Epílogo

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—Dame otro beso

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—Dame otro beso.

—¡Ya te di muchos!

—Anda, no seas mezquino.

Samuel me regaló otro beso fugaz antes de irse a trabajar.

Las cosas comenzaron a mejorar después del cumpleaños de Samuel.

Para empezar, sus papás no se divorciaron. La señora Colman le comentó a mi mamá la decisión de tomar terapia de pareja, y eso los ayudó a encender la chispa del amor otra vez. Tanto así, que dos meses después, la señora Colman llegó a nuestra casa a contarnos, con completo entusiasmo, que estaba embarazada. El señor Colman casi se cae de espaldas, y Samuel estaba tan feliz que no le cabía la sonrisa en su cara. No paraba de decir que sería el mejor hermano mayor del universo. Y eso no cambió cuando, tiempo después, supieron que no sería uno, sino dos nuevos integrantes en la familia: Elízabeth esperaba gemelos.

El señor Colman no consiguió llegar a juicio con sus ex empleadores, pero por fortuna, consiguió trabajo en un buffet de abogados bastante importante, y le estaba yendo bien. Todavía no estaban en condiciones de tirar manteca al techo, pero de a poco se iban recuperando.

Samuel terminó el curso de orientación y movilidad, y trabajando como asistente fue que descubrió su pasión por la docencia. Teniendo el primer semestre de abogacía aprobado, decidió cambiar radicalmente de profesión y apuntarse a la carrera de profesorado, y mientras tanto, para mantenerse ocupado, hizo algunos cursos más para poder seguir trabajando y abarcar más áreas. Mis padres tuvieron que aceptar que él se hiciera cargo del préstamo que les hicieron sin poner objeciones. Todos los meses, sin excepción, Samuel les entregaba el dinero en un sobre muy cuidadosamente cerrado.

Boris se le declaró a Jonny, en un arrebato de valentía, obviamente, influenciado por Samuel, que acabó diciéndole en la cara que conocía su sucio secreto, entre otras cosas muy típicas de Samuel. Jonny le correspondió, y acabaron comenzando una relación a distancia, aunque Boris jamás admitió abiertamente que le gustaban los chicos.

Jonny no pudo regresar a la residencia y tuvo que pausar su carrera. Ambos seguían en contacto con Samuel, y de vez en cuando iban a visitarlo.

En cuanto a mí, terminé mi primer año arrancándome los pelos, pero mi carrera me apasionaba tanto que estaba dispuesto a sufrir por los cuatro años que me quedaban por delante. Samuel me echaba porras cada vez que tenía un examen, y de vez en cuando, me dejaba cartitas escritas en braille escondidas dentro de la mochila o entre mis cuadernos.

Seguí trabajando con mis papás en la tienda, solo que ahora, aparte de ayudarles a vender, también diseñé un logo con el nombre de la tienda, y les creé una página para atraer más clientes. ¡Y funcionó!

Y hablando de lo otro... Bueno, debo decir que mi vida sexual también cambió radicalmente. Me sentía como un adolescente en plena pubertad. Siempre encontrábamos el momento para escabullirnos y perder el tiempo, se había vuelto una especie de costumbre. Debo admitir que probamos muchas cosas y no todas salieron tan bien como esperábamos, pero lo pasábamos bien, nos divertíamos y nos amábamos, eso era más que suficiente.

Cuando caí en cuenta de que me había enamorado de Samuel, comencé a crear mi propio concepto sobre el amor. Aprendí que el amor es dulce como un caramelo, y agradable como tomar la siesta en la playa, a la sombra de una palmera. El amor te calienta el pecho, te abraza y te mima. Te mantiene en las nubes pero con los pies sobre la tierra, te hace extrañar a esa persona cuando estás lejos, y querer aprovechar cada minuto.

Descubrí que el amor es subjetivo, pero es hermoso, y justo así era mi relación con Samuel. 

 

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La subjetividad de la bellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora