Capítulo XVIII

1.7K 212 28
                                    

-¿Qué hacemos por aquí?-le pregunté mientras admiraba todo el vecindario desde el asiento del copiloto.

-Cenaremos en mi casa.-me contestó sin despegar su vista de la carretera.-Perdone que no se lo haya dicho, solo pensé que los ruidos del restaurante igual le incomodaban. Si quiere puedo dar la vuelta.

-No, está bien. Tuve que acostumbrarme a los ruidos de un restaurante.-comencé a decirle.-El atletismo.-nombré al ver su cara de confusión.-Durante las competiciones nos llevaban a demasiados, me cansé de encerrarme en los hoteles y no pasármelo bien.-percibí como sonrió de lado.-Me di cuenta de que los restaurantes no son mi mayor pesadilla.

-¿Cual es su peor pesadilla, señorita Vega?-preguntó intrigada.

-No vivir el momento.-admití pensativa.-Decidí que lo de mis oídos no iba a seguir partiéndome la vida en dos.

-Tenía razón al elegirle.-susurró alegre.

-¿Es por aquí?-pregunté asombrada al ver como una gran verja se habría, pero no había rastro de la casa, tan solo un gran camino de tierra lleno de árboles demasiado grandes.

-Me gusta estar apartada.-me contestó comenzando a conducir de nuevo.

La naturaleza era la protagonista del lugar, cientos de árboles reinaban el camino. Todo era demasiado bonito como para ser cierto. Abrí más mis ojos impactada por lo que estaba viendo. La casa era enorme, sus grandes ventanales llamaban demasiado la atención. Su color blanco si que era un acierto, lograba hacerse destacar entre todo el entorno.

Un gran jardín la acompañaba. El púrpura no podía faltar, por supuesto, y es que la mayoría de las flores que había eran de ese mismo color.

-Wow.-susurré sin poder creérmelo.

-¿Le gusta?-preguntó mientras aparcaba en la puerta de la casa.

-Es asombrosa.-me atreví a contestarle.

-Gracias.-dijo abriendo la puerta para poder salir.

Con delicadeza me quité el cinturón y abrí la puerta. Los sonidos de los insectos hacian de este sitio un paraíso.

-Con permiso.-musitó un hombre pasando por mi lado. Al parecer era el encargado de los coches, porque después de unos segundos se lo llevó a quien sabe donde.

-¿Vamos?-preguntó con decisión la señora Venable.-He mandado que preparen la cena, si no le importa.

-No me importa.-aseguré siguiéndole el paso.

Admiré todo a mi, las paredes y sus suelos relucían, como si todo esto fuera nuevo. Asombroso.

-Espero que le guste el italiano.-mencionó entrando a la cocina.

-Es uno de mis favoritos, de hecho.-le contesté sin poder creerme donde estaba.

-Me alegro. Julian hace la mejor lasaña del mundo.-sus manos dieron con lo que parecía un vino muy antiguo y bastante caro.-Espero que no le moleste comer aquí, estoy haciendo unas pequeñas remodelaciones en el salón.

-No, no. No me importa.-le dije cogiendo una de las banquetas de la isla.-¿Le puedo pedir algo?

-Por supuesto.-me contestó sacando la lasaña del horno.-¿Qué ronda por su cabeza, señorita Vega?-preguntó con un poco de gracia.

-¿Podría dejar de tratarme de usted?-me atreví a preguntarle. Su cabeza se ladeó buscando una explicación.-Tan solo no me gusta.

-Oh. En ese caso, así será.-sentenció sentándose enfrente de mi.-Emma.-susurró con delicadeza.

PúrpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora