Capítulo 5: Ingenuidad

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Regresar al barco se siente más humillante que haber estado encerrada cuatro días.

Podría denominarme a mí misma fracasada, idiota, buena para nada. Mi plan no resultó; sigo en este pueblo del cual desconozco, comienzo a cuestionar mi cordura y Garfio no deja de tocarme. Como advirtiéndome que tiene total control sobre mí. Hey, mira, no puedes escapar de mí y no te soltaré porque harás algo estúpido otra vez. Había dicho mientras caminábamos por el puente hacia el Jolly Roger.

Y usaré el acento británico que tanto te gusta para mantenerte conmigo.

Bueno, eso no lo dijo. Mi subconsciente se había hecho presente después de tanta cercanía con el cuerpo del capitán.

Y aquello me sacaba de mis casillas.

No pretendo ser otra víctima del síndrome de Estocolmo. ¡No, señor! Antes muerta.

Al pisar cubierta, la tripulación realiza una formación dejando un pasillo libre para el capitán. No pasa por alto las miradas de reproche que ellos me lanzan. Aun así, mantengo mi barbilla en alto.

—¡Caballeros, terminen de cargar el barco! —grita Garfio. Me sorprende que un hombre como él, delgado y bajo, en comparación a la tripulación, pueda dar órdenes al resto. Pero eso abarca solamente su aspecto físico, porque su actitud y presencia oscura debe de doblegar a cualquier fulano.

Así como a la gente de la villa; Marie Ann parecía bastante asustada. Desesperada por deshacerse de mí, algo que se relacionase con Garfio.

—Luego de terminar sus tareas tienen la noche libre.

El vitoreo de los hombres es fuerte. Y de inmediato siento envidia por su libertad. La tripulación se apresura a sus lugares mientras que Garfio agarra mi brazo y me lleva hacia las escaleras que dan hacia la puertezuela por donde salió anteriormente. Él se agacha y la abre, luego se hace a un lado. Con un gesto me ordena que baje.

Me intriga saber que hay allá abajo pero también siento desconfianza. ¿Terminará de torturarme allí?

—Las damas primero —pronuncia y noto sus cejas moverse con burla. Y esa sonrisa.

Desciendo, bufando y haciéndole notar que me encuentro disgustada.

Mi mirada viaja por el lugar y me doy cuenta que es como un cuarto. Hay una cama pegada a una pared a un costado y un escritorio viejo de madera en el centro, lleno de papeles viejos y libros. Artefactos sacados de una película de piratas adornan las paredes y el resto del espacio. No hay puertas. No hay salida más que la puertezuela de donde bajé.

Siento a Garfio detrás de mí. Se mueve y rodea el escritorio mientras se deshace de su espada y de su abrigo largo de cuero, el cual lanza a la cama.

Sin quererlo, no puedo dejar de notar la figura que es su cuerpo. Debe de adorar el cuero; una especie de chaqueta sin mangas rodea su torso, el cual parece ser tonificado y trabajado.

—Bienvenida a mi aposento —habla. Alza las manos exhibiendo el lugar. Estamos en su habitación. ¿Qué tan raro puede ser esto? —. Deberías sentirte afortunada.

—¿Por qué demonios sería yo afortunada?

—Veo que eres bastante grosera. Jamás se había cruzado en mi camino una mujer así —se sienta y me pide que lo imite.

—No, gracias —respondo—. Prefiero quedarme parada y terminar pronto con lo que quieres.

Garfio se reclina en su silla de madera y junta sus dedos por debajo de su barbilla, pensante. No me cabe en la cabeza que tipo de información podría querer él de mí, o que motivos tiene para mantenerme aún aquí, pero a estas alturas sería capaz de hacer algo arriesgado para escabullirme.

AZUL GARFIO | FANFIC CAPITÁN GARFIO #OUATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora