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—Jimin — repitió en voz baja, viendo directamente a sus ojos azules

Quien con una alegre sonrisa y un sonrojo que aún no podía controlar asintió.

—Sí, ese es mi nombre. —Se acercó, con las manos atrás, al hado, quien yacía sentado reposando.
—¿Puedo preguntar por el suyo?

La pregunta dejó un vacío de voces en el exterior, un frío silencio dónde Jimin se cansó de esperar a que respondiera, sólo miró de izquierda a derecha, hasta que su martirio terminó.

—Lamento la desfortuna, Jimin —dijo —, pero no me encuentro en condición de charlar, puede quedarse a pasar la noche pero mañana se irá de aquí.

Irse era una no buena opción ahora mismo.
Había demasiada por explorar y en el resto de la noche no podría hacerlo, mucho menos a oscuras.

—No me quiero ir, —suplicó
—hay muchas cosas que en mi vida sabía de su existencia, Parriel, me dijo que...

—Creo que no me ha entendido. No somos una zona recreativa, este lugar no es para humanos

La forma en que cambio el tono del hado, hizo callar al de cabello rubio.

Le recordaba ese sentimiento de ser regañado por hacer mal algo tan sencillo.

—En ese caso, sería mejor poner un letrero —comentó siendo insolente. En sus ojos se apreciaba un brillo de diversión.

—Disculpa por no poner un letrero dónde jamás ha entrado un humano

—¿Debería estar feliz? —se preguntó ladeando la cabeza, fingiendo pensar —Soy el primero, que gran mérito.

—Espero que esa felicidad te dure tanto, porque tu estancia aquí no.
—¡Parriel! —llamó en voz alta al pelinegro, quién sin demora llegó con ellos.

—Sí, señor

—Yo no fui quien trajo a la fuerza a un joven y ahora lo corre como si nada hubiera pasado

Y mientras el hado se mantenía sereno e incluso neutro, los dos se miraban a los ojos, uno tratando de descifrar a quien tenía delante de él y el otro odiando estar compartiendo el mismo lugar.

—Le pido disculpas por traerlo a la fuerza; mañana mismo estará en su casa.
—Parriel, —Se dirigió al pelinegro —llévalo con las hadas Flu —ordenó, está vez mirando al hombre-cuervo quien asentía dispuesto a hacer bien su trabajo.
—Tienen mejores aposentos que los nuestros.

Explicó, ya que vió la confusa cara de Jimin.

—No lo he culpado a usted —dijo, Jimin, dándole un sutil asentamiento de cabeza al hado quien de forma educada lo devolvió.

El rubio le dió una última mirada, anhelando recibir un mejor trato, pero en dos parpadeos regresó a la realidad bajando la cabeza y dándose la vuelta, saliendo siendo acompañado por el amigo del hado.

—No tardes, Parriel —advirtió, Jungkook.
Parriel miró como bajaba delicadamente, el joven Jimin, y se dió la vuelta para encarar a su amo.

—Mi señor, no es como si estuviera interesado en él—Hizo una leve inclinación de cabeza en respeto.

—Si no fuera así, no estarías dándome explicaciones —Sus dedos tocaban la madera de su asiento creando una melodía.

—Mi señor—Sonrió agachando el rostro para ocultarse. Jungkook ladeó la cabeza frunciendo el ceño.

—Un hombre enamorado es muy fácil de vencer, Parriel —comentó —Ten cuidado con tus sentimientos, podrías ponernos a todos en peligro

—Mi señor —Parriel, volvió a dirigirse a él—No soy yo el enamorado —levantó el rostro aún riendo.
—No tardaré —Salió apretando los labios para no reír al ver la cara de su amo.

MALÉFICO: DUEÑO DEL MAL |KOOKMIN| 1960Donde viven las historias. Descúbrelo ahora