Capítulo 8: Nuevo Plan

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Estar avergonzada es decir poco. Algo ínfimo.

Las imágenes son borrosas. Recuerdo la batalla en cubierta, a las supuestas sirenas, a Garfio un poco herido y la botella de ron. Debido a la gran resaca, y mi aliento, deduzco que bebí. Y mucho. Sin embargo, no tengo memoria de lo que pude haber hecho.

¿Traté de escapar otra vez? ¿Lloré? ¿Hice el ridículo? Dios mío, ¿y si me lancé al capitán?

Por mi mente permanece aquella última pregunta, pero el miedo se desvanece cuando hago un chequeo de mí misma: mi vestido está intacto al igual que las sábanas y mantas debajo de mi cuerpo. Tomando en cuenta, también, de que mi cuerpo duele, pero no de la manera en que suele doler después de una noche de aventura.

Me levanto de la cama y una punzada en mi cabeza provoca que las náuseas aparezcan. Contengo el aliento y la sensación desaparece respirando hondo. Después de un par de inhalaciones, un olor familiar llega a mis sentidos. Es vómito, estoy segura. Y puedo casi asegurar de que es mío, aun cuando no recuerdo con claridad.

Dios, ¿qué carajos pasó ayer?

Desde el camarote de Garfio puedo escuchar ruidos y voces. La tripulación ha llegado al barco. Me acerco apresuradamente hacia la ventana para ver si estamos cerca de tierra, esperanzada por la probabilidad de poder huir otra vez.

La desilusión llega instantáneamente cuando no veo más que mar alrededor del barco. La tierra que anteriormente había visitado se podía observar a lo lejos, como una fina línea sobre el océano azul.

Llevo la mano hacia mi frente, dando pequeños masajes en la sien. Tengo un ligero dolor de cabeza y mi estómago se revuelve, pero nada que no pueda soportar. Más que cualquier otra cosa, me encuentro molesta. Por la situación y por, sobre todo, conmigo. El hecho de estar secuestrada no cambia. Tampoco que mi familia no sabe de mí, ni yo de ellos. Y menos que... aunque no quiera admitir, estoy en una especie de otra dimensión.

En Nueva York no hay sirenas, ni magia.

He dejado que la desesperación y las decisiones apresuradas dominen mi cordura. No he hecho más que quejarme y lloriquear. Yo no soy así (dejando de lado la magia).

Si el capitán me quiere muerta, ya lo habría solucionado. En estos días se ha preocupado de alimentarme y de explicar las cosas de buena forma, y yo, he cerrado mi mente, aun cuando siempre he sido bastante libre de pensamiento y abierta a las posibilidades existentes.

Si mi objetivo es salir de aquí lo más pronto posible, debo hacer un esfuerzo. En vista y considerando de que Garfio no me dejará ir tan fácilmente, yo tengo que cambiar las cosas. Además, tal como él había mencionado... todo dependía de mí desde ahora. Nunca saldrás de acá si no asumes en donde estás, Jennifer, dijo Garfio.

Necesito ser lista y fuerte.

Antes de subir a cubierta y enfrentar al capitán, bebo del agua que se ha dejado en el escritorio. Asumo que es para mí, así como las rebanadas de pan y la fruta. Como todo, con un poco de renuencia causada por las náuseas y el alcohol ingerido anoche, y decido subir por la escalera.

El aire que golpea en mi piel sirve como remedio. Mejor que una pastilla de ibuprofeno. Los rayos de sol provocan una ligera punzada en la parte superior de mis ojos y tengo que parpadear para que pase. Se siente como si hubiera estado días en la oscuridad.

Hago un chequeo rápido de mi alrededor una vez que cierro la portezuela; los hombres trabajan exhaustivamente en los deberes del barco, moviéndose por todos lados, cargando cajas y atando sogas. Puedo ver algunos sujetos a los mástiles, arreglando las grandes velas de color negro. ¿De qué otro color iban a ser? Todo parece ir bien cuando veo el timón. Hay un hombre corpulento dirigiéndolo.

AZUL GARFIO | FANFIC CAPITÁN GARFIO #OUATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora