Tuve una idea que al inicio me pareció una completa locura. Pero fue lo único que se me ocurrió para llegar a la respuesta que tanto estaba buscando. Disqué su número y en cuanto le dije que necesitaba hablar de algo importante, no dudó ni un momento en acceder a reunirse conmigo. Y allí estaba yo, sentado en la cafetería, con la mirada perdida en el ventanal empapado por las gotas de lluvia, y empañado por el calor que brindaba la calefacción.
Cuando vi a Johana saludándome con la mano, tuve ganas de cancelar mi plan y marcharme corriendo de allí, pero ya era demasiado tarde para arrepentimientos.
—No esperaba que llegaras tan pronto —dijo, tomando lugar en la silla ubicada frente a mí.
Nos pedimos bebidas calientes para acompañar la bochornosa charla. Ella se veía impaciente por saber de qué se trataba, y yo, como siempre, no sabía ni por dónde empezar.
—¿Sami está bien? —preguntó, preocupada ante mi prolongado silencio.
—Sí. Él está bien. El que necesita un poco de ayuda soy yo. Verás... —Tragué un sorbo de café hirviendo y carraspeé cuando me quemó la garganta—. Él y yo... Llevamos tres años de relación, y todavía... Nosotros no hemos... tenido sexo.
Lo último lo dije tan bajito que Johana tuvo que acercarse para poder oírme.
—¿Aún no? ¿Por qué?
—Me lo he preguntado muchas veces. O sea, sé que es por mí, porque cada vez que Samuel lo insinúa yo quiero esconderme debajo de una roca y quedarme allí. No es que no quiera... Simplemente no sé qué sucede.
Johana apoyó los codos sobre la mesa, y el mentón en sus dos palmas abiertas.
—¿Alguna vez llegaron a intentarlo?
Hice un gesto negativo con la cabeza.
—Ni siquiera lo he visto completamente desnudo.
Ella parecía realmente sorprendida.
—¿Pero tú sientes deseo sexual?
Me pasé la mano por la cara, completamente avergonzado.
—Sí, claro que sí. Pero no sé qué demonios me pasa. Creo que tengo miedo de... romperlo, no sé. No quiero hacerle daño y además, cuando llegamos a ese punto me avergüenzo de tal manera que acabo huyendo con alguna excusa tonta. Pero no quiero que Samuel sienta que no lo deseo o algo así, y tampoco sé cómo decírselo.
Ella sonrió.
—Eso es tan adorable. Significa que su relación no es carnal en absoluto. Ustedes están conectados por algo mucho más profundo, y el sexo no ha tenido lugar porque tú eres demasiado vergonzoso e inocente. Has sido así desde que te conozco, Eli.
Sonreí ante el cumplido, aunque sin demasiadas ganas. Estaba tan avergonzado como desmotivado.
—Más que adorable, me siento un completo tonto. ¿Qué tal si Samuel piensa que no me atrae y acaba dejándome por esto?
—No creo que Sami esté contigo solo por el sexo, Eli.
—Pero ahora mismo él está cumpliendo su sueño de ir a la universidad y todo eso. Probablemente va a conocer a muchísima gente nueva y todo puede suceder. Si su novio es un tonto...
—Elías, deja de torturarte. Lo que sucede es que tú todavía no estás listo para tener sexo con él. Tal vez es porque le tienes demasiado respeto. Samuel es tu novio y probablemente le importe poco si lo hacen o no. Pero no puedes dudar de su amor hacia ti porque eso sí es un motivo de ruptura. Él puede conocer a mucha gente y tener muchos amigos, pero está contigo, ¿no es así?
Asentí. Las palabras de Johana hicieron que me avergonzara todavía más.
—Entonces ya está. La gente le da demasiada importancia al sexo, pero no siempre es el motor de una relación. Ustedes dos son el ejemplo vivo de eso. Dime una cosa: ¿Crees que tenga algo que ver con que ambos sean chicos?
Pestañeé. No me había planteado esa posibilidad hasta el momento. A pesar de que mis padres siempre me criaron sin ningún tipo de prejuicio, supongo que aprendí de mi entorno a pensar como una persona heterosexual, porque hasta que me enamoré de Samuel, yo creía que siempre iban a gustarme las chicas. Aunque, a decir verdad, no me inquietaba que Samuel fuera un chico, porque obviamente tenía una idea de cómo lo hacían dos chicos, pero tal vez uno de los motivos era que tenía miedo de hacerle daño por culpa de mi inexperiencia.
—No en realidad. Yo... Deseo a Samuel, y soy muy consciente de que ambos tenemos lo mismo...
Me ardían las mejillas por la vergüenza. Johana se rio.
—¿Lo has hecho con una chica alguna vez?
Negué.
—Nunca sentí deseo sexual por nadie antes. Esta es la primera vez...
—Es la primera vez que amas de verdad —completó mi frase, con una amplia sonrisa—. Es lo más hermoso del mundo. Tu miedo, tu inseguridad y todo eso es a causa de los sentimientos que tienes hacia Samuel. Eres un novato en esto, Eli.
Chasqueé la lengua y me crucé de brazos. A pesar de que era mi cara era un semáforo en rojo, intenté hacerme el rudo delante de Johana.
—Tómatelo con calma. Ve hasta donde puedas y traten de hacerlo juntos, Eli. Pero no te mortifiques demasiado. Está bien si lo haces, y también está bien si no.
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La subjetividad de la belleza
Teen FictionElías es tímido y solitario. Samuel es espontáneo, risueño y brutalmente honesto. Por azares del destino, estos dos chicos de quince años cruzan sus caminos cuando Samuel se convierte en el vecino de Elías. Juntos descubrirán la magia de la amistad...