El criado que los había guiado hasta aquí llegó casi sin aliento.
Llevaba las ropas un poco descuidadas, como si se hubiera vestido sobre la marcha. El hombre abrió mucho los ojos ante la visión de Jimin y Sophie en los brazos de su señor, pero tuvo la discreción de no comentar nada.
—Ocúpate de los destrozos, Leeteuk —ordenó el señor Jeon, pasando junto al hombre sin tan siquiera mirarle.
Jimin contuvo la respiración sin atreverse a hablar o moverse. Notaba el cuerpo duro y caliente de él, insoportablemente masculino.
Mientras los llevaba a él y a Sophie a través de los pasillos interminables, apreció los pasadizos y bóvedas intentando recordar el camino de forma automática, pero Jeon se movía muy rapido. SeokJin casi tenia que correr para seguir su marcha. La escalera de caracol por la que ascendieron era amplia y ornamentada, la barandilla tenia la forma de una serpiente dorada enrollada en torno a una rama larga y retorcida de oro puro. SeokJin temía el tocarla mientras ascendía, balbuciendo una ristra interminable de rezos.
En circunstancias ordinarias, Jimin habría encontrado divertidas las supersticiones de SeokJin, pero encontrándose en los brazos de Jeon, pegado con fuerza a su pecho, le resultaron incómodas.
El cuarto infantil se encontraba al final de otra larga arcada abovedada, pero el interior de la habitación era de menor tamaño, menos intrincado. Nada de amenazadoras esculturas de criaturas míticas, ni gárgolas siniestras listas para atacar. Sin embargo, tras la cama, los tapices oscuros y pesador cubrían la pared del techo al suelo, y hacía frío, pues no había troncos en la chimenea.
El señor Jeon lo dejó con cuidado sobre la cama y mantuvo a la pequeña en sus brazos. Dio una palmadita distraída a Sophie en la cabeza, con la atencion todavía puesta en él.—Mírame.
Dijo esta palabra con suavidad. Su voz era un arma seductora, una tentación e invitación a algo que quedaba más allá de la comprensión.
Jimin encontraba incómoda la manera en que era consciente de su propio cuerpo, blando y curvo que resaltaba contra la fuerza dura del señor Jeon. Y luego estaba esa extraña corriente que circulaba entre ellos, formando un arco crepitante con una vida que no entendía. Solo sabia que su voz era suave y que podía moverse sobre su piel como dedos acariciadores, y que si se atrevía a mirarle a los ojos podría quedar atrapado eternamente en ese abismo oscuro.
Entonces sacudió la cabeza con obstinación, apretando los ojos y mirando con decisión al suelo. Jeon, claramente exasperado por su desafío, le cogió la barbilla con los dedos firmes y lo obligó a levantar la cabeza para que encontrara su mirada.
Por un momento, se miraron el uno al otro.
Sus ojos eran hermoso, negros como obsidianas y centelleantes como gemas. Hipnóticos. Insondables. Jimin notó una sensación curiosa, como si pudiera caerse. Era tan real que agarró con los dedos el cobertor para sentirse más seguro.
Percibió un rumor en su mente, un calor. Estaba bajando la resistencia, ahogándose impotente en la seducción de aquellos ojos negros. Sophie se meneó en su regazo, agotada ya por la actividad pese a ser breve debido a la pequeña porción de enfermedad aun en ella. Desde algún lugar del pasillo, se oyó una puerta cerrándose con un golpe suave. Por algún motivo el sonido resultaba siniestro en la penumbra del cuarto infantil; fue suficiente para romper el hechizo.
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𝑳𝒂 𝑴𝒂𝒍𝒅𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝑱𝒆𝒐𝒏 ✧ 𝙺𝚘𝚘𝚔𝙼𝚒𝚗.
Fanfiction《 FINALIZADA 》 Jimin toda su vida ha sido un tanto "diferente". A sus escasos 19 años es el sanador del pueblo en el que vive y es la alegría de sus vecinos, que lo protegen a él y a su peligroso secreto. Por eso, cuando se le convoca al Palazzo de...