Capítulo 24: Oportunidad

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—Usualmente, la celebración dura tres días en el reino. Por lo que tenemos hoy y mañana para planear y escabullirnos en el palacio sin que nadie sospeche —comenta Garfio.

Hemos bajado al comedor de la posada, la que anteriormente estaba llena de personas por la noche. La luz de la mañana entra por los ventanales y baña con calidez el lugar. Las mesas y la barra están vacías más que por nuestro uso. Garfio habla de las posibilidades que tenemos para entrar y robar la habichuela mientras engullo un pedazo de pan con una pasta que no conozco, pero que se asimila a embutido de cerdo.

Tengo tanta hambre que prefiero no preguntar que es.

—Señor, si me permite —interviene George, el cantinero—. Deberían esperar a la noche, cuando la gente de los otros reinos venga y el palacio esté demasiado atestado para que alguien los note.

Garfio me había comentado que George, más conocido el chico que sirve los tragos por la noche y el chico del aseo durante el día, formó parte de su tripulación hace algunos años. Era un niño perdido de la isla de Nunca Jamás. Sí, como la de Peter Pan. Es decir, sí, la isla de Peter Pan porque efectivamente, él existe en este mundo. George le salvó la vida al capitán en una ocasión y le ofreció asilo en el barco y formar parte de la tripulación. 

Una vez convertido en hombre, se enamoró de una campesina y renunció a la vida eterna en las aguas profundas del océano. Por amor.

Amor, una palabra que me revuelve el estómago.

Luego de nuestra conversación avasalladora de anoche, todo cambió. Lo siento en el ambiente. Esto no fue como la vez que nos besamos en la posada en la villa; en ese entonces, Garfio decidió ignorar lo que había sucedido y no hablar del tema, comportándose coquetamente como desde el día que lo conocí. Sin embargo, ahora es demasiado condescendiente conmigo. Atento, amable, hasta cariñoso. He visto esa mirada de esperanza en sus ojos cuando me mira y me vuelve completamente loca.

Siento como si yo fuera la villana de la historia; la mujer desalmada que le va a romper el corazón a un hombre enamorado.

—Pensé lo mismo en un principio. Creo que la fiesta nos viene como anillo al dedo. Podremos hacernos pasar de la alta sociedad sin problema.

—¿Cómo lograremos lucir como de la alta sociedad? ¿Acaso sólo entra la gente de la realeza en el palacio? —pregunto, hablando por primera vez desde que nos levantamos. Me cuesta mirarlo en estos momentos, así que concentro mi vista en mi comida y el cantinero.

Soy una cobarde.

—Ya lo tengo pensado —dice Garfio—. Necesito hacer una visita a algún almacén de vestuario y tomar prestadas algunas prendas.

—¿No te refieres a robar los trajes? —pregunto, avergonzada.

—¿Te sorprende que lo haga?

—No tendrá que hacerlo, capitán —interviene George, en el momento que retira nuestros platos vacíos—. Mi esposa trabaja en el almacén de la modista que confecciona los vestidos que compran las princesas cuando visitan al reino. Puedo pedirle que le facilite a la dama un vestido —dice, dirigiéndose a mí.

Me acaba de decir dama. Sonrío, porque le ha salido tierno.

—Y a usted, creo que puedo conseguirle un traje digno de ser ocupado en una fiesta real. Nadie sabrá quién es.

Garfio le agradece por el favor que George nos hará y yo lo despido amablemente cuando desaparece hacia la cocina.  

Un silencio incómodo nos rodea, y no tengo la necesidad de voltear para saber que me está observando.

AZUL GARFIO | FANFIC CAPITÁN GARFIO #OUATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora