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Los años transcurrían, cada día, cada mes, cada inicio de primaria y final de invierno.

Los animalitos revoloteando por el verdoso pasto y un niño de cabellera rubia persigiendolos.

Aquél niño de ojos luminosos, de bella sonrisa y espíritu libre. Jimin, su nombre, el nombre que profanó un malvado ser en su contra.

Ahora él crecía poco a poco.
Con catorce años, ya había pasado de estatura a su madrina Rosé, su cuerpo empezaba a adelgazar, su rostro empezaba a tomar rasgos delicados, dejando atrás sus regordetes cachetes y su barriguita esponjosa

—¡Pepillo, no brinques tan rápido!—el conejo corría a su madriguera con la zanahoria que Jimin le había dado hace un momento, ahora él le perseguía tan rápido como podía.
—¡PEPILLO~

Su bondad y sencillez era la caracterización de Jimin, agregando la alegría y felicidad que siempre irradiaba.
Tenía días pesados, días de berrinches y lloriqueos, pero junto a sus tres madrinas las carcajadas no terminaban.

No era alguien débil o frágil, era bastante apto y capaz de cometer osadías de un niño de 14 años. Era un alma libre que deseaba saber y conocer su alrededor.

Mientras tanto, en la cabaña humeante, con un exquisito olor a comida recién hecha, las tres hadas se encontraban muy hogareñas allí dentro.

—De nuevo estoy sola haciendo la comida—Refunfuñó el hada azul, Jennie

Las otras dos hadas estaban peleando por un peine
—¡Quieren ayudarme, Jimin pronto volverá!—Volvió a exclamar

—¡Te dije que es mío!—gritó Jisso mientas sostenía fuertemente un mechón de Rosé y en la otra mano la mitad del peine

—Pues yo lo ví primero—Le contestó Rosé con otro jalón de cabellos
—Y quién lo ve primero se lo queda—Sostenía la otra mitad del peine con bastante fuerza.

—¡Hey, niñas, basta, basta!
—Se van a dejar tremendas entradas en la cabezota que, uuu!—negó la cabeza sonriendo
—Me voy a hacer las extensiones que siempre quise—Soltó una carcagada

Jennie batía velozmente el huevo; con su magia estaba moviendo la sopa en la estufa, en el exprimidor corría jugo de naranja y caía en un recipiente, mientras unos cuchillos cortaban finamente un trozo de lechuga.

—¡Basta, ahora, las dos!—Demandó, Jennie, apuntandolas con la cuchara escurriendo de huevo, pero ellas seguían jalando sus cabellos
—Se los advierto—Dijo

A lo lejos, el tarareo de una melodía se escuchó, las tres hadas detuvieron sus movimientos, abrieron al máximo sus ojos como si estos escucharan y se quedaron quietas viéndose entre sí.

¡Era tarde, muy tarde y la comida aún no estaba del todo lista!

La puerta rechinó, las tres se movieron hasta la entrada, cada una posó su brazo por encima del hombro de la otra y con una sonrisa en el rostro le dieron la bienvenida.

—¡Madrinas, ya estoy aquí!—Se escuchó la melodía de una dulce voz.

Y aunque estaba en la etapa de la pubertad, su voz no era del todo molesta, era graciosa y agradable de oír.

A la cabaña humeante entró, dando brincos, el "pequeño" Jimin con una canasta en mano.

—¡Llegaste muy rápido!—Halagó Jisso. Rompiendo el abrazo se dirigieron hacia la cocina
—Cada día eres más veloz para recolectar manzanas

—Madrina Jisso—Caminó hasta la mesa y ahí dejó la canasta— ¿Cuándo podré ir al bosque? seguro allá hay más cosas que recolectar—Dijo mientras empezaba a sacar las manzanas verdosas

MALÉFICO: DUEÑO DEL MAL |KOOKMIN| 1960Donde viven las historias. Descúbrelo ahora