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Parriel cabalgó cuál corcel en rescate de su princesa, sin embargo, en lugar de una princesa, rescataba la vida de los dos jóvenes apuestos.

Sin mirar atrás, sabiendo que su amo estaba rodeado por aquellos Grows, no sabía por quién preocuparse realmente, pues su amo era un hombre fuerte, y sabía que los protegía y se protegía bien.

Cruzó la barrera que separaban al bosque del Páramo. Justo al estar en sus tierras algunos de los pobladores que andaba por aquella zona lo miraron preocupados.

Relinchó, y nuevamente empezó a correr hacia la zona de las hadas Valkirias sanadoras, ellas eran las únicas que podrían ayudarlo a detener el sangrado en el cuello del rubio y curar algunos rasguños en las alas del hado Flu.

En el camino se encontró con cinco caballos de diferentes tonalidades siendo montados por cinco mujeres: Hadas Valkirias, así se hacían llamar pues no eran descendientes de las Valkirias pero su labor era el mismo.

—¡Regresaremos con Jeon, no te preocupes Parriel!—Le gritó una de ellas mientras seguía a toda velocidad su camino.

Parriel descansó de un peso menos.
Las Hadas Valkirias eran muy respetadas, e incluso alabadas, pues eran la guardia al rededor de todo el Páramo.

Todas eran mujeres. Hubo algunos momentos dónde los guerreros humanos las subestimaron y todos ellos quedaron en el suelo con una espada al ras de su garganta.

—En realidad será Maléfico quien se encargue de traernos de vuelta—Bromeó una chica de tez morena, Mía.
—Hace meses que no salimos al exterior

—Para qué saldríamos si hay muchos lugares del Páramo que no has visitado—Le gritó su hermana mayor.

—Es diferente—Contestó Mía cabalgando más rápido, intentando llevar el ritmo de todas ellas.

—Conoce tu territorio, después podrás salir a explorar—Dijo sabiamente la líder, la mayor de ellas.

—¡Una carrera!—Propuso Mía alegremente, a pesar de ir cabalgando con rapidez, podían escucharse. Mía era una de las más jóvenes y aportaba ese grano de balance a las guerreras entre la juventud y la experiencia, lo inesperado y lo esperado.

—¡Si gano, me dejarás salir dos veces fuera del Páramo!—Gritó emocionada mirando a su hermana.

La hermana dudaba, pero era hora de darle la oportunidad de demostrar su potencial.
—¡Cuando te gane, harás las guardias en el área de los Ristopos!

—¡Hermana mía!—Sonrió triunfante—¡Yo no ganaré!—Exclamó.
—Lo hará Tiberius!—Tiró de los cabellos de su compañero y con un relincho se impulsó con mayor fuerza hacia delante, la joven se sujetó con firmeza y trató de unirse más al caballo.

De inmediato se posicionó en la cabecera.

Mientras tanto, en la cabaña humeante, las tres mujeres más talentosas andaban revoloteando cuál hadas en danza.

Volando de aquí hacia allá y de allá hacia acá.
Sus bonitos y diminutos vestidos bailaban con el viento, y su fresca aura alegraba la cabaña.

—¡ESTOY A PUNTO DE COMETER DOBLE ASESINATO SI NO ME DICEN DÓNDE ESTÁ JIMIN!

—MEJOR TÚ DIME DÓNDE ESTÁ

Las tres hadas sostenían con rudeza el mechón ajeno de cada una de ellas, haciendo un triángulo. Las tres estaban igual de preocupadas, asustadas y al borde del colapso.

—¡TU ASQUEROSO ROSTRO Y EL PASTEL AZUL NOS LLEVÓ A ÉSTO!—Gritó Rosé, jalando el cabello de Jennie.

“¡Au!”—Exclamó Jennie adolorida, pero aún sosteniendo el mechón de Rosé y en la otra mano la coleta de Jisso.

MALÉFICO: DUEÑO DEL MAL |KOOKMIN| 1960Donde viven las historias. Descúbrelo ahora