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Ese silencio era un infierno, un maldito infierno que solo podía ser escuchado dentro de sí. Estaba viviendo una penitencia irreal, ajena a su vida, pero entonces regresa a la realidad y su realidad era real. Sus sentimientos estaban viviendo un infierno.

Y las preguntas eran constantes,
❝¿en qué momento me enamoré tanto?, ¿por qué lo hiciste?❞

❝¿Cuándo ibas a decirlo?, ¿Qué ibas a hacer conmigo una vez me tuvieras?❞

❝¿Por qué sigues siendo el único en mi corazón que puede hacerlo latir en demasiado y también destrozarlo? ¿Por qué tuviste que ser tú?❞

—Estás enamorado —escuchó a su madrina. Y sí, estaba perdidamente enamorado, estaba locamente enamorado y estaba siendo su peor maldición.

Enamorado de su cazador, de quién atentó contra su vida desde que nació.

¡Había sido un estúpido!
❝Creí en un cuento de hadas que no existe, mi cuento era en un laberinto dónde me metí y me perdí, ahora entiendo que todo era un juego y yo ni si quiera sabía jugarlo.❞

—No —le respondió a su madrina, fingiendo sonreír

—No te creo, pero te dejaré tranquilo —avisó, pasando su mano por las mejillas del rubio, pues unas largas lágrimas bajan de sus ojos.

Ahora entiendo el miedo de todos, y ahora yo también te tengo miedo de lo que eres capaz de hacer, prefiero no ser uno más de tus espectadores y escapar de tus garras que ya bastante daño me están haciendo.

❝No voy a mentir, me duele, porque aún así te amo, te amo y.... te amo❞

—Madrina —Rosé giró hacia su niño de pelo rubio.
—Vamonos lejos, te lo ruego, no quiero estar aquí, sé que tú sabes...

Rosé corrió a abrazarlo antes de que se desmoronara en mil pedazos.
Lo cubrió entre su pecho y lo abrazo fuerte, como si hoy fuera el día en que cumple años y en el que muere.

Jimin se aferró a ella, tenía pocas fuerzas, sus manos temblaban y empezaba a sentirse cansado por tanta lágrima derramada.

—Dime qué está sucediendo, Jimin —pidió Rosé
—Te ayudaré, pero dime lo que sucede

—Yo...—intentó decirle, pero un nudo en su garganta lo detuvo, cómo podría decirle aquello, provocaría un enfrentamiento entre sus madrinas y él, y no, no quería eso.

De pronto se empezaron a escuchar las pisadas de Jisso y Jennie que llegaban con las pocas maletas.
Jimin limpió sus mejillas y se dió la vuelta, ocultando todo nuevamente.

—¡Vámonos, ancío llegar y salir de aquí! —dijo Jisso

—¡Sí, sí, vamos! —apoyó Jimin fingiendo la alegria que no podía compartir verdaderamente

—Sí...—contestó Rosé no muy convencida

Eran cerca de la ocho de la noche, lo que para ellos era el brillo de la primera estrella, la noche empezaba a caer.
Las hadas, como antiguas hadas del Páramo, sabían algunos caminos para llegar a la salida lo más pronto posible.

Atravesando un campo de cosecha, Jimin desde enmedio cargaba con él a su lindo pollito, acariciaba el cultivo, despidiéndose internamente de todos, de la tierra que lo acogió, de su gente, de sus lindos paisajes y de él, sobretodo de él.

Sacudió su cabeza intentando no pensar en él, no lo haría o sino sus ojos brillarían igual que aquella estrella reluciente.

El pequeño pollito sacaba la cabeza del suéter de Jimin y hacia un ruido con su boca, parecía querer a su mamá.

MALÉFICO: DUEÑO DEL MAL |KOOKMIN| 1960Donde viven las historias. Descúbrelo ahora