Capítulo 7: Ron y sorpresas

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De regreso en la habitación de Garfio, me encuentro sentada sobre la cama, y mis piernas colgando por un costado. Me doy cuenta de los puños en mis manos y la intensidad con la que cogen las sábanas. Aflojo mi agarre y entrelazo los dedos sobre mi regazo mientras observo al capitán yendo de allá para acá, buscando algo.

Después de revelarme de qué se trataba todo lo que nos había pasado en cubierta, no emití palabra alguna. Pero es que no podía hacerlo. No dije nada ni cuando tomó mi mano y me guio hasta su cuarto, ni cuando me dijo que me sentara en su cama y aguardara allí.

Debió saber que necesitaba mi espacio por la manera en que me miraba. Pienso en el desastre que reflejo. No puedo verme, pero sé que estoy pálida, y mis tripas comienzan a sonar. Deseo tanto comer, pero más deseo beber.

De preferencia, algo fuerte.

El cuarto se ilumina con una luz tenue de color naranjo. Garfio prende una lámpara antigua, lo que me permite enfocar mucho mejor. Él tiene en sus manos una bandeja de plata pequeña con lo que parece ser material quirúrgico. Pedazos de tela limpia, que asumo que usará de gasa, y una fuente con agua.

Le veo sentarse con cautela en la silla. Al hacerlo, se queja de dolor. De seguro le siguen doliendo las costillas. Me fijo en su mano derecha y lo adiestrada que está para hacer la tarea de ambas. Y a pesar de que ese gancho debe pesar un par de kilos, éste le ayuda bastante, en lugar de entorpecerle, como lo pensé en un momento.

Se detiene unos segundos y respira profundo. Unta la tela en agua y se la lleva al rostro. Pero lo único que hace es esparcirse más la sangre y quejarse.

Me levanto, cojo la otra silla y me acerco a él. Le quito la gasa de las manos y me encargo de limpiarle la cara. Garfio no dice nada y llego a pensar que está siendo empático conmigo o sólo le cuesta hablar por su labio partido. Repito mi tarea hasta que no queda ni una gota de líquido rojo en su mejilla y barbilla, que sólo deja a relucir la rajadura de su labio inferior. Por suerte, no necesitará nada más que días de cicatrización.

—Estoy acostumbrado a ver ese ceño tuyo, pero no un rostro sin expresión —dice él.

Mi estupefacción persiste. Mentalmente estoy en otro lugar. Intento apartarme, pero la mano de Garfio sostiene mi brazo. Podría hacer una lista enumerada de todas las veces que ha sostenido mi brazo.

—¿Estás bien? —pregunta.

Levanto los hombros después de unos segundos. Su mirada es seria. Aun no sé si le molesta que yo esté tan callada o si es genuina preocupación.

Él se levanta sin decir nada, y coge un mantel que cubre algo: una bandeja. De repente, las tripas vuelven a sonar.

—¿Hace cuánto está eso ahí? —quiero saber. Tengo demasiada hambre.

—Lo dejé unos minutos antes de que despertaras. No quise interrumpir tu sueño —Garfio toma la barra de pan y parte un pedazo.

Siento su risa ligera cuando se lo arrebato de las manos y comienzo a comer como un animal. Sinceramente, no me importa mantener la compostura mientras él mira. Me siento como esos días malos del mes en que me lanzo en el sofá de mi apartamento a devorar todo el chocolate y la pizza que pueda. Con la diferencia que nadie está allí para ver la vergüenza que puedo ser.

Luego de unos minutos, la bandeja está vacía y es cuando me da sed. Estoy limpiando las migas de pan de mi rostro cuando Garfio deja caer sobre el escritorio una botella de ron. Bien. A continuación, aparecen dos tazas pequeñas de plata, como la de chupitos. Le veo verter el líquido ámbar en ambas y me tiende una. Le recibo y dos segundos después el ron corre por mi garganta.

AZUL GARFIO | FANFIC CAPITÁN GARFIO #OUATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora