—¿A dónde vamos?
Lo tomé por los hombros para guiarlo hacia la entrada de su casa. Nuestros amigos, mis papás y los suyos, estaban esperándonos adentro para darle la gran sorpresa.
—No seas impaciente, solo camina con cuidado.
Llegamos hasta el portal, lo ayudé a subir las escaleras, y cuando atravesó la puerta, el grito de todos al unísono le hizo pegar un salto.
—¡Feliz cumpleaños!
Lo tomé de la mano para guiarlo hasta los demás, y todos se acercaron para besarlo y abrazarlo. Samuel se veía súper feliz. Y estuvo mucho más feliz cuando escuchó la voz de Boris.
—Nunca me dijiste que hoy era tu cumpleaños, si Elías no me llama ni siquiera me entero.
Samuel solo se carcajeó, y buscó a su amigo para regalarle un abrazo.
—Iba a decírtelo.
—Por supuesto que sí —contestó Boris en tono burlesco.
Durante el resto de la velada, Samuel se la pasó conversando los chicos, y comiendolos muffins rellenos de chocolate con crema que preparó su mamá. Yo me encargué de servir las bebidas a los invitados y Johana hizo de DJ. Ella tenía más experiencia en esto de hacer fiestas, así que confié plenamente en su buen gusto musical, y desde luego, no me falló.
A la hora de cortar el pastel, cantamos el feliz cumpleaños, y luego Samuel pidió su deseo y apagó su velita.
En un momento de la noche, nos escabullimos un ratito a su habitación con la excusa de que iríamos a guardar los regalos, mientras los pocos invitados que quedaban seguían disfrutando de la fiesta.
—Hice esto para ti.
Tomé el cartel que hice para él y se lo entregué. Samuel lo desenrolló con entusiasmo. Al ser tan grande, tuvo que apoyarlo en el suelo para poder leerlo.
—Feliz cumpleaños, pequeño gigante —comenzó — gracias por hacerme tan feliz. Te amo. —Se puso de pie luego de enrollarlo. Extendió la mano para buscarme y yo la tomé entre las mías para besar sus dedos. Él sonreía—. Definitivamente tuviste el mejor maestro de braille del mundo.
—No seas presumido.
Se puso en puntillas de pies para besarme.
—Yo también te amo, Eli. La fiesta fue genial. Eres el mejor novio del mundo.
—Deja de decirme esas cosas, que me derrito. Bajemos antes de que Boris empiece a ponerse nervioso y acabe pegándole un bastonazo a tus invitados.
Samuel soltó una carcajada.
Cuando la fiesta terminó, mis papás y yo nos quedamos ayudando a los señores Colman a limpiar. Samuel conversaba animadamente con Boris, que parecía bastante más relajado que de costumbre.
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La subjetividad de la belleza
Genç KurguElías es tímido y solitario. Samuel es espontáneo, risueño y brutalmente honesto. Por azares del destino, estos dos chicos de quince años cruzan sus caminos cuando Samuel se convierte en el vecino de Elías. Juntos descubrirán la magia de la amistad...