XII

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— Así que te dignaste a aparecer, mentalista.

Senku me sonrió ampliamente, de forma real, marcando los surcos que se forman en la comisura de los labios y a cada lado de sus ojos escarlata. No me importó lo extraño que me veía, éramos dos tipos en un aeropuerto con la típica vestimenta de científico loco y mago, abrazándose como si el mundo se hubiera detenido a nuestro alrededor. Mis mejillas estaban húmedas, pero no me permití acobardarme ante lo que estaba a punto de decir.

— Senku-chan, yo…

— ¿Así que te diste cuenta? —me dijo mientras secaba las lágrimas que se deslizaban hasta mi barbilla. Asentí—. ¿Desde cuándo?

— Desde el inicio —miré el piso, luego me separé para poder tomar sus manos—. Desde que fui a tu apartamento el primer día en que me invitaste y te vi… Y dije tu nombre sin siquiera conocerte.

No pude evitar reírme por lo absurdo de la situación, no podía hacerme llamar mentalista si no lo hubiera descubierto desde el inicio. No pudiera hacerme llamar el mejor mentiroso si no pudiera engañarme de semejante forma.

— Lo sé, Senku-chan. Todo esto es un sueño, y vine aquí a despedirme porque ha llegado el momento de despertar de esta ilusión.

— ¿Regresaras a esa oscuridad esperando ser despetrificado?

— Esperaré al verdadero Senku-chan, hasta que me reviva y seamos capaces de vernos nuevamente.

Esta era una obra de teatro, era momento de bajar el telón. El escenario comenzó a desmontarse en millones de fragmentos similares a luciérnagas. Entre nebulosas y un infinito espacio estrellado, terminé mi última actuación ante la farsa que monté para mi pobre yo.

— Bye, bye… Senku-chan.

Todo se oscureció

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Todo se oscureció.

Hierba Mora/SenGenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora