que quieres verme o lo poco que te emociona la lluvia. Mojarse es reirte y correr por la calle, sabiendo que llegaras a casa a tiempo para cambiarte y tomarte un café ardiendo que te causará escalofríos de placer. No quieres esas sensaciones al igual que no te importo lo suficiente como para vivirlas.
Ahora me arrepiento de no haber querido que llueva.