Capítulo 37

811 51 27
                                    

Las luces de casa están encendidas, lo cual es raro teniendo en cuenta la hora que es. Aquí afuera aún sigue lloviendo torrencialmente.

Para mi desgracia cuando entro arrastrando mis pies mi madre y padre de Reggie se dan cuenta de mi estado.

—¡Astrid!—dice ella acercándose apresuradamente hacia mi—mi pequeña ¿qué te ha pasado?

Intento sonreír para calmar su preocupación, pero lo único que logro es que las puntas de mi comisura tiemblen, provocando que vuelva a llorar.

Mi corazón duele demasiado.

El señor Peters coloca una manta sobre mis hombros y me aferro al cuerpo de mi madre, como cuando era pequeña y buscaba un refugio en sus cálidos abrazos. Supongo que hay cosas que no puedo dejar de hacer.

—Cariño, dime algo. Me preocupas.

—Solo abrazame—digo con mi voz ronca—por favor.

Ella me rodea con sus brazos apenas termino mi oración. Cierro mis ojos con fuerza y sollozo liberando toda clase de dolor que puede caber en mi cuerpo débil. Al rato me obliga a subir a mi habitación y tomar una ducha, exclamando que puedo llegar a enfermarme si continuo con la ropa mojada.

Me sumerjo en la bañera con agua tibia, atrayendo mis rodillas hacia mi pecho, en esa posición me abrazo a mí misma.
El recuerdo de la primera vez que viajamos al orfanato inunda mi mente  por completo y las palabras de Julie resuenan en mi cabeza.

Comienzo a rascar mi piel con fuerza, sintiéndome usada y sucia. Los rasguños de mis uñas se plasman en la piel de mis brazos, volviéndose roja. Froto todo mi cuerpo mientras mis ojos se ponen borrosos a causa de las lágrimas que no tardan en bajar por mis mejillas y caer al agua.

Quiero borrar el recuerdo de sus besos por todo mi cuerpo, quiero olvidar su nombre por unas horas.

Rasco mi cuello y me detengo cuando el ardor comienza a hacerse presente por los lugares donde mas fuerza hice.  Con mis manos hago un hueco y lo lleno de agua, acerco mi cara para limpiarla y así quitar el poco maquillaje corrido que queda en mi rostro.

—Hija—mi madre golpea la puerta.

No sé cuánto tiempo pasó desde que estoy aquí, supongo que demasiado ya que mis dedos están arrugados.

Salgo de mi estado desastrozo y me coloco mi bata rosa. Hago un nudo antes de abrir la puerta, no soy capaz de verme al espejo.

Me percato de que mi madre tiene sus ojos rojos e intenta darme una sonrisa.

—Tus amigos están abajo, quieren verte.

—Oh—es lo único que digo.

Estira su mano hacia mi cabello húmedo y lo toca un poco.

—Debemos hablar.

Me guia hacia su habitación. En su cama hay varios papeles, los cuales no me detengo a fijarme de qué tratan. Observo la hora en el reloj de su mesita de luz. Son casi las cuatro y media de la mañana.

—¿Qué sucede?—la miro.

Hace espacio en la cama y nos sentamos en el borde de esta. Toma mis manos.

—Me han llamado de París, tu abuela tuvo un infarto e intentaron reanimarla... ahora está en cuidados intensivos, no saben si sobrevivirá las siguientes horas.

Separo mis labios y respiro hondo. Mis manos empiezan a temblar.

Sé que la relación entre mi abuela y mi madre no es la mejor, pero se guardan cariño aunque no lo digan. Esta noticia es tan dura que siento que mi vida se está yendo al mismísimo caos.

Iridescence | Julie and the Phantoms✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora