Jimin abrió la puerta y luego retrocedió sin entrar en la habitación, más bien se apartó de prisa, cubriéndose con discreción la boca y la nariz con la mano.
El hedor era inaguantable.
La niña había vomitado repetidas veces. La colcha estaba húmeda y manchada por los intentos del cuerpo de liberarse de las toxinas. Jimin tuvo que aplacar una oleada de rabia por el hecho de que los adultos dejaran a una criatura sufriendo a solas por temor a un posible contagio. Reprimió la necesidad de sentir una náusea por el hedor de los mil demonios y se acercó a la cama. Tras ella la puerta se cerró de golpe con un fuerte portazo. A pesar del grosor, no ahogaba el gimoteo inútil y molesto que venía del pasillo. La chimenea bramaba, generando un calor tremendo, y la habitación parecía brillar con un naranja extraño e inquietante a causa de las llamas.
La niña se veía menuda en medio de la pesada cama de madera. Pequeña, tal vez de siete años, tenía el pelo oscuro enredado, las ropas manchadas y empapada en sudor. Su rostro cubierto por gotas de transpiración se retorcía de sufrimiento.
Jimin se acercó a ella sin vacilación, reflejando en sus ojos azules toda su compasión. Rodeó con la mano la pequeña muñeca de la niña, con el corazón encogido.—¿Por qué esperaron tanto en llamarnos? —susurro bajito.
Algo grande y amenazador se agitó en las sombras alejadas de una cavidad empotrada cerca de los grandes ventanales. SeokJin soltó un chillido y de un brinco retrocedió santiguándose hacia la puerta. Jimin se situó protector entre las sombras y la niña, preparado para defenderla del espectro de la muerte.
El cuerpo grande de un hombre surgió de poco a poco de la oscuridad.
Era alto, de constitución poderosa, con pelo negro largo y húmedo de sudor. Se balanceó con inestabilidad por un instante, con una mano pegada al estómago. El dolor marcaba líneas profundas en su rostro.
Jimin se apresuró a moverse hasta él, pero el hombre negó con la cabeza y sus ojos negros como el azabache se entrecerraron con advertencia.
—No te acerques a mí. —su voz sonaba débil, pero transmitía una autoridad inconfundible. Indicó con un gesto a la niña en la cama—:¿es la Peste Negra? —su mirada estaba fija en el rostro de SeokJin.
Ambos se quedaron paralizados por un momento.
Era el señor, el propio señor Jeon.
Incluso enfermo como estaba, estremecido por la fiebre y el dolor, parecía poderoso y muy capaz de deshacerse con facilidad de ellos dos. Para disgusto de Jimin, SeokJin se santiguó por segunda vez.
—¡Dio! ¡Dios, hombre, quiero una respuesta! —exigió, juntando los dientes blancos como un lobo hambrient— Por favor dígame, ¿tenemos la plaga?
SeokJin dirigió una breve mirada a Jimin, que negó levemente con la cabeza y de nuevo se acercó a la niña, retomando enseguida su actitud de joven asustado del servicio. Era muy versado en aquel papel, empleándolo siempre que era preciso.
ESTÁS LEYENDO
𝑳𝒂 𝑴𝒂𝒍𝒅𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝑱𝒆𝒐𝒏 ✧ 𝙺𝚘𝚘𝚔𝙼𝚒𝚗.
Fanfiction《 FINALIZADA 》 Jimin toda su vida ha sido un tanto "diferente". A sus escasos 19 años es el sanador del pueblo en el que vive y es la alegría de sus vecinos, que lo protegen a él y a su peligroso secreto. Por eso, cuando se le convoca al Palazzo de...