Niños

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Eran las cinco y media de la mañana cuando Fudou abrió los ojos, estirándose para llenar de energía su cuerpo y así comenzar el día, sin embargo al asomarse por la ventana, se dio cuenta de que el sol no había hecho acto de aparición aquella mañana, quizá era demasiado temprano, pero él era Fudou Akio, una vez despierto, no volvía a dormirse.

Con la mente tan estricta y perfeccionista de siempre, se puso su ropa deportiva, tomando una toalla, su botella de mano y una liga para su cabello, el cual comenzaba a ponerse cada vez más largo, pero la verdad era que no quería cortárselo, al menos no por el momento, por lo que comenzó su rutina de ejercicios en el patio - Cuerpo sano, mente no tanto - Se dijo a sí mismo a la par que levantaba pesas con sus brazos intercaladamente, para él era de suma importancia mantener su físico.

Si bien era un futbolista profesional retirado, una legión de fans seguía respaldándolo, aunque eso era lo de menos, lo que realmente quería era darle un buen ejemplo a su hijo sobre lo que la dedicación y esfuerzo significaban. Recordando que en su pasado a la edad de cuatro años tuvo que ser testigo de la ruina de su familia, siendo un episodio muy doloroso e incluso traumático para él, lo que a su vez lo llevó a jurar sobre su cadáver que su pequeño Shindou no pasaría por nada parecido.

- ¿Tan temprano entrenando? - Preguntó el castaño de las rastas, recostándose en el marco de la puerta.

- Deberías hacerlo tú también, recuerda que Takuto necesita ver a sus dos padres como seres ejemplares... Y si su sueño de convertirse en futbolista persiste ¿Qué mejor que guiarlo con el ejemplo? - Respondió sin dejar de ejercitarse.

- Tienes razón, yo nunca dije lo contrario - Comentó riendo - Prepararé el desayuno, hoy tengo que ir a la oficina temprano para cerrar todos los contratos de la empresa, de otro modo... - Se le escapó un bostezo - No podré ir a la reunión para conocer a los hijos de Endou y Kazemaru...

Las responsabilidades en su familia estaban perfectamente repartidas, intercalándose para cumplir con los deberes diarios, lo que incluía al pequeño peligris, quien a pesar de su corta edad, siempre se esmeraba por cumplir al pie de la letra lo que sus guardianes le solicitaban, siendo cosas tan simples como recoger sus juguetes, arreglar su cama, cumplir con las tareas del pre-escolar y en el peor de los casos, quitarle el polvo a los estantes más bajos del hogar.

El cambio por el que Kidou pasó también era bastante complejo, pues siendo un infante perdió a sus padres a causa de un accidente, lo que lo llevó a desarrollar la necesidad de sentirse seguro bajo la tutela de algún adulto exitoso, siendo adoptado por una poderosa familia e inscrito a la mejor escuela del país cuando de fútbol se trataba.

El ser dependiente de otros lo volvió conformista, en el sentido de que acataba las órdenes de su entrenador sin rechistar, aún si estas implicaran lastimar a otros en el camino, sin embargo aunque trató de ignorarlo, su sentido de la justicia siempre salía a flote, haciéndolo cuestionarse sobre si sus actos eran los correctos. No fue hasta que se cruzó con Endou que entendió que el verdadero valor de soccer no estaba en las victorias, recuperando las riendas de su vida, prometiéndose a sí mismo que nunca más permitiría que lo influenciaran por su falta de confianza.

Tanto Fudou como Kidou deseaban desde lo más profundo de sus seres el evitarle a su hijo el encuentro con situaciones tan dolorosas como las que ellos habían pasado, por lo que la educación del pequeño Shindou siempre se basó en forjar su personalidad, enseñándole que aunque la vida sea dura, tenía que sobreponerse usando todos los medios que tuviera a su alcance, pero sin herir a otros.

A los cuatro años, Shindou veía a sus tutores como adultos casi perfectos, dado que estos siempre mostraban su mejor versión al infante, lo que rápidamente él interpretó como la forma correcta de hacer las cosas - Esfuerzo, dedicación y firmeza - Características realmente valiosas que él estaba desarrollando, aunque las personas ya comenzaban a tildarlo de llorón, solo había que ver su crecimiento desde el ángulo adecuado para darse cuenta de que su personalidad estaba siendo eficientemente moldeada por Kidou y Fudou, no por nada era un genio aprendiendo de otros genios.

¿Fácil? ¡No! (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora