Capítulo 15

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Los dos meses siguientes fueron bastante relajados

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Los dos meses siguientes fueron bastante relajados.

Mis padres siguieron ayudando a los señores Colman, yo seguía yendo a la universidad de lunes a viernes y trabajando en la tienda durante cuatro horas todos los días. Veía a Samuel de viernes a lunes y a veces salíamos con nuestros amigos, cuando el tiempo se prestaba.

Curiosamente no volvimos a tener un encuentro íntimo después de aquella mañana. Yo suponía que era porque Samuel me estaba dejando un poco de espacio para ir procesando todo lo que me había dicho, y yo de verdad lo estaba haciendo, y no solo eso, también estaba entendiendo muchas cosas, y armándome de valor para cuando llegara nuestro gran momento.

En cuanto al secreto, esa parte era lo único que arruinaba mis días. Esconderle algo como eso a Samuel era como caminar descalzo sobre un montón de vidrios. Nunca nos ocultamos nada, desde que comenzamos nuestra amistad, hicimos un pacto que las circunstancias me obligaron a romper, y me sentía un traidor por eso. Yo sabía que sus padres lo hacían por él, porque probablemente Samuel no permitiría que ellos estuviesen en aprietos por su culpa, pero no importaban los motivos, le estaba ocultando algo importantísimo, y realmente tenía miedo de su reacción si alguna vez llegaba a saberlo.

Esa mañana hizo bastante calor, a pesar de que estábamos en pleno invierno. Después de mi ejercicio diario, regresé a casa y me metí directo a la ducha. Las vacaciones de invierno estaban cerca, y eso me tenía exageradamente feliz; Samuel se quedaría una semana completa conmigo.

—Justo estaba pensando en ti —Me tumbé en la cama envuelto en la toalla, con el teléfono contra la oreja —. Las vacaciones de julio ya están cerca, ¿tienes planes, chico lindo?

Escuché su risa cálida al otro lado y no pude evitar morderme el labio.

—Bueno, planeaba ir a visitar a mi novio.

—Oh, eso suena genial. Estoy seguro de que van a pasar una semana estupenda juntos. —Los dos volvimos a reírnos—. Te extraño un montón. No puedo esperar a que lleguen esos días. ¿Qué tienes ganas de hacer?

—Lo que sea que involucre estar contigo —respondió él—. Ojalá nos toque algún día lindo como el de hoy. ¿Te toca trabajar en la tienda?

—No he hablado con mis padres acerca de eso, pero tal vez pueda pedirles permiso para no ir.

—O tal vez puedo ir contigo y hacerte compañía.

—Y te siento en el escaparate para que atraigas clientes. Me gusta ese plan.

Él soltó una risotada. Dios, amaba demasiado su risa. Cada vez que lo escuchaba, imaginaba su rostro de niño esbozando aquel gesto de esa manera especial. Samuel era de las personas que también sonreía con los ojos. Y cuando lo hacía, todo en él parecía volverse brillante.

—Boris me invitó a caminar el otro día. Salimos a dar la vuelta manzana. Acepté porque estaba bastante desanimado, aunque no me gusta como trata a su lazarillo. Es demasiado rudo con él, lo trata como si fuera un robot. Tessa y yo no estuvimos nada felices.

—Qué le pasa a ese chico...

—Creo que es gay del clóset. No paró de hacer comentarios al respecto. Creo que quería que habláramos del tema porque siente curiosidad, ya sabes, desde que supo que yo estaba contigo no ha dejado de tirarme indirectas. Además sucedió algo el otro día y creo que también tiene que ver.

—¿Qué sucedió?

—Bueno... Había otro chico en la residencia. Se unió a nuestro grupo de estudios porque se hizo amigo de Boris. Siempre se escuchaba muy animado aunque su discapacidad es muy limitante. Nos dijo que tenía encefalomielitis miálgica en grado leve a moderado.

—Wow, eso suena a algún conjuro o algo por el estilo. ¿Qué significa?

—Bueno, según investigué, también se le conoce como síndrome de fatiga crónica. Lo que para nosotros resulta súper sencillo, a él le significa un agotamiento a nivel físico y mental terrible. Por lo mismo debe desplazarse en silla de ruedas. A veces pasábamos varios días sin saber de él, porque ir a clases lo agotaba tanto que acababa postrado en la cama. Es un chico súper inteligente, pero su problema le hizo perder muchas clases. El día que Boris me pidió para dar un paseo, supimos que sus padres tuvieron que retirarlo de la residencia porque tuvo un brote. Fue justo después de un examen.

—Pobre chico...

—Sí. El problema con Boris es que no sabe lidiar ni con sus sentimientos ni con la preocupación que siente por él. Entonces se enoja. De verdad estaba muy enojado ese día. Le aconsejé que tratara de comunicarse con él, que le dejara un mensaje o lo llamara. No quise decirle directamente que no fuera un idiota cabeza de chorlito, creo que iba a sonar muy grosero en ese momento.

—A veces agradezco que tengas un poquito de filtro. ¿Pero cómo sabes que Boris siente algo por él?

—Porque se nota. Siempre está pendiente de él, cuando tenía que quedarse en la cama iba a visitarlo todo el tiempo, y no para de mencionarlo en sus conversaciones. Boris se enamoró de ese chico, pero se reprime y se frustra.

El cuerpo se me enfrió así que me levanté de la cama para vestirme. Sostuve el teléfono con el hombro mientras revolvía el armario en busca de ropa abrigada, y mientras tanto, pensaba en todo lo que Samuel me estaba contando.

—¿Y tú actuarás como un especie de cupido o algo por el estilo?

—No, pero sí que le voy a dejar en claro que si él sigue haciéndose el tonto nunca va a salir de eso. Imagínate que nunca más vuelvan a verse, se va a quedar con esa espina durante toda su vida.

Terminé de vestirme y volví a tumbarme boca arriba en la cama.

A veces me preguntaba cómo Samuel era capaz de empatizar con los problemas de otros pero sin llegar a involucrarse. Yo lo sentía como un especie de superpoder; si yo hubiese estado en su lugar, de seguro terminaba deprimiéndome por la historia de amor fallida entre Boris y el otro muchacho. Pero Samuel era fuerte; él escuchaba, aconsejaba y te cantaba las cuarenta en la cara si era necesario. Y todo eso sin cagarse los problemas de otros al hombro.

—Ese chico tiene suerte de tenerte como amigo—dije finalmente. 

 

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La subjetividad de la bellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora