—Quiero pedirles una disculpa, y decirles que estoy dispuesto a comprometerme a pagarles la deuda. Trabajaré y les pagaré hasta el último centavo.
Mi madre fue la primera en ponerse de pie para ir a darle un abrazo a Samuel. Lo estrujó contra su pecho, luego le dio un beso en la mejilla.
—Oh, mi cielo. Eso es tan dulce y tan honesto de tu parte. Te agradecemos muchísimo el gesto, pero no podemos aceptarlo. Tú debes seguir estudiando y preocupándote por tu futuro. Además ustedes son parte de nuestra familia.
Samuel decidió por cuenta propia sentarse con mis padres a charlar. Me dijo que sentía la necesidad de ofrecerles una disculpa y hacerles saber que estaba dispuesto a pagarles. Yo sabía de sobra que mis padres no aceptarían un centavo, pero dejé que Samuel se sacara ese peso de encima, y una vez más nos demostró que era una preciosa persona.
Como era de esperarse, también tomó la decisión de dejar la residencia, y no hubo nada que pudiéramos decirle que lo hiciera cambiar de opinión. Aprovecharía lo que le quedaba del último mes, porque ya estaba pago. Arreglaría algunas cosas en la universidad, y regresaría a casa de sus padres. Me habló de dar algunas materias en línea, pero con su discapacidad le resultaría un poco más complicado que al resto. Principalmente por el material de estudio, entre otras cosas. Por supuesto, a todos nos dolió su decisión, pero esta vez preferimos no intervenir en ella.
Luego de la emotiva charla con mis padres, asumí que necesitaba respirar un poco, así que lo invité a dar una vuelta, y de paso sacar a pasear a Tessa.
—Entonces... Mis padres van a divorciarse.
Lo miré de reojo. Sabía que quería hablar del tema, pero probablemente no encontraba la manera correcta de tocarlo. Yo tampoco me animaba, porque sabía que probablemente a él le estaba afectando mucho más de lo que demostraba.
—¿Hablaste con ellos?
—Noup. —Infló las mejillas—. No quiero tocar el tema. Imagino que para ellos debe ser algo difícil. Yo si fuera ellos no querría hablarlo con mi hijo.
—Yo pienso que no es que en realidad quieran divorciarse. La situación los superó y los dos explotaron de la manera equivocada, es todo.
—Cuando mi madre lo gritó parecía bastante decidida.
—Sí, bueno, uno cuando está enojado dice muchas cosas, pero no quiere decir que todo es cierto. Creo que ahora que tú te enteraste de todo, van a estar un poquito más relajados.
Castañeó los dientes, pensativo. No imaginaba todo lo que pasaba por su cabeza en ese momento. Para él tampoco estaba siendo sencillo de asimilar, pude verlo en su rostro.
—Sam. —Lo sostuve del brazo y me paré frente a él para detenerlo—. Habla conmigo, exprésate. No quiero tener que adivinar qué es lo que te pasa por la cabeza. Si quieres decir algo, maldecir, o simplemente llorar sobre mi hombro puedes hacerlo. Yo estoy para ti.
Él solo se mordió el labio y bajó la cabeza. Lo escuché soltar un suspiro pesado y cuando alzó el rostro, sus ojos estaban inundados en lágrimas. Se estaba aguantando. Probablemente porque a pesar de la cantidad de veces que le dijimos que no era una carga, él seguía sintiéndose una, y no quería seguir preocupándonos con sus angustias. Así era Samuel.
Me acerqué a él y lo abracé. Él apoyó la frente en mi hombro y lloró en silencio durante un rato. Yo solo lo sostuve. Sobé su espalda y su cabeza hasta que estuvo un poco más calmado.
—Habla con tus papás. Sincérate con ellos y cuéntales cómo te sientes.
—No quiero que ellos sigan juntos por obligación, solo porque yo no quiero que se divorcien —dijo entre llantos —. Quiero que sean felices.
—Si ellos realmente consideran que su matrimonio está roto, van a tomar la mejor decisión para ellos. Pero tú eres su hijo y creo que es bueno que les digas cómo te sientes al respecto. Si van a divorciarse van a decírtelo en algún momento. No seas testarudo, habla con ellos. Son tus papás, ¿no? Ustedes tres son un equipo, como mis papás y yo.
Dimos la vuelta manzana y decidimos regresar. Dejé a Samuel en la puerta de su casa de camino a la mía. Al menos lo convencí de hablar con ellos, y si las cosas resultaban muy desastrosas, estaría esperándolo para consolarlo.
No imaginaba lo duro que era para él tener que enfrentar una situación como esa. Yo ni siquiera podía pensar en la idea de ver a mis padres divorciados, es algo que nunca estás listo para afrontar.
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La subjetividad de la belleza
Novela JuvenilElías es tímido y solitario. Samuel es espontáneo, risueño y brutalmente honesto. Por azares del destino, estos dos chicos de quince años cruzan sus caminos cuando Samuel se convierte en el vecino de Elías. Juntos descubrirán la magia de la amistad...