Capítulo 14: Solitaria

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—Demonios.

Llevo caminando toda la madrugada sin parar. Tengo sueño y estoy cansada; mis párpados pesan dos kilos cada uno, me arden los pies y el dolor de espalda se ha vuelto una tortura cada minuto que avanzo.

Desde que abandoné el campamento no quise detenerme. Alejarme lo más posible era lo único que estaba en mi cabeza y ahora lo único que quiero es descansar. Me da miedo pensar en que se den cuenta de mi ausencia y comiencen a perseguirme... otra vez. Con el mapa en mano he podido caminar tranquila en lugares seguros. 

Mi tarea ahora es buscar un río o arroyo de agua dulce. El cansancio ha hecho que mi garganta se seque y el cuerpo necesita hidratación o un baño. 

Logro encontrar en el mapa el dibujo de un río cerca de una colina. A medida que he avanzado, me he dado cuenta de que el camino se va a inclinando. El sendero es una leve pendiente y eso ha hecho que todo sea mas difícil. Para variar, la ropa que estoy usando no sirve de nada para la comodidad. 

Cuando llego a la orilla del río, me quedo con la boca abierta. La hierba es de un tono verde oscuro que contrasta con las flores púrpuras. El campo está lleno de ellas y casi me siento culpable de pisarlas. Los árboles se levantan, imponentes, verdes y grandes. Puedo ver un manzano al otro lado del río. 

Me detengo un momento y cierro los ojos. Respiro profundo; huele a tierra húmeda y escucho a los pájaros en algún lado del bosque. Levanto los brazos y me estiro, escuchando algunos huesos crujir. Hago algunos ejercicios de estiramiento y luego me acerco para probar el agua, rezando que sea agua dulce.

Saco un jarrón pequeño que he robado a la tripulación y lo lleno de agua. Casi salto de alegría cuando las papilas gustativas reconocen el frescor y dulzor del líquido. Bebo tres vasos más y me siento satisfecha.

Estoy tentada a meterme pero cuando toco el agua se me congela la mano. Soy cobarde cuando se refiere al agua; siempre me toma tiempo sumergirme en el mar cuando voy a la playa.

Recuerdo lo mucho que me tomó decidir lanzarme de la cascada cuando quise escapar de Garfio en el pueblo.

Ya sabemos como terminó: yo de vuelta al Jollu Roger.

El solo pensar en el barco, en él... El sentimiento de rabia y decepción que siento hacia Garfio se apodera de mí y mi temperatura sube. No sé qué es lo que me pasa. Solo debería sentir rabia, asco, enojo por alguien que me mantuvo cautiva y mintió todo este tiempo.

Sin embargo, estoy decepcionada. Decepcionada porque esperaba algo más. Sí, lo confieso y me regaño a mí misma. Confiaba en Garfio y esperaba algo más de su persona...

Me gusta Garfio. Físicamente. No puedo negar la atracción que siento por ese hombre oscuro, guapo, fuerte y coqueto. Pero no puedo. No debería y ya nada va a pasar.

Todo lo que pudo haber pasado, ya no será. Es estúpido solo pensar en algo ficticio.

Con ese pensamiento, me despojo de mí ropa, juntando el valor suficiente para sumergirme en el agua.

Contra todo pudor o vergüenza, quedó desnuda en medio del bosque. Respiro y en un segundo, llevo mi cuerpo al río.

El hielo del agua se siente como puñaladas en mi cuerpo. Pero increíblemente, ayuda. Ayuda contra el dolor, la incertidumbre, la rabia, las mentiras y la angustia que he sentido desde el accidente hasta ahora.

Me quedo unos diez minutos, flotando, nadando, fregando mi cuerpo para sacar la mayor cantidad de tierra y sudor posible. Siento como más firmes que antes.

Estoy terminando de poner mi ropa en su lugar cuando siento un ruido lejano. Trato de poner atención y me doy cuenta de que son pisadas de caballo.

Me apresuro en vestirme y guardar las cosas en el bolso. A lo lejos escucho voces.

¡Carajo!

Rápidamente, avanzo hacia los árboles, siguiendo la corriente del agua. Siento las voces acercándose cada vez más cuando llego a un montón de rocas justo al borde de una pequeña cascada y me oculto.

Desde mi escondite puedo observar tres personas sobre caballos. Al juzgar por sus ropas, pareciera que son caballeros, aquellos que salen en las películas fundados en una armadura. Y espadas.

El avistamiento del arma me hace retroceder del impulso y mis pies sienten la tierra inestable de la zona.

Mantengo el equilibrio mientras los escucho pasar por el camino. Mantienen una conversación que no logro distinguir. Pero algo capta mi atención.

—Los caminos deben estar despejados  para el gran día —dice uno.

—Es como todos los años y jamás encontramos nada —interviene otro.

—Callense y sigan. Puede que los reyes no tengan enemigos personales pero sí existen aquellos enemigos de estas tierras —comenta el tercero—. Cada mes, la tripulación de Garfio pisa nuestra tierra y roba nuestros alimentos y tesoros. Debemos estar siempre alerta.

Cuando nombra a Garfio mi cuerpo de inclina inconscientemente. El hada tenía razón, una vez más. Acá sí lo quieren para pagar sus crímenes.

Aguardo y escucho que desaparecen. Me asomo para ver que ya no están. Dando un paso, la tierra bajo de mí se mueve y caigo.

La gravedad me lleva hasta caer sobre hierba. Una pequeña superficie que sobre sale de la tierra.

Sobo mi cadera, la cual suavizó la caída y me asomo para ver que sí no caigo donde estoy, habría sido caída libre hacia el agua del fin de la cascada.

Me he salvado, pienso.

Cuando intendo incorporarme me doy cuenta de que no puedo pararme. El tobillo me duele y veo que me lo he torcido.

Que no sea un esguince, que no sea un esguince.

Trato de tocarlo y me duele.

—Mierda —me quejo.

—Hey, señorita, ¿puedo ayudarla?

Una voz me hace saltar en mi sitio. Levanto la cabeza y veo a un hombre inclinado hacia donde he caído.

—Necesitas ayuda. Déjeme ayudarla.

AZUL GARFIO | FANFIC CAPITÁN GARFIO #OUATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora