—¡Samiiii!
Johana lo recibió con un abrazo apretado cuando nos vio entrar a clases.
Echaba de menos ir a buscarlo y que llegáramos juntos al instituto. Ver su pupitre vacío todos los días ya estaba empezando a deprimirme.
Admito que me puso muy feliz que la señora Colman confiara nuevamente en mí y me permitiera seguir acompañándolo. Samuel también estaba cumpliendo su promesa de no quejarse y eso también estaba bien para mí. Supongo que todo lo que pasó nos hizo madurar un poco más a ambos.
—¿Qué te había pasado? Estuvimos preguntándole a Eli por ti pero no nos supo decir nada. ¿Estás bien?
—Sí, solo tuve una gripe fuerte. Lamento haber arruinado tu fiesta, Johana. Me invitaste y acabé haciendo un desastre.
Ella chasqueó la lengua.
—Ay, olvídalo. No pasó nada. Lo importante es que tú estás bien. Me asusté un montón cuando no reaccionabas. El año que viene si todavía compartimos clase voy a volver a invitarte, pero esta vez voy a cercar la piscina —Rio—. Y voy a decirle a los chicos que no lleven cerveza. Cuando mis padres regresaron de su viaje me regañaron horrible porque encontraron las botellas vacías.
En medio de la conversación, Nathaly apareció detrás de Johana. Nos saludó a todos con la mano, pero a Samuel le dio un beso en la mejilla.
Tensé la mandíbula sin darme cuenta.
Antes de saber que ella estaba interesada en Samuel, incluso me caía bien. Ahora, su sola existencia me ponía de los nervios. Empecé a darle demasiadas vueltas al asunto, buscando motivos para detestarla, pero siempre acababa quedándome sin excusas. Yo sabía cuál era el verdadero y único motivo: ella le había arrebatado su primer beso a Samuel.
No es que Nathaly fuera mala chica, tampoco parecía querer burlarse de él. Se supone que yo como amigo tendría que alegrarme, pero no me sentía para nada contento. Tal vez estaba siendo egoísta, un mal amigo. Pero no tenía por qué fingir para sentirme mejor conmigo mismo. En el fondo sabía que la situación me caía como una patada en el hígado.
—Sam, ¿podemos hablar un momento?
Su voz se me hizo muy irritante. Por un momento tuve ganas de gritarle en la cara que a Samuel no le había gustado besarla, pero me contuve. No era asunto mío después de todo.
—Claro —contestó él en tono amable.
Ella lo tomó del brazo y lo sacó fuera del salón. Yo parecía una avestruz estirando el cuello para ver qué tan lejos se lo estaba llevando. Me la imaginé empujándolo por las escaleras o algo por el estilo y casi salgo corriendo detrás de ellos.
—Eli, déjalos, no le va a pasar nada malo a Sami.
Giré la cabeza como el exorcista para mirar a Johana. Me había olvidado completamente de que ella estaba parada junto a mí.
—Lo dejé cinco minutos solo en la fiesta y casi se ahoga, ¿cómo quieres que lo deje?
—Eso fue un desastrozo accidente. Todos tuvimos que estar pendientes de él, pero ahora no está solo, está con Nath.
"Es lo mismo" me dije a mí mismo, pero preferí ahorrarme el comentario. Hablaba con mi consciencia, que no paraba de repetirme una y otra vez que lo fuera a buscar.
Mi lucha interna se acabó cuando los vi regresando al salón. Nathaly tenía una cara horrible, era como si estuviese a punto de ponerse a llorar. Samuel, por otro lado, llevaba su característica sonrisa amigable.
—¿Qué pasó? —me apresuré a preguntar mientras lo guiaba hasta su pupitre.
—Me preguntó si quería tener una cita con ella y le dije que no.
—¿Así nada más? ¿Por qué?
—Porque no quiero. También le dije que no me había gustado el beso, pero que si quería, podíamos ser buenos amigos. No me contestó nada después de eso.
Hice un gesto negativo. Samuel era ingenuo hasta para rechazar a las chicas.
—Tiene una expresión deprimente, creo que va a llorar.
—¿De verdad? Ay, Dios mío. No puedo creer que justo yo haya hecho llorar a una chica. ¿Soy una mala persona por haberle dicho eso?, ¿debería disculparme?
—Para nada. Fuiste honesto. Es mejor dejar las cosas claras desde un principio. No puedes disculparte por ser honesto.
Él asintió con energía.
—Tienes razón. No puedo creerlo, me estoy convirtiendo en lo que más detesto. Ya me fui de fiesta, me emborraché, besé a una chica y la rechacé. ¡Soy todo un adolescente!
Solté una carcajada. La emoción con la que lo dijo me resultó demasiado tierna.
—Aun así, sigues siendo un chico muy especial. Eres mucho mejor que un adolescente normal.
No sabía desde cuándo tenía tanta facilidad para expresarme. Supongo que todo este tiempo había estado poniéndome una barrera a mí mismo; autocensurándome de forma inconsciente. Yo solía ser un tipo duro, tal vez un poco frío, al menos eso era lo me decían. Pero Samuel había conseguido ablandarme. Creo que me contagió de su frescura y su espontaneidad. Me parecía mucho más genial su forma de ser que la mía. No era tan divertido ser duro después de todo.
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La subjetividad de la belleza
Genç KurguElías es tímido y solitario. Samuel es espontáneo, risueño y brutalmente honesto. Por azares del destino, estos dos chicos de quince años cruzan sus caminos cuando Samuel se convierte en el vecino de Elías. Juntos descubrirán la magia de la amistad...