Anillos

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- ¡No puedes terminar conmigo! - Exclamaba la señorita totalmente molesta e irritada - ¡Yo termino contigo porque a mí nadie me deja!

- Está bien, ahora vete por favor - Dijo fríamente Endou - Agradeceré que me dejes solo.

- Supera de una vez a ese chico, él te abandonó... ¡No pensó en ti cuando se fue! ¡No te amó en lo absoluto!

- ¡Cierra la boca! - Gritó furioso.

- Endou... - El fuerte e imponente tono de voz que habían usado la dejó temblando, no era propio de él hacer eso.

- No te atrevas a hablar así de él, no lo conociste como yo - Interrumpió tajantemente - No te permito expresarte de él de esa manera.

- Nunca serás feliz si continúas viviendo a base de recuerdos, yo estoy aquí y puedo hacerte feliz si me lo permites.

- Si bueno... ¿Eso es desición mía, no?

- ¿No me amas acaso...? - Lagrimeando antes de salir de la casa del castaño - ¿Ni un poco...?

- No, mi corazón le pertenece a él y siempre será así - Suspiró tratando de calmarse - Además, como ya lo has dicho, prefiero ser infeliz viviendo a base de recuerdos antes de engañarme saliendo con alguien por quien no siento nada.

- ¡Eres un idiota! - Explotó la joven, propinándole una cachetada y saliendo de la vivienda, cerrando la puerta con furia tras de si.

- Adiós Natsumi - Susurró para sí mismo, acariciándose el rostro por el golpe que acababa de recibir.

Bastante fastidiado, el chico de la banda naranja subió nuevamente hasta su habitación, necesitaba un descansar de todo el drama que su antigua compañera de la secundaria siempre hacía, estaba harto de fingir quererla.

Decidió que ella sería su último intento, la carta final para olvidar a Kazemaru pero no funcionó, por el contrario, sólo consiguió sentirse peor al comparar a las personas con las que había estado durante ese año con el ojiavellana, nadie se acercaba ni un poco a lo que este le hacía sentir, por lo que no valía la pena seguir saliendo con diferentes parejas si todo acabaría de la misma manera.

Los arreglos de la casa seguían exactamente igual, lo único diferente era que en los pasillos los marcos con las fotos de la pareja habían sido guardados en cajas por el dolor que sentía el castaño cada vez que las veía.

- ¿Seguirás pensando en mí, tanto como yo pienso en ti? - Se preguntó mientras miraba de reojo el oso de peluche que tenían en una de las esquinas de la habitación - Oye, príncipe... Él se volvió a ir, pero esta vez no estoy seguro de si regrese, solo somos tú y yo mi amigo.

En su mesa de noche estaba todavía su anillo de compromiso, guardado en la misma caja de terciopelo con la que le pidió matrimonio al peliazul, la cual estaba en perfecto estado, no tenía ni una sola pizca de polvo o suciedad porque el castaño la había cuidado con esmero y dedicación, a pesar de que ya no usase su aro hacía años, no quería deshacerse de él, era un muy grato recuerdo de su persona favorita, solo cuando estuviera listo para dejarlo ir en su totalidad es que ese anillo se iría de su lado.

Fue cuando su nostalgia se vio interrumpida por una llamada telefónica de un número desconocido, mirando desconfiadamente la pantalla pensó en colgar, el ser una figura pública tenía como desventaja que si contestaba y era un fanático o algún miembro de la prensa, su número se filtraría y tendría que actualizar sus datos nuevamente.

Dejó que el celular sonara hasta que la llamada se perdiera, pero cada que se esta se cortaba, nuevamente le volvían a marcar, la persona que trataba de contactarlo era realmente insistente, tenía ya el registro de su móvil repleto de notificaciones de aquel desconocido número.

¿Fácil? ¡No! (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora