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El ascenso de Ancestral




La gran familia de las hienas es controlada por su cazador natural, el león, aunque bien las hienas podrían acabar contra uno de ellos en grupo, el reino animal lo lideraba un león marrón.

Temible en todo su esplendor, y odiado por las presas.

Fue el momento donde un cachorro de hiena abría los ojos ante tanto ruido.
El momento borroso de su vista se aclaró cuando muchos “humanos” estaban en su territorio.

Gritaban y se golpeaban contra los árboles, jamás los había visto reaccionar así.

Se levantó corriendo en busca de su manada, pero parecía que se habían olvidado de ella, porque no había ninguna hiena y lo raro era que ningún humano intentaba llevarsela.

No eran ese tipo de humanos.
Se dió cuenta de eso cuando tropezó y cayó de cara en un charco.
El mismo charco fue su primer encuentro con el mundo, porque le mostró su ahora nueva realidad.

No tenía una cara alargada y una trompa, ni mucho menos pelo; ahora era una cara redonda, con una nariz pequeña, su cara era pálida, muy lisa y ahora tenía dos manos y dos piernas

—¡Larissa! —reconoció la voz de su mamá y era igual que ella.

Así comenzó el ascenso de quien sería la peor pesadilla de varios.
A los 16 quedó huérfana de padre y madre, ambos luchando en guerra. Ella tuvo que resguardarse en otra tribu.

No fue fácil ser acogida y adaptarse a una tribu que era debota al emblemático Jaguar de manchas negras.
Pero mientras nadie sospechaba de una niña de 16 años con la habilidad de cambiar a una hiena, ella aprovechaba todo lo que estaba a su alcance.

Ruggeri Draco, el líder de los jaguares en esa época, éste enseñaba a los jóvenes a controlar un nivel básico de las artes místicas.
Era escencial aprender aquello, ya que eran una tribu muy perseguida.

Y Larissa destacó siempre, su talento era nato, inigualable, incluso Ruggeri le dió clases avanzadas sólo a ella.

—Eres increíble, jamás había visto un avance así de rápido, yo tardé tres años en desarrollar mi poder —Halagó el señor.

—Quiero ser la mejor —contestó ella —Quizá un día yo pueda tomar su puesto, le aseguro que protegeré la tribu con uñas y dientes —aseguró ingenuamente.

El señor sonrió y negó.
—Serías sin duda la mejor líder —una sonrisa se plasmó en Larissa
—Pero mi hijo, Draco, es quien tomará mi puesto, y aunque es muy chico es el único legítimo, no tú.

El señor la dejó sola.
Trató de no tomarlo tan personal, sabía cómo era eso, siempre los legítimos hijos debían ser los más poderosos y no quienes se esfuerzan.

De todas formas su plan de venganza estaba avanzando, estaba dándole tiempo al tiempo.
El viejete del rey que vendió las almas animales por un amor era su mayor meta

A los 24 abandonó la tribu en busca del camino hacia el Valle, su verdadera casa, pero al llegar allá recibió la noticia de que el rey loco había muerto y ahora otro león había tomado su puesto, un león negro.

“Es joven, pero fuerte, a orden de él todos debían estar en su forma animal, para no llamar la atención” fue lo que una hiena vieja le dijo, pero ella no regresaría a su forma animal, así que se fue de allí.

—¡Maldita sea, maldita sea! —se reprochaba.
Un plan con años de dedicación, con tantos esfuerzos se habia ido al caño, había valido nada, el viejo murió y ni hijos o esposa dejó, toda su familia era polvo y solo un recuerdo.

MALÉFICO: DUEÑO DEL MAL |KOOKMIN| 1960Donde viven las historias. Descúbrelo ahora