Capítulo 4: El Trato

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Llevo quince minutos descifrando la forma en romper algún barrote o abrir la puerta de la celda. Luego de ver por la ventanilla como la tripulación desembarcaba, fui directo hacia mi punto de escape, pero primero debía salir de prisión.

Me estaba quedando sin opciones. No podía ni siquiera abollar los fierros, ni con la más fuerte patada. Reviso mi alrededor. Inspecciono la bandeja y encuentro el cuchillo que usaba para cortar la fruta; al más mínimo contacto a presión con la cerradura, éste se partió en dos.

Demonios.

Subo a la cama en busca de algún clavo que sobresalga de la superficie, pero nada. Cuando tanteo a ciegas por debajo de la cama, en un rincón siento una protuberancia pequeña. Agacho la cabeza para verificar que sea algo útil y lo noto. Hay unos cuantos varios a medio salir que sostienen las tablas desgastadas de la cama. Toma, hijo de puta.

Hago un repaso de algunas películas, sobre todo aquellas en donde aparece una persona tratando de entrar ilegalmente a una casa. La diferencia radica en que yo pretendo salir. Introduzco el metal en la cerradura, con poca delicadeza voy presionando y haciendo círculos hasta dar con algo, lo que sea. No tengo ni la más mínima idea de lo que hago. Siento como si estuviera haciendo el ridículo cuando la puerta se abre, para mi sorpresa.

¡¿Por qué no lo había intentado antes?! ¡Ugh!

Cojo las piezas del cuchillo y me dirijo a la puerta.

Cuando llego al nivel superior, donde están los camarotes, noto que no hay actividad. Aquí no hay nadie. Aun así, espero unos segundos, para cerciorarme. Sigo subiendo, sabiendo que el siguiente nivel es la cubierta y no es seguro lo que pueda encontrarme allí. Me aferro al filo del metal del cuchillo, pensando en lo que será necesario para lograr escapar.

¿Estaré dispuesta a herir a alguien?

Al dar un pie en cubierta me doy cuenta de que no hay nadie. La brisa golpea mi cuerpo y me estremezco. Aun llevo puesto mi vestido, el cual se encuentra en el peor estado. Mi madre estaría atacada si me viera. Veo a mi alrededor, más allá de lo que el barco ofrece y noto un par de navíos más anclados en muelles.

Avanzo hacia el puente que une el barco con el muelle.

Estoy cerca, a punto, cuando alguien se aproxima al barco desde el puente. ¡¿Por qué a mí?! Rápidamente, me escondo detrás de un barril y veo a uno de los hombres de la tripulación subir al barco. Intento contener el aliento, ya que estamos demasiado cerca y podría escucharme. Le sigo los pasos; deja una caja de madera en el piso y veo que saca una especie de pergamino que tenía al interior de su camisa. Luego se dirige a popa, alejándose de mí.

Cuando se encuentra ya arriba, salgo de mi escondite sin dejar de mirarlo. Una especie de portezuela se abre desde el suelo y alguien sale desde abajo. Es Garfio.

Al momento en que piso el puente, trastabillo puesto que este se encuentra húmedo.

—Mierda —exclamo.

Y me maldigo porque no ser silenciosa.

No doy tiempo para ver sus reacciones y hago una carrera por el puente lo más rápido que mi cuerpo deje. Que mis zapatos bajos, por fortuna, me permitan correr. Siento los gritos del hombre detrás de mí, pero no doy la vuelta. Cuando llego al muelle me doy cuenta de que no estoy en ningún puerto de Maine que haya visto antes, tampoco puedo identificar la playa. Sin embargo, sigo corriendo. La visión periférica me permite comprender que es una especie de aldea y las personas a mi alrededor visten como tal. De la manera en que la tripulación luce sus ropas.

AZUL GARFIO | FANFIC CAPITÁN GARFIO #OUATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora