Capítulo 5

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El fin de semana se acabó y yo sentí que mi tiempo con Samuel se escurrió entre mis dedos como un montón de arena

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El fin de semana se acabó y yo sentí que mi tiempo con Samuel se escurrió entre mis dedos como un montón de arena. Nunca estaba listo para verlo marcharse; me sentía igual de triste que la primera vez. Mi amor por Samuel me hizo aceptar sin dudar ni un momento el seguir nuestra relación a distancia, pero obviamente, aquella fue la decisión de un chico de dieciocho años perdidamente enamorado que no tenía ni idea de lo que estaba a punto de enfrentarse. Obviamente no me arrepentía, pero sí que sufría. En ocasiones me resultaba muy difícil despedirme de él y esperar hasta la próxima vez que pudiera venir a verme.

Cuando entré en la habitación, la sensación de vacío me golpeó como una bofetada en la cara. La cama todavía seguía revuelta y la frazada donde durmió Tessa estaba allí, en un rinconcito. Me senté en el borde y acaricié la almohada. Fue entonces que noté un pequeño papel doblado sobre mi mesa de noche, con un mensaje escrito en braille. Pasé las yemas de los dedos por encima del papel, y no pude evitar sentir ganas de llorar.

"Te amo".

Aquellas dos palabras tan simples conseguían llevarme hasta el cielo y también ponerme demasiado melancólico.

Me tumbé boca arriba en la cama, con el mensaje de Samuel entre las manos. Cerré los ojos y los cubrí con mi antebrazo. Detestaba sentirme así.

. . .

Me desperté con un dolor de cabeza espantoso cerca de las tres de la tarde. Me senté en la cama, frotándome las sienes, aún medio adormilado. La pantalla de mi teléfono mostraba varios mensajes de Samuel. Lo tomé entre las manos y cuando estaba a punto de escuchar sus audios, recordé que era lunes, y que los lunes me tocaba clase a las cuatro.

A esas alturas ya me había puesto de mal humor. Ni siquiera había almorzado, tuve una siesta terrible y encima estaba llegando tarde a clase. Y de paso, recordé que estaba deprimido porque Samuel se había marchado otra vez.

Así solían ser mis lunes cada vez que él se iba. Desastrozos, caóticos y deprimentes.

"Llegué a la residencia. Mi nuevo amigo fue el primero en recibirme. Creo que se sintió un poco solo sin mí".

Escuché los audios de Samuel mientras iba en el bus, camino a la universidad.

Creo que no le agradó saber que tenía novio. me preguntó: ¿Tienes novio? de una forma muy extraña, como sorprendido y espantado, ¿sabes? Todavía no me creo que la gente reaccione de esa manera en pleno siglo veintiuno.

Sonreí. Su voz hizo que mi día de porquería mejorara un poco.

Se llama Boris. ¿Crees que es un nombre sonóricamente heterosexual? Quiero decir, nadie que se llame Boris puede venir a chasquearme la lengua cuando le digo que tengo novio, es que no tiene sentido. Te extraño un montón, por un momento me dieron ganas de decirle a mis padres que pegaran la vuelta para quedarme toda la semana contigo. ¿Encontraste mi nota?

Apreté el ícono de audio que estaba junto al espacio de texto para contestarle.

—Lamento contestar tan tarde. Cuando te fuiste me dio el bajón y me quedé dormido. Estoy llegando en hora a mis clases. Dile a tu amigo Boris lo que me dijiste sobre su nombre si llega a hacerte algún mal comentario —dije entre risas—. Yo también te extraño. Y sí, encontré tu nota. La guardé en el estuche de mi teléfono para llevarla siempre conmigo.

Bajé en mi parada y llegué a la universidad prácticamente a las corridas. Lo único que quería era regresar a mi casa y dormir durante el resto del día, pero no podía permitirme decaer, porque sabía que la subida iba a ser mucho más difícil.

Estuve hecho un zombie durante todas las clases, hasta que la vida se apiadó de mí y por fin me tocó regresar a casa. Mi madre me estaba esperando con mi comida favorita, según ella, para levantarme el ánimo. No pude rechazar su oferta de cenar los tres juntos aunque no tuviese muchos ánimos.

Cuando por fin regresé al refugio de mi habitación, disqué el número de Samuel.

—¿Cómo te sientes?

Escuchar su voz antes de dormir me hacía mucho bien.

—Ya sabes, estoy en modo drama. Mañana me voy a sentir mucho mejor. Siempre me pasa lo mismo cada vez que te vas; ando deprimido por la vida durante todo ese día, y al día siguiente me pongo un poco más optimista.

—Es normal ponerse en modo drama, a mí también me pasa. ¿Ya te estabas por acostar?

Me tiré en la cama —aún desordenada—, con el teléfono contra la oreja. Aspiré con ganas, con la ilusión de que su aroma todavía estuviera impregnado en la almohada.

—Ya casi. No tengo ánimos ni para desvestirme.

—Los días pasan rápido, Eli. Si tú te deprimes yo me deprimo también. Y si estamos los dos deprimidos, ¿quién se supone que nos consuele? Uno de los dos tiene que estar medianamente bien para contener al otro.

Me reí sin ganas.

—¿Qué pasó con tu amigo Boris?

—Lo perdí de vista.

Hubo un silencio incómodo antes de que ambos soltáramos una carcajada. Samuel siempre conseguía hacerme reír aunque estuviera en baja.

—Eres un tonto, Samuel Colman.

—Y tú eres más tonto que yo por reírte de mis chistes malos, Elías Salazar. 

 

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La subjetividad de la bellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora