Confesión #20

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Faltaba una semana para las vacaciones de invierno, estamos tan cerca de diciembre y de año nuevo

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Faltaba una semana para las vacaciones de invierno, estamos tan cerca de diciembre y de año nuevo. Lástima que este en mi habitación con el ojo morado. Me levanté de mi cama y fui al baño de mi cuarto. Me miré al espejo y observé como mi cara estaba desfigurada. Cuando mis padres me llevaron al doctor, este me dijo que mi nariz estaba torcida —lo que duró poco porque me la acomodaron en ese momento—, también que mis golpes tardarían en sanar. Lo peor de todo es que cuando mis papás hablaron con los de Mauricio sobre lo que había pasado, ¡yo no lo había dejado tan golpeado! Claro porque su deslumbrante cara debe lucir bien, lo odio. Me lavé la cara y salí del cuarto. No pude evitar volver a acostarme en la cama, es tan cómoda.
Por lo menos comparar su cara con la mía provocó que esta vez yo no saliera castigado. Estaba agradecido por eso. Oí el sonido de mi celular, Andrés me había enviado un mensaje.

Andrés:

¿Quieres ir a las canchas a terminar el partido?

10:40 A.M.

Supongo estaría bien, podría invitar a Yulieth. Aunque conociéndola no tiene nada que ver en los deportes. Entonces quizá iré a verla a su casa, si me dan permiso, claro. Suspiré al imaginarme a Yulieth a mi lado. Es tan linda, solo de pensarla con su pijama puesta sin salir de su cuarto por una falsa alergia al sol, me hace pensar que es maravillosa.

—Hijo, ¿en qué piensas? —preguntó mi mamá sacándome de mi cabeza y sus locas ideas. Estaba parada en la puerta de mi morada— Tenías cara de embobado.

—¿Eh?, ah, nada, nada. Bueno...

—¿Qué pasa hijo? —preguntó mi mamá sonriendo, era una señora parecida a mí físicamente, de ahí saqué la belleza. Siempre vestía formal por su trabajo y daba aires de grandeza, pero solo observen— ¿en quién piensas?

—Bueno... —dije tratando de dar a entender que sí pensaba en alguien.

—¡Oh!, mi hijo me está contando de una chica —empezó a decirme emocionada—, ¿va en tu escuela?, ¡oh! Deberíamos conocer a esa bella persona. Me pregunto quién será, hace mucho que no me cuentas estas cosas.

Es muy intensa con cosas como esta, por suerte solo saqué su belleza y no el sobre pensar cosas creando un futuro ficticio donde soy feliz.

—No es nada importante, aún —le mencioné calmando su emoción—. Por cierto, Andrés me invitó a jugar, ¿puedo ir?

—¡Claro! —respondió mi mamá—, con una condición —La miré de reojo curioso de lo que me pediría a cambio— ¿Cómo se llama?

Sonreí al escuchar eso, ¿saben lo genial qué es que le puedas contar cosas como esta a tu mamá?

Decidí salir de la cama una vez obtuve su respuesta, tomé mis cosas para irme. Así, antes de salir de la habitación, di media vuelta mirando a mi mamá a los ojos con una sonrisa de un loco enamorado.

—Yulieth...

Después de eso, con el permiso de mi mamá me puse en marcha hacia el parque. Salí, tomé mi bicicleta, no estaba tan lejos, pero me ayudaría a llegar. Pedalee hasta lograrlo. Estoy casi seguro de que también llamó a César.
Al estar en las canchas vi a Andrés a lo lejos; se mecía en los columpios con la cabeza agachada. Encadené mi bicicleta para acercarme a él, conozco el tema de conversación perfecto para iniciar la conversación.

—Hola Andrés. ¿Quieres que te cuente cómo imagino mi vida con Yulieth durante los próximos diez años? —le pregunté a Andrés quien enseguida volteó a verme. En ese momento fue cuando guardé silencio, su cara estaba golpeada, como la mía. ¿Será del día de la pelea? No puedo creerlo.

—¿Qué te pasó? —pregunté con curiosidad a su rostro.

—Quise ir tras los amigos de Mauricio ese día, no fue buena idea..., por cierto, mi hermano está por allá, espero no te moleste —dijo señalando a un niño que jugaba con las palomas a lo lejos.

Parecía una excusa inventada. No puedo concentrarme sabiendo que Andrés está así, primero los golpes en su cuerpo ese día, después esto. Quizá alguien está acosando a Andrés, de nuevo.
Él me miró, vio mi cara seria, por eso decidió romper el hielo. Empezó a hablar al mismo tiempo que se empezó a mecer en el columpio.

—Oye... creo que me gusta alguien —dijo mientras se mecía sin parar.

Cambió de tema repentinamente y le funcionó ya que él nunca suele contar esas cosas. Me senté en el columpio de al lado para mecerme con él, quería escuchar lo que tenía que decir.

—Adelante —le dije.

—No sé, es que es extraño, pasaron muchas cosas desde que él se metió en mi vida —esperen un momento, ¿acaba de decir él? —. A veces pienso que es repentino, pero después lo analizo y puede que en realidad sea un sentimiento intenso... —lo interrumpí confundido.

—Espera un momento, ¿acabas de decir él?

—¿Él qué? —preguntó César llegando de la nada a los columpios.

En ese momento Andrés y yo dejamos de columpiarnos. Solo en ese momento noté la cara de Andrés sonrojarse; abandonó el columpio para actuar tierno, amable y carismático como siempre. Solo que esta vez estaba muy interesado en estar con César, no puede ser, la relación que siempre he querido que suceda puede suceder.

Sí eres de México y sabes o crees saber de un caso de maltrato infantil o has sido victima de maltrato infantil, puedes acudir a estos números:

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Vía telefónica: Comunícate al (55) 3003 2200 en las extensiones 4424, 4425 o 4426 y proporciona los elementos necesarios para registrar el trámite y dar seguimiento al mismo, como datos de identificación del usuario del servicio, breve relato de la petición, reporte o denuncia que vaya a hacer, ubicación de los hechos. Los días de servicio son de lunes a viernes en un horario de 09:00 a 18:00 horas.

Para más información visita: https://www.gob.mx/tramites/ficha/solicitud-por-reporte-de-maltrato-infantil/DIF5734 

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