El gran día por fin había llegado.
La señora Colman nos había dejado en la puerta de la casa de Johana pasadas las ocho de la noche, ya que no quisimos parecer desesperados y llegar a las ocho en punto.
Samuel sostenía mi brazo, con los nervios y la emoción plasmados en su rostro de niño. No había dejado de repetirme lo feliz que estaba por asistir a su primera fiesta conmigo.
atravesamos el camino de gravilla para tocar el timbre, y Johana no tardó mucho en salir a recibirnos, con esa calidez tan característica de ella.
Nos dio un abrazo y un beso en la mejilla a ambos, luego nos hizo pasar.
—Me alegra que estén aquí, pensé que otra vez no ibas a venir, Eli.
—¿Ella te invitó antes? —me susurró Samuel al oído con la sorpresa plasmada en su voz, mientras atravesábamos el pasillo que daba a la sala de estar, donde ya podía escucharse la música alta.
—Sí, cursamos juntos desde primero de secundaria y ella siempre invita a todos los del salón porque se lleva bien con todo el mundo. Pero yo nunca quise venir.
Llegamos a la sala y varios de nuestros compañeros estaban sentados en los sofás, bebiendo cerveza en vasos de plástico. Las puertas que daban al patio trasero estaban abiertas de par en par, y a través de ellas pude ver la enorme piscina. A pesar del frío, algunos de los chicos se habían sentado en las reposeras que estaban en el borde.
—Siéntanse como en su casa, cualquier cosa que necesiten me avisan —dijo Johana, ofreciéndonos un vaso a cada uno.
Samuel tomó el vaso y lo acercó hasta su nariz, luego dio un generoso trago e inmediatamente, hizo un gesto de asco. Asumí que esa era la primera vez que probaba cerveza.
—¿Cómo es la casa?
—Es... enorme. Tiene una sala que es como toda mi casa, más o menos. Hay cuatro sofás de cuero de color marrón, de dos cuerpos. Se ven bastante mullidos. Al centro hay una mesa ratona de madera con un cristal en el centro, se vería bonita si no estuviese llena de vasos. Luego hay una puerta corrediza que da al patio trasero y allí hay una piscina bastante grande, con varias reposeras en el borde.
—Wow, suena a que tiene dinero.
—Sí, los padres de Johana son empresarios y tienen mucho dinero. Me sorprende que ella no sea una creída, porque motivos para serlo le sobran. Ven, vamos a sentarnos en uno de los sofás que se acaba de quedar libre.
El ambiente festivo y el alcohol hizo parecer que éramos el grupo más unido de toda la secundaria. Incluso los chicos con los que había discutido Samuel se acercaron para charlar con nosotros, como si fuésemos amigos de toda la vida. Samuel se desenvolvía muy bien a diferencia de mí; aprendió sobre la marcha cómo seguir el hilo y poco a poco comenzó a parecerse a lo que él definiría como un "un adolescente normal".
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La subjetividad de la belleza
Teen FictionElías es tímido y solitario. Samuel es espontáneo, risueño y brutalmente honesto. Por azares del destino, estos dos chicos de quince años cruzan sus caminos cuando Samuel se convierte en el vecino de Elías. Juntos descubrirán la magia de la amistad...