Capítulo XX

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-Y este de aquí es Cuervo.-le presenté al pequeño gato que tenía en mis manos.

-Es una monada.-admitió acariciándole la cabeza.-Pero no más que tu.

-Calla, no sabes lo que dices.-deje a Cuervo en el suelo.

-¿Estás mandando callar a tu jefa?-intentó sonar ofendida.

-Puede.-entrecerré los ojos.-¿Por qué?-pregunté viendo como daba dos pasos hacia mi.

-No, nada.-su mano se dirigió a mi cintura y con un rápido movimiento me atrajo hasta ella.-Me gusta tu casa.-admitió sin soltarme.

-La tuya es mucho más bonita.

-No lo sé.-sonó confusa.-Todavía no he visto las demás habitaciones.

-Eso lo puedo arreglar.-mi mano dio con la suya.

Comencé a andar hacia la única habitación que no había visto: mi dormitorio. La presencia de Wilhemina ya no era para nada incómoda, aunque lograba ponerme nerviosa a veces.

-Es bonita.-su cuerpo se apegó a mi espalda al llegar al marco de la puerta.

-Mjum.-me sorprendí cuando empecé a notar pequeños besos en mi cuello.-¿No íbamos a cenar?

-Tengo otras cosas en mente, señorita Vega.-susurró en mi oído, logrando que todo mi ser pidiera más de ella.

Me di la vuelta para encararla pero en cuanto lo hice, sus labios se incrustaron con los míos en un beso desesperado. Sus manos fueron a parar a mi cintura, la cual apretó a gusto para que me acercara más a ella.

Su lengua no tardó en pedir permiso, el cual acepté enseguida. Nuestros labios se movían a un compás fuera de este mundo. Era increíble como cada una sabía los movimientos de la otra.

Nuestros pasos comenzaron a moverse hacia la cama. Mis ojos se abrieron al notar como Wilhemina poco a poco se separaba. Se acababa de sentar en la cama y su mirada me proporcionó todo lo que deseaba. Mis pasos lentos se acercaron hasta ella, quien con sus manos subió con cuidado la camiseta que yo portaba.

El calor aumentó cuando sus ojos se tornaron aún más negros. Que yo estuviera en sujetador ante ella era algo que nunca me hubiera creído si me lo hubieran dicho hace una semana.

Un paso más y ya estaba encima de ella. Mis piernas se conectaron a cada lado de su cuerpo como si fuera un pequeño puzzle.

-¿Puedo taparte los ojos?-su pregunta me tomó por sorpresa. Asentí mirándola directamente a los ojos.-Necesito oírlo de tus labios.-comenzó a proporcionar algunos besos por mi clavícula.

-Si.-ahogué un gemido al notar como sus manos descendían hasta mis muslos y las apretaba.

Un movimiento brusco e inesperado hizo que quedáramos en diferentes posiciones. Me erguí un poco con la ayuda de mis brazos para poder ver como Wilhemina subía por mi cuerpo.

Un pequeño trozo de tela se instauró en mis ojos, impidiéndome ver algo. Estaba a oscuras y eso lograba asustarme un poco.

Sus hábiles manos lograron sacar mi pantalón en menos de diez segundos. El juego de nuestros labios comenzó de nuevo. Sus dientes dieron con mi labio inferior, el cual no tardó en morder y estirar a gusto.

Comenzó a deslizar sus manos hacia mi vientre, al igual que ella misma. Sus besos recorrieron cada parte de mi abdomen, hasta llegar a la parte más baja de este.

-¿Puedo?-preguntó roncamente.

-Si.-intenté apoyarme de nuevo en mis brazos, pero un fuerte empujón por parte de ella me impidió moverme.

PúrpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora