Capítulo 7

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—Mi-nom-bre-es-E-lí-as-Sa-la-zar

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—Mi-nom-bre-es-E-lí-as-Sa-la-zar. Ten-go, quin-ce a-ños. Soy, ve-ci-no de, Sa-muel Col-man.

—Bien, ¡lo hiciste!

Sonreí, orgulloso de mí mismo.

—Estaba demasiado fácil —dije en tono presuntuoso.

—Te voy a poner a leer un libro a ver si sigues haciéndote el interesante.

Las vacaciones estaban por terminar y yo estaba más que conforme por haber cumplido con una de las metas que me había puesto: aprender lo básico del braille.

Samuel me había enseñado mucho más que su lenguaje secreto. Era el primer chico de mi edad sensible, honesto y sin prejuicios. Me gustaba pasar tiempo con él, nos divertíamos un montón y cada día que pasábamos juntos, aprendía alguna cosa nueva.

—En dos semanas empezamos las clases. —Me tumbé sobre su cama, con ambas manos en la nuca—. Te voy a presentar a algunos de mis compañeros.

—Oh, ¿te llevas bien con tus compañeros de clase? Creí que eras un huraño.

—Bueno, sí, pero algunos chicos me caen bien. No es que seamos amigos ni nada por el estilo. Hacemos trabajos grupales juntos, nos pasamos la tarea y pasamos el rato en los recesos, es todo.

—¿Sobre qué hablan los adolescentes normales? —preguntó.

—Sobre cosas normales de la adolescencia, supongo. Yo qué sé. La mayoría de las veces no presto mucha atención a lo que dicen.

—En mi anterior colegio solo los escuchaba hablar de fútbol, chicos, chicas, sexo, alcohol, fiestas y esas cosas. A veces quería unirme, pero no sé nada sobre ninguno de esos temas. Soy un novato en esto de ser adolescente.

Solté una sonora carcajada que Samuel acompañó.

—Vamos, ¿nunca tuviste novia ni besaste a una chica?

Él negó con la cabeza. Noté que estaba un tanto incómodo y avergonzado.

—¿Tú lo has hecho?

—Bueno, sí. Le di mi primer beso a una chica a los catorce, novias no he tenido pero porque no tengo ganas de complicarme la vida a esta edad. Casi todos mis compañeros tienen novia y viven con dramas por los celos y esas cosas, qué pereza.

Samuel volvió a reírse.

—¿Has tenido sexo?

Me sorprendí ante aquella pregunta. Samuel parecía no tener vergüenza a la hora de tocar estos temas, quizás era más maduro que yo en ese sentido.

—No... —admití con una pizca de vergüenza—. ¡Pero sí me lo han propuesto! —me atajé.

—Vaya... ¿y qué se siente besar a alguien?

—Bueno, es... en realidad depende con quién sea. Si es con la chica que te gusta se siente como si te subieras a una montaña rusa. El corazón se te acelera, te sudan las manos y te tiembla todo el cuerpo, pero tienes que luchar para verte cool y no quedar como un tonto. Mi primer beso fue con una chica que me gustaba un montón. Al principio no me hacía caso, pero un día fui a una fiesta y mis compañeros le dijeron que a mí me gustaba. Curiosamente yo a ella también, así que nos fuimos al patio trasero y... nos besamos. Fue agradable, aunque a ella le gustaba besar con lengua y a mí no tanto.

—Suena un poco asqueroso —comentó.

—Nah, una vez que estás en el momento no te resulta asqueroso, créeme. ¿Y qué hay de ti, chico lindo? ¿Ni siquiera te ha gustado alguien alguna vez?

Samuel se quedó pensativo durante unos momentos.

—Me gustaba una chica en mi antiguo colegio. Se sentaba junto a mí y me ayudaba con mis apuntes. Era muy amable conmigo y olía rico—me reí ante la curiosa aclaración—, pero sus amigos se burlaban de ella por juntarse conmigo, así que simplemente se alejó de mí. Digamos que fue lo más lejos que llegué en cuestiones amorosas.

Chasqueé la lengua, enojado. ¿Por qué la gente era tan idiota y manipulable?

—Esa tonta se perdió tremendo partido —dije para intentar animarlo.

—Solo espero aunque sea poder dar mi primer beso antes de los cuarenta años. La mayoría de los chicos de mi edad ni siquiera son vírgenes.

—¿Te inquieta demasiado ese asunto?

Se encogió de hombros. Podía ver la frustración plasmada en su rostro, en los puños que mantenía apretados contra sus rodillas.

Probablemente su ceguera le haya traído muchas dificultades, yo sabía muy bien que los chicos podían llegar a ser muy crueles y tontos con todo aquel que fuera diferente, y Samuel, más allá de su discapacidad, era completamente diferente al resto.

—Tampoco es que me muera por tener sexo o por dar mi primer beso, es solo que quisiera disfrutar de las cosas como lo hace la gente normal.

Me senté de golpe en la cama cuando escuché aquello. No sabía por qué, pero cada vez que Samuel insinuaba que no era normal, me hervía la sangre.

—¿Y quién dijo que tú no eres normal? Solo eres ciego, pero eres incluso más inteligente que muchos chicos que conozco, créeme.

—La inteligencia no parece ser atractiva para todos.

—Pues para mí lo es—solté, y de inmediato sentí la sangre agolpádose en mis mejillas —. Yo valoro más la inteligencia que la belleza en una chica—. Intenté arreglarlo.

—Ojalá todos pensaran como tú, Eli —contestó, y aunque no estabábamos de frente, supe que su sonrisa iba dedicada mí.

Lo que me ocurría cada vez que lo veía sonreír, era algo que jamás me había sucedido antes. Era como ver un espectáculo de fuegos artificiales, o un cielo estrellado sin ninguna luz que contaminara el paisaje. Era algo precioso, profundo y especial. Algo que sencillamente no podía explicarme a mí mismo. ¿Por qué me causaba tantas cosas la sonrisa de un chico?

—Este será un nuevo comienzo para ti, vas a ver que vas a hacer muchos amigos, vas a besarte con muchas chicas y vas a poder tener más conversaciones de adolescentes —dije con entusiasmo, aunque no soné tan convencido como creía.

—Lo único que me importa es que tú y yo sigamos siendo amigos, Eli. Eres un amigo genial.

En ese instante, sentí que el corazón se me saldría del pecho. Me sentía orgulloso de mí mismo por haber generado esos sentimientos en Samuel, me esforcé mucho para que él realmente entendiera que mi amistad era genuina, y al parecer lo había conseguido.

—Oye... —dijo en voz baja—, ¿notaste que acabamos de tener una conversación de adolescentes normales? Ya estamos entrando en la onda.

Solté una sonora carcajada.

—Sí, lo hicimos. Estamos adentro, amigo.  

  

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La subjetividad de la bellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora