Aúpa Capitán

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Desde casa, Kazemaru revisaba alterado cada cinco segundos su teléfono para comprobar si ya tenía respuesta de alguno de sus hijos, de quien fuera, lo único que necesitaba era saber que ellos estuvieran bien. Para fortuna suya y de su sistema nervioso, la llamada del pelirrosa resolvió en gran medida su malestar.

Sin esperar más de cinco segundos tras finalizar la comunicación con Kirino, tomó sus billetera, un abrigo y las llaves de la camioneta con claras intenciones de salir, siendo detenido en la puerta por el albino - ¡Shirou!

- Espera por favor, déjame acompañarte... Es peligroso que conduzcas estando tan desesperado... - Dijo colocándose la chaqueta a la par que se despedía del resto de miembros presentes con un simple gesto - Dame las llaves - Exigió abriendo la puerta del copiloto para que su mejor amigo se sentara.

- ... - Kazemaru sentía que tenía nuevamente catorce años y era regañado por algún adulto a causa de su imprudencia, pero por dentro sabía que realmente no estaba capacitado para manejar situaciones tan estresantes como esa, de modo que resoplando le entregó las llaves al albino y se apresuró en abrocharse el cinturón para ir cuanto antes por los niños.

- ¿Cómo te sientes...? La noticia no te cayó para nada bien... - Comentó Fubuki abriendo un poco una de las ventanas.

- ¿Tú crees? - Dijo el ex-velocista con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco - Se suponía que Miyasaka no saldría de la cárcel hasta que yo fuera un anciano... ¡Por qué demonios le dieron la libertad! ¡Es un peligro para la sociedad! No quiero ni pensar en lo que podría hacer de ahora en adelante, ese tipo está loco... ¡Mató a mi padre!

- Ichirouta, sé que él te hizo mucho daño, pero tienes que mantener la cabeza fría... No será bueno que los pequeños te vean así... Ahora más que nunca tendrás que ser fuerte por ellos... ¡Es más! Quizá Miyasaka ya hasta te olvidó ¡Es una posibilidad!

- Shirou - Llamó con mucha seriedad el copiloto - Admito que tienes razón sobre lo de tranquilizarme, pero no pienso correr el más mínimo riesgo...

El asesino de osos ya no respondió, se limitó a suspirar y conducir a la velocidad máxima permitida por las leyes de tránsito en Japón, tratando de imaginar cómo era que el rubio de ojos verdes había logrado salir de la cárcel 25 años antes de lo esperado, se le hacía simplemente impensable.

Conducir hasta el campo de la ribera del río no era difícil, excepto cuando todos los semáforos confabulaban entre sí para ponerse en color rojo cada vez que la camioneta se acercaba, haciéndoles perder la paciencia y los estribos lentamente.

Aproximadamente en diez minutos llegaron, estacionándose en una de las laterales de la calle, sin embargo antes de que Fubuki siquiera pudiera apagar el motor, el peliazul ya estaba bajándose a toda prisa para ver a los niños, haciendo uso de su velocidad por primera vez en años, dejando sorprendido al albino, quien trataba de seguirle el ritmo.

Cuando por fin lo alcanzó, la escena era simplemente enternecedora, viendo a su mejor amigo abrazar desesperadamente a todos los "pequeños", no podía imaginar como había conseguido atraparlos a todos al mismo tiempo, pero por las expresiones de estos, sabía que estaban muy confundidos por todo lo que sucedía.

- Fubuki-san... ¿Qué está pasando? - Preguntó Kariya al ser liberado del cariño del peliazul - ¿Hay problemas?

- Pues... - La mirada expectante de todos los adolescentes lograron intimidarlo levemente - Primero vamos al auto, durante el regreso les explicaremos todo ¿Sí?

Sin rechistar, los cinco menores caminaron hacia la camioneta que bien conocían, acomodándose en la parte trasera en medio de quejidos y empujones, teniendo una lucha constante por acaparar un mayor espacio en los asientos y así viajar con más comodidad.

¿Fácil? ¡No! (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora