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Año actual 1983

Al amanecer del primer día de la desaparición de su inocente y lindo principe, las tres hadas madrinas, como las buenas cuidadoras y criadoras, partieron en vuelo tan rápido que incluso rebasaron a tres caracoles.

Claro que hubiesen llegado a la velocidad de Maléfico, pero es que sus talones no resistieron la caminata, apenas si en los pies de Rosé se estaban formando unos lindos callos y los de Jisoo sangrando.

—les advierto, zopencas —Jennie tomó la palabra, seguían caminando a metros aún del reino.
—, si el rey nos manda a la horca por no cuidar bien a su hijo, yo misma les ahorraré el trabajo a los oficiales.

El viaje se había extendido demasiado tiempo, podrían volar como colibrí, pero era peligroso, los aldeanos podrían confundirlas con criaturas del Páramo malvadas, claro que, son originarias del Páramo, pero tienen un acuerdo con el rey.

Un acuerdo espantoso, terrorífico, malvado, inhumano, y no, no es un matrimonio arreglado, sino cuidar que Jimin no se acerque a una rosa con espinales. Pff, pan comido.

Pero ahora estaban perdidas, más de lo que está la esperanza del rey, porque Jimin ahora está solo en alguna parte del mundo, sufriendo por no tener el amor de su madrina Jisoo, o al menos eso era lo que ella pensaba.

—Podemos detenernos aquí —pidió la hada verde, agonizante y suplicante. Se detuvo en medio del pasto y se echó al suelo.

—Hemos hecho diecisiete paradas continuas, no puede ser que sigas cansada —expresó, Jennie, con total molestia.

—Es que, si alguien hubiera traído comida, no estaría muriendo de hambre cada veinte segundos —Acostada en el suelo, con tanto cansancio, su estómago rugió

—No es una excursión de día de campo, ¡es una misión! —enfatizó, Rosé, dándose la vuelta y empezar a caminar hacia su destino inicial.
El palacio real.

Aunque los pobladores del palacio ya se habían acostumbrado a la nueva vida que tenían que llevar, algunos desobedecian aquello.
La prohibición de rosas con espinas había sido un decreto real, sin embargo, todos escucharon las palabras de Maléfico.

Al cumplir los 18 se pincharia el dedo con la espina de una rosa. Así que en ese transcurso de tiempo se le conoció como: los años del retroceso o los dieciocho y un día.

Los primeros dos años fueron de terror; baja economía para los campos, desesperación y quejas.

Pero todo aquello lo tenía muy despreocupado al joven rubio, quién muy apartado a lo que sucedía a causa de la maldición, él era feliz mientras no supiera nada, él estaría bien.

Además, no hay mejor lugar como el hogar, y la cama propia, por su puesto.

Jimin, bastante desolado regresaba por la vereda que se había creado por siempre pisar por el mismo lugar.
En ocasiones volteaba a ver hacía atrás imaginando que alguien llegaría y lo detuviera para llevárselo devuelta al Páramo.

Pero ese alguien debía ser el hado, porque es el único que tiene la última decisión para dejarlo entrar nuevamente, pero él sabía que eso no ocurriría.

Había algo inquietante dentro de él, una sensación diferente, distinta, algo así como vomitar y no probar, era...

—Hambre, sí, por su puesto —Se convenció ignorando la silueta que espiaba por fuera de la ventana.

Jimin buscaba en su mueble algo que comer, al parecer sus madrinas lo iban a castigar con ley de hambre y lo único disponible era el aire.

Sonrió recordando las palabras de su madrina Rosé, “Vas a comer rebanadas de aire por chistosito”, y se estaba cumpliendo.

MALÉFICO: DUEÑO DEL MAL |KOOKMIN| 1960Donde viven las historias. Descúbrelo ahora