La noche de las estrellas, segunda parte

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— ¡Chicos! Parece que se acercan nubes de tormenta, en cualquier momento comenzará a llover —gritó Ryusui desde la tarima, mientras Ukyo colocaba una mano en mi hombro—. Tendremos que cancelar el festival, ¡resguárdense todos!

Los presentes se decepcionaron, pero cuando a lo lejos fue posible ver los relámpagos, rápidamente obedecieron a la persona más capacitada en el tema.

— Estaré un momento con Gen ¿puedes encargarte del resto? —. La voz de Ukyo era firme, pero suave; Ryusui pareció comprender y fue con el resto que ya estaban protegiendo los puestos.

Nos dirigimos al lugar de reunión de los cinco generales, posiblemente el sitio con más privacidad de toda la base. Ukyo llevaba prácticamente a rastras un cascaron vacío que no opuso resistencia en todo el trayecto, incluso cuando la fuerza que ejerció sobre mi muñeca era más de la necesaria.

Poco después de estar bajo techo, la lluvia tocó tierra de forma descomunal, casi podía compararlo con la presión de un grifo. Me senté en mi lugar de siempre, aunque daba lo mismo al tratarse de una mesa redonda y de una conversación informal.

— Antes de que me preguntes que acaba de ocurrir —dije cabizbajo­—, dame unos segundos para encontrar la respuesta, Ukyo...

Pero escuchar mi voz desgarrada fue suficiente para romperme. Sostuve mi cabeza con ambas manos, dejando que las lágrimas fluyeran al compás de la lluvia que no se detendría durante toda la noche.

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Me tomó bastante tiempo calmarme, pero tardé más en encontrar las palabras que describieran con detalle lo que estaba sintiendo. Ukyo salió un momento, regresando con una tetera y diversos frascos que contenían té, pues no sabía cual elegir. Bebí dos tazas enteras y un poco más antes de empezar a hablar.

— Ukyo-chan ¿recuerdas lo que hacías antes de que el mundo se petrificara por primera vez?

— Bueno, no con mucho detalle, pero supongo que sí —dudó—. Después de todo, han ocurrido cosas más impresionantes en esta época que cuando estaba miles de metros bajo el agua.

— Mm ¿es así? Resulta gracioso viniendo de alguien que operaba un sonar... —dije, dando el último sorbo de té­—. Las habilidades de todos los que vivieron antes de la primer petrificación han resultado bastante útiles ahora, eso nos ha llevado a progresar bastante rápido. Los de la aldea Ishigami tampoco se quedan atrás, se han desempeñado notablemente.

Despegué la mirada que llevaba tiempo puesta en la taza vacía, para encontrarme su rostro sereno.

— ¿Sabes? Ukyo-chan... Por un momento, cuando estaba frente a ustedes, sentí que me transportaba al pasado. Pero en un abrir y cerrar de ojos estaba de vuelta aquí, dándome cuenta de que nada ha cambiado en mi vida —le confesé apretando los puños sobre la mesa—. En un mundo que requiere la ciencia pura, no hay cabida para un mago ¿verdad?

— Gen... eso no es-

— Lamento las molestias que te he causado —me puse de pie y le sonreí—, no suelo disculparme de corazón, pero esta vez lo estoy haciendo. Espero que me creas, aunque puede que todo lo que sale de mi boca sea como el cuento del pastor y el lobo.

Salí sin mirar atrás, dejando que la fría lluvia me empapara por completo. Necesitaba estar solo, y ni siquiera me podía forzar a hablar con Ukyo, quien era el único en ese lugar que sería capaz de escucharme y, por lo menos, fingir comprenderme.

Mi lugar no estaba junto a Senku ni en ninguna parte de esa isla, probablemente ni siquiera lo estuviera en el mundo. Lamentaba ser tan dependiente de todos, pues si siquiera era capaz de huir con mis propios pies.

Hierba Mora/SenGenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora