Capítulo 12: No te fíes de las hadas

660 80 6
                                    

Llevamos casi un día avanzando por el bosque. Los árboles se levantan majestuosos frente a nosotros y el olor a pino se siente como una ayuda a mi sistema respiratorio. Este aire no tiene nada que ver con el ambiente en Nueva York. 

Como no podemos transitar por el camino oficial, Garfio nos guía por un sendero que no pareciera haber sido hecho para una caminata. Ha sido complicado esquivar las ramas, los bichos y las raíces de los árboles que simulan trampas para los pies ligeros.

Por suerte, he sabido controlar el ritmo con la ayuda de una rama gruesa y alta que uso como bastón. El capitán parece sorprendido de ver la forma en que me desenvuelvo en el bosque. Las primeras horas estaba atenta que no me cayera o cansara. 

Se llevó una sorpresa con mi conocimiento sobre senderismo.

Llegamos a la orilla de un río cuando comienza a anochecer. De pronto, el clima cambia abruptamente y el frío se cuela entre mis ropas. La camisa no es nada en comparación a los bajos centígrados que hay en estos momentos.

Garfio le da instrucciones a sus hombres y estos comienzan a preparar unas pequeñas carpas con más ramas y telas gigantes. Puedo ver que se las arreglan para hacer funcionar una fogata.

Antes de partir, el capitán ordenó que la mayoría de la tripulación se quedara en el barco y aprovechara de abastecer con lo necesario. Me decepcioné cuando Smith no pudo acompañarnos.

"No se olvide de comer y, por favor, cuide al capitán" me había dicho el anciano.

—¿No será más fácil que nos descubran con la luz de la fogata? —pregunto directamente a Garfio.

Algunos me miran con mala cara por mi comentario. 

—¿Prefieres que amanezcamos muertos del frío? —comenta Garfio. Este se da vuelta hacia mí con una mano en la cadera. Se ve un poco cansado y mal genio. 

Así que decido no seguir con el tema. 

—De acuerdo —digo y me dirijo a la tripulación—. Gracias por lo que hacen, chicos. 

Escucho como refunfuñan a regañadientes continuando con sus labores. Terminan de armar las carpas y abren un par de cajas que contienen comida. De repente todos atacan para saciar el hambre. 

Quiero comer pero mi estómago ruge por algo más. Necesito ir al baño con urgencia y estoy pensando en cómo hacerlo para sentarme a orinar en el medio del bosque sin sentirme incómoda por estar rodeada de animales y hombres en la oscuridad. 

—¿Qué sucede? —pregunta Garfio mientras lo veo comer un pedazo de pan. 

—Necesito ir al baño —respondo, mientras observo hacia qué camino ir para alejarme.

Él sujeta mi muñeca cuando doy un paso y me detiene.

—No vayas tan lejos —me mira preocupado.

—¿Por qué tanta preocupación? Dios, Garfio, sólo necesito orinar. Se me reventará a vejiga. 

—No sabes lo que hay en este bosque —dice enojado—. Sólo quédate en lugares donde llegue la luz de la luna. No vayas a la oscuridad —suelta mi brazo y y se da vuelta para acercarse hacia la fogata—, por favor. 

Camino por unos cinco minutos. Estoy dando vueltas porque no sé donde será mas cómodo sentarme y exponer mi trasero al aire libre. Sin embargo, siento que estoy por mojar la ropa y me agacho.

Un alivio corre por mi cuerpo al deshacerme de todo el líquido de mi cuerpo y me da un escalofrío de placer por aguantarme tanto. 

Una vez que acomodo mi ropa en su respectivo lugar, otro escalofrío me recorre la columna, pero no es de satisfacción. Guardo silencio y miro a mi alrededor en busca del sonido, y cuando doy la vuelta puedo ver una luz en la profundidad del bosque. 

AZUL GARFIO | FANFIC CAPITÁN GARFIO #OUATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora