Epílogo

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Mi mente aún seguía en shock, mi cuerpo tardaba en reaccionar. A veces me quedaba mirando un punto fijo, pensando en los momentos bellos que pasé con los chicos.

Momentos que no volveremos a tener nunca más.

No encontraba explicación lógica a todo esto que estaba sucediendo, es extraño como podemos tener todo y de un momento a otro no tener nada. Pensar en las cosas que no pude decirle me hace sentir tan pequeña en este mundo, no podré tener otro momento a solas con él, no volveré a escuchar su voz.

—Astrid—me acaricia el cabello.

Doy una larga y profunda inhalación, saliendo de mi estado desastroso en el que mi mente está apagada, sin saber como funcionar correctamente.

Levanto mi cabeza de la camilla. Tengo los ojos hinchados.

—¿Si?

Me mira con ojos cansados, pareciera que sus párpados le pesan. Sus labios están agrietados y resecos.

—Quiero beber un poco de agua—me dice con voz rasposa en un susurro.

No despego mis ojos de él, por miedo a que también desaparezca y me deje un vacío imposible de llenar.

Me apresuro a darle un vaso con agua de la mesita de luz que hay a un costado. La habitación del hospital es grande y fría, como si encajara perfectamente con este momento tan lúgubre y desolador.

—Bebe con cuidado—digo acercando el vaso a sus labios. Se inclina un poco hacia adelante y empieza a dar pequeños sorbos para satisfacer su sed.

Repaso su rostro: tiene ojeras oscuras debajo de sus ojos y su rostro está pálido, como si tuviera muchas capas de polvo de maquillaje.

Al terminar vuelvo a dejar el vaso sobre la mesita de luz y yo acerco la silla que se ha vuelto parte de mi vida en estos ultimos días. Tomo su mano izquierda entre las mías, dándole mi apoyo.

—Astrid...—sus ojos se ponen llorosos.

—Debemos ser fuertes—digo parpadeando varias veces. Trato de permanecer fuerte ante su mirada, pero la verdad es que todos estamos rotos.

Desde que despertó no hemos tenido esa charla.

Así que es momento de tenerla, de afrontar poco a poco esta dura realidad.

—Me duele todo esto—se quiebra y cierra sus ojos, hundiendo su cabeza  en la almohada. Su cuerpo comienza a sacudirse a causa de su llanto.

Verlo así me quema el alma.

Apoyo mi frente en el colchón, casi desvaneciendome. Me siento derrotada, perdida y sin fuerzas para seguir adelante.

Las gotas caen una por una sobre la manta que lo cubre.

—Jamás debimos ir a comer Hotdogs.

—Nadie sabía que estaban envenenados.

—Esto es una mierda. Dime que es una pesadilla, por favor, dímelo—me insiste con desesperación.

—Me gustaría que fuera una pesadilla... pero no lo es.

Despego mi frente y lo observo.

—¿Lo extrañas? Yo lo extraño. Me hace demasiada falta escuchar su voz.

Mis nauseas se hacen presentes. Siento mi pecho cerrarse y mi respiración volverse cada vez mas pesada.

Desde la muerte de mi padre me quedó un trauma que jamás pude enfrentar. Me daba mucha ansiedad pensar en la muerte, pensar en que por mas que quiera y lo desee, la otra persona no va a regresar.
Siempre enterraba esos pensamientos en el fondo de mi mente, trataba de eliminarlos aunque algunas noches salieran a flote y me atormentaran.

Iridescence | Julie and the Phantoms✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora