VIII

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Gen.

Gen.

¡Asagiri Gen!

Abrí la boca como si quisiera tragarme el aire entero, luego tosí escupiendo el agua que había ingerido en la bañera. Mi pecho ardía al igual que mi garganta, pero mis ojos también porque repentinamente empecé a llorar. Las siluetas de los que estaban a mi alrededor se volvieron nítidas, eran mi manager y Senku, ambos observándome con preocupación en sus rostros.

— ¡¿Qué demonios hacías metido así en la bañera?! ¡Mentalista idiota! —gritó Senku, atrayendo mi cuerpo frío contra el suyo, dándome palmadas en la espalda como un torpe intento de consolarme.

— ¿Qué pasó...?

Fue lo único que atiné a preguntar. Senku se separó, mirándome fijamente con la interrogante en sus ojos: "tu deberías decirnos qué fue lo que pasó", era lo que parecía gritarme. Tranquilicé mi respiración y vi que tenía puesta la bata de Senku que ya estaba totalmente empapada.

Entonces me retiró con delicadeza de sus brazos y se levantó. Sentado en el piso del baño, observé atento como salía dando grandes zancadas. Mi manager se hincó junto a mi pasando su brazo sobre mis hombros, recargando mi cabeza contra él.

— ¿Nuevamente te sentías solo?

Su voz no era inquisitiva, no podría serlo ya que fue él quien me sacó del infierno en el que viví cuando niño. Asentí levemente y abracé con fuerza mis rodillas, dejando los nudillos blancos por la presión.

— ¿Cómo fue que llegaron, Asami?

— Hoy salió una reunión de improviso, así que vine directamente a recogerte —suspiró cansado—. Te envié un mensaje avisándote que ya estaba abajo pero parece que no lo viste. Luego te intenté llamar y tampoco contestaste, por lo que pensé que estarías con tu vecino. Pero cuando llegué con él y le pregunté por ti me dijo que no se veían desde hace tiempo.

Sentí un nudo en la garganta. Por su puesto, aunque Senku y yo nos distanciamos él seguía existiendo al otro lado de la pared.

— Te intenté llamar de nuevo, pero seguías sin contestar. Fui a tu apartamento, pero alguien se olvidó de avisarme que cambió la contraseña —suspiró—. Tu vecino, el señor Ishigami, vio que estaba a punto de romper la perilla pero me detuvo. Trajo con él alguna clase de aparato y la abrió sin forzarla. Lo demás debes intuirlo, te encontramos sumergido en la bañera, ya sin respirar. Él te dio primeros auxilios y bueno... aquí estamos.

— Entonces si fui salvado... —me dije, sonriendo.

— ¿Salvado? ¿Qué quieres decir?

— Nada~, hablaba conmigo mismo. Entonces tenemos una reunión, dame 15 minutos y estaré listo.

Me puse de pie, estaba por salir del baño cuando Asami me detuvo.

— ¡¿Crees que te voy a dejar salir después de lo que acaba de pasar?! No soy tan desalmado, mocoso —me miró con el ceño fruncido, luego masajeó el puente de su nariz y suspiró—. Ah... yo me encargaré de eso, también diré en la empresa que te tomarás algunos días de descanso ya que estas enfermo.

— ¡Pero el show de la tarde...!

— Les diré que pongan alguno de los segmentos grabados, o lo que sea —concluyó el asunto—. Ahora vístete, te pediré algo de comida a domicilio. Quiero que comas y duermas temprano, mañana pasaré para ver cómo estas.

Ambos salimos del baño y vi a Senku sentado en el sofá. Me quedé en el segundo piso, esperando para saber si me diría algo o se iría con Asami.

— Muchas gracias señor Ishigami, si no hubiera abierto la puerta... —apretó ligeramente el puño—. Bueno, no pasó nada grave.

— No hay problema —desdeñó Senku y apuntó a la puerta—. Reestablecí la configuración de la cerradura electrónica, por lo que deberán ingresar nuevamente la contraseña.

— Ah, cierto. ¡Gen! ¿Cuál era la contraseña que tenías?

Asami volteó a verme, pero Senku continuaba con la mirada fija en la entrada.

— 0104.

Él asintió, y los dos se dirigieron a la puerta. Entré a mi habitación, tomé la ropa más holgada que tenía en el closet y me vestí. Mi cabello seguía húmedo, las gotas frías escurrían por mi cara para finalmente ahogarse en la tela, así que me dirigí al baño para usar el secador. Entonces, choqué con Senku.

— ¿Eh? ¿Senku-chan? Pensé que te habías ido con Asami.

— Le dije que me quedaría un rato y me pidió asegurarme de que comieras.

Asentí, era típico de Asami que se pusiera sobreprotector cuando sabía que estaba en mis días malos. Senku se hizo a un lado permitiéndome pasar por la secadora, pero él me la quitó.

— Siéntate en la orilla de la bañera, secaré tu cabello —ofreció con un semblante difícil de leer.

Actué obediente, en ese momento me sentía como un niño pequeño que estaba a punto de ser regañado por su madre; me sentía... vulnerable. Senku secó con esmero cada fracción de cabello, devolviendo la calidez a mi cabeza. No dijo nada, el silencio solo era opacado por la secadora.

Cuando terminó se quedó ahí, sentado. Podía sentir su mirada fija en mi nuca... Fue entonces que me di cuenta, rápidamente me puse de pie y torpemente le arrebaté la secadora para colocarla en su lugar. El suéter no era lo suficientemente alto por lo que mi cuello quedó expuesto y, por lo tanto, las marcas.

— Siempre tan amable, Senku-chan~ —agradecí para modificar el ambiente—. Casi me quedo dormido~, pero antes la comida, supongo que ya no debe tardar.

Salí y bajé a la primera planta con Senku pisándome los talones, me senté en el sofá para después cubrirme con una manta. Se sentó a mi lado cruzándose de brazos, haciendo que el enorme espacio de la sala se sintiera incómodo y asfixiante, no tuve más remedio que encender la televisión para tener ruido de fondo.

Afortunadamente tocaron el timbre en ese momento e interrumpieron la terrible atmósfera. Me levanté de un salto y recibí con alegría lo que parecía ser takoyaki; eran dos porciones, entonces Senku-chan se quedaría a comer.

— ¿Te gusta el takoyaki? —pregunté desde la entrada—. La verdad es que este es más bien gusto de Asami, supongo que tenía planeado quedarse conmigo pero al final te encomendó la engorrosa tarea de cuidarme fufufu. Puedes llevártelo y comer en tu casa, Senku-chan.

— Me quedaré aquí, mentalista. Necesito hablar contigo.

Entonces quería tener esa conversación. La falsa sonrisa que le ofrecí acabó por desvanecerse, pues intuía el rumbo de la conversación y las cosas que esperaba escuchar, pero no me sentía completamente listo, sobre todo después de no vernos por dos semanas. ¿Cómo se supone que deba recuperar la confianza y hablar sobre lo que ocurrió tan fácil?

— Bueeeno, ¿qué tal si comemos en el balcón y hablamos ahí?

— Está helando —informó con la ceja levantada.

— Hay un calefactor, no te preocupes —comencé a dirigirme a la puerta de cristal—. Necesitaremos de una hermosa vista para contrarrestar una terrible conversación~. 

Hierba Mora/SenGenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora