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Estar en África era estar entre la vida y la muerte, porque la naturaleza misma devora a los débiles y a los novatos, la crueldad con la que se rigen todos allí es admirable.

De eso, Lee y Ara estaban enterados, por ello, temían por sus vidas y más aún cuando descubrieron que los poderes de Lee no servían, no podía si quiera mover una piedra.

Así que en tiempo real, Lee conducía a toda velocidad el auto Ford, una gran máquina inventada por el señor Ford, que gracias a él tenían vida ya que detrás de ellos le seguían el paso tres rinocerontes.

Ara iba atrás con el rubio, quién ya había despertado, pero con un trapo en la boca le hacían callar y con mecates en las manos y pies le impedían moverse.

—¡Vamos, vamos, acelera! —gritaba Ara tan ansiosa de lo cerca que estaba el afilado cuerno del animal.

El auto empezó a perder velocidad y Lee tomó la decisión más arriesgada. Giró el volante y direccionó las llantas hacia el río que tenían enfrente.

—¡Maldita sea, Lee! —gritó Ara por última vez antes de saltar del auto al río.

Pero como todo río, este tenía una corriente fuerte descendiente, así que los jaló a los tres junto con el auto.

Jimin seguía atado de manos y con el pañuelo en la boca, tenía nula esperanza de vida, no podía respirar bien y tampoco flotar.
Lee trató de alcanzarlo pero detrás de ellos les seguía un hipopótamo, de grande mandíbula que prefirió alejarse del rubio y dejar que la corriente lo alejara mas rápido.

Jimin trato de sacar la cabeza al exterior, pero una roca se interpuso en su camino y chocó tan fuerte que lo hundió, aún así la corriente lo siguió jalando.

Eran dos hipopótamos los que los seguían, ambos tenían órdenes de entregar a los visitantes no deseados al rey león.
Sí, eran cambiaformas.

—Yo me haré cargo —le dijo a su compañero, entonces se sumergió y pataleo para llegar hasta Jimin quien estaba pataleando en el fondo por subir a superficie.

Cuando el hipopótamo estuvo cerca de él, cambió a su forma humana y lo tomó del cuerpo.
Jimin aún conciente vio todo y se agitó asustado y consternado, intento gritar pero no pudo, cuando salió a la superficie y cayó en tierra, se revolcó del miedo que terminó por desmayarse.

El otro hipopótamo también salió del agua en forma humana, los otros dos humanos habían logrado escapar.

Pero ambos hombres se miraron el uno al otro cuando vieron el rostro tan conocido del chico rubio.

—Es imposible —dijo uno de ellos.

Detrás de ellos llegó un grupo de panteras y leonas.
—¿Los tienen? —preguntó Namu.

—Solo uno, los otros dos siguen en la corriente del río, si corren tan veloz los alcanzarán —dijo el hombre sin quitarle la vista al chico rubio.

—¡Rápido, vámonos! —ordenó Namu a su equipo
—Llevenlo a la aldea —le dijo a los hombres que capturaron al rubio

Los felinos corrieron como si atraparán a su presa, y Namu antes de irse, lo detuvo el hombre que sacó del agua a Jimin.

—¡Espere! —le gritó —No se ha dado cuenta

Namu lo miró, entonces cambió a su forma humana.
—¿De qué?

El hombre le señaló al rubio, entonces Namu lo observó y sus ojos se abrieron en asombro.

—¡No, no, esto no es verdad! —dijo asombrado
Entonces se tiró al suelo y empezó a moverlo, esperando que no esté muerto.
Pero como no respondió lo cargo.
—¡Cambia! —le gritó al hipopótamo.

MALÉFICO: DUEÑO DEL MAL |KOOKMIN| 1960Donde viven las historias. Descúbrelo ahora