Capítulo 15: Utilidad

565 76 17
                                    

Es un esguince. La última vez que sufrí de un esguince fue en la secundaria; trataba de hacer un hermoso y perfecto bloqueo en un partido de voleyball, cuando Jane Willow tropezó a mi lado provocando que cayera sobre mi pie izquierdo. 

Hubo mucho drama, de parte de la escuela y de Jane, quien, impresionantemente, lloró más que yo al pedirme perdón una y otra vez. No fue tan doloroso, pero lamenté bastante no poder volver a la clase de gimnasia en un mes. 

Ahora, pensar en cómo se sanará mi tobillo sin toda la medicina avanzada de mi mundo, sin los analgésicos y cuidados especiales, duele más que la inflamación visible en mi pie derecho.

Me encuentro acostada en la cama del extraño que me ha salvado. Luego de aparecer por sorpresa, me ayudó a levantarme -con una fuerza inesperada para su tamaño- y me guió hasta su choza. 

No había dicho ni una sola palabra desde que llegamos y se marchó. Honestamente, el dolor le ganó a mi curiosidad de preguntar. Estoy sola, adolorida y bastante indefensa. 

Al cabo de unos minutos, el extraño aparece. En sus manos posee un montón de leña y procede a prender una chimenea que funciona como cocina. Al observarlo, puedo apreciar mejor su apariencia. Es un hombre pequeño y encorvado. Lleva puesta vestimenta típica de por acá, cubierta por una capa. Es bastante delgado; sus piernas cortas y delgadas hacen juego con su rostro huesudo, las arrugas en su frente delatan su avanzada edad. 

—¿Cómo se siente?

Me toma cinco segundos darme cuenta de que me habla.

—Me duele como el infierno —me limito a decir, porque es verdad. 

Sigue trabajando en el fuego, a la vez que prepara algo de comer.  Veo que llena una cazuela de greda con una variedad de verduras y hierbas. Luego de unos minutos, comienza a salir un aroma delicioso y mis entrañas se remueven dentro de mí. 

—Puedo curar tu pie —dice, de espaldas, mientras revuelve la sopa.

—¿De verdad? —pregunto, curiosa.

—Por supuesto —responde y se da vuelta. Es la primera vez que puedo verlo detenidamente, sus ojos fijos en mí, empiezan a provocar que mi piel se erice... de repente, mis sentidos se alertan. Tengo un poco de miedo. 

—Estaría bastante agradecida con usted —prosigo—. Quería darles las gracias por ayudarme a salir de ahí... Muchas gracias...

—Te salvé —enuncia. 

¿Qué? 

—Bueno, sí —respondo, dudosa—. Por eso le doy las gracias...

—Eso quiere decir que estás en deuda conmigo —cuando dice esto, da un paso hacia adelante; lejos de la sopa, cerca de mí.

Intento recomponerme sobre la cama, me siento mas recta y mi cuerpo se tensa. ¿Qué querrá este viejo? Dios, no querrá favores sexuales a cambio...

—No quiero que te asustes —camina por la choza hasta recoger algo con sus manos. Me doy cuenta de que es mi bolso. El bolso que le robé a Garfio. 

—Eso es mío.

—Lo sé —me dice, pero no veo que le importe en absoluto la invasión a la privacidad—. Pero tienes algo que me interesa.

Él mete su mano en el bolso y saca el mapa. Trato de levantarme pero es en vano, el dolor en mi tobillo se intensifica y no puedo evitar soltar una maldición. Me siento impotente. 

—¿Sabes que es esto, querida? —me pregunta.

—Un mapa... al parecer mágico.

Una risa irónica sale de su boca.

AZUL GARFIO | FANFIC CAPITÁN GARFIO #OUATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora