Jimin se hallaba en medio de la enorme alcoba sin saber exactamente qué hacer.
Sus asistentes lo habían dejado para que hiciera frente a solas junto a su esposo. Tenía su cabello todo alborotado y el camisón blanco se le ceñía a cada una de sus curvas.
Permaneció descalzo sobre la fría baldosa mirando sobrecogido la enorme habitación de Jungkook, no, ahora de ambos. Nunca antes había visto algo tan asombroso; la alcoba del señor Jeon era mucho más grande que toda la cabaña que había compartido durante años con SeokJin.
Sus pertenencias, incluidos sus nuevos trajes, se hallaban ya en el enorme armario del señor, junto con varios pares de zapatos que sólo podían haberse hecho para él. Advirtió una serie de puertas pesadas aparte de la que daba al pasillo, pero estaba demasiado nervioso como para explorar a donde llevaban.
Anduvo descalzo hasta las ventanas que daban al mar. La habitación estaba caldeada con las llamas que rugían en el hogar, no obstante, él temblaba. En el exterior, hacía tiempo que el sol había renunciado a pelear por iluminar el cielo, sucumbiendo a las nubes oscuras y la lluvia feroz. El trueno y el relámpago se habían desplazado tierra dentro, pero dejaron atrás un goteo constante de lluvia que resonaba en todo el palacio.
La puerta se cerró poco a poco a su espalda, Jimin se dio la vuelta llevándose una mano rápidamente a la garganta como gesto protector.
Jungkook se encontraba de pie observándolo con los ojos entrecerrados, apoyando la cadera contra la pared con aire perezoso.
—¿Has advertido que esta habitación carece de esas obras de arte tan poco atractivas? —preguntó.
Se enderezó de a poco y se pasó la mano por el pelo negro y ondulado, despeinándoselo más de lo habitual incluso. Se sacó las botas y los calcetines, que apartó de una patada a un lado. Resultaba más intimo que nunca verle así descalzo en su dormitorio.
Parecía casi cansado, como si la fachada que presentaba ante el resto del mundo no la mantuviera en la privacidad de su santuario interior. Su rostro se veía ensombrecido, con líneas marcadas alrededor de la boca.
Jimin sintió un deseo repentido e inexplicable de difuminar esas líneas.
En vez de eso, asintió, agradecido de que el pelinegro estuviera dispuesto a esperar unos momentos antes de abalanzarse sobre su cuerpo.
—Si, me he fijado. Da cierto alivio. —temiendo haber herido sin darse cuenta de sus sentimientos, el rubio le sonrió para quitar hierra a sus palabras. —Pero debo de admitir que hay obras preciosas en el palacio.
Se apartó de la ventana y de la vista del mar espumoso para retroceder hasta las sombras.
Jeon se adentró un poco más en la habitación, deslizándose a su manera silenciosa hasta el lado opuesto de la gran cama. Jimin se relajó visiblemente al advertir la anchura enorme de la cama con dosel escarlata que se hallaba entre ellos, tan grande que casi parecía una habitación aparte.
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𝑳𝒂 𝑴𝒂𝒍𝒅𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝑱𝒆𝒐𝒏 ✧ 𝙺𝚘𝚘𝚔𝙼𝚒𝚗.
Fanfiction《 FINALIZADA 》 Jimin toda su vida ha sido un tanto "diferente". A sus escasos 19 años es el sanador del pueblo en el que vive y es la alegría de sus vecinos, que lo protegen a él y a su peligroso secreto. Por eso, cuando se le convoca al Palazzo de...