―¿Gemma? ―mi voz suena irreparablemente débil la primera vez y tengo que aclararme la garganta para llamar su atención. Hemos esperado a que tome asiento en una mesa junto a la ventana―. Lo siento, ¿eres Gemma Styles?
La hermana de Harry me mira con el ceño ligeramente fruncido mientras intenta ubicar mi rostro, pero se rinde después de unos segundos.
―Perdona, ¿Te conozco de algún sitio?
―Dile que eres amiga mía―interviene Harry a mi lado.
―S-soy amiga de Harry, eh, Styles.
―No inventes, Laurel, ¿de qué otro Harry estarías hablando? ¿Potter?
No tengo tiempo de prestarle atención a su comentario gruñón, estoy demasiado atenta a la reacción que tiene Gemma ante lo que le estoy diciendo.
Dios mío, nunca fui buena actriz.
Su gesto se tuerce considerablemente y en una respiración entrecortada se echa un poco hacia atrás en su silla, como si le hubiese abofeteado mi presencia.
No debimos hacer esto. No así.
―Lamento haberme acercado así―me disculpo, entendiendo que esto está mal y debimos esperar a hacer lo mismo que haremos con Liam―, es que te reconocí por las fotos que me enseñó y no pude evitar venir.
―Eso está mejor.
Gemma continúa sobrepasada por lo que le estoy diciendo.
―Te dejaré disfrutar tu café, adiós.
―¿Qué estás...?
―Espera―Gemma me llama cuando ya he dado un par de pasos en la dirección contraria―. ¿Cómo...cómo lo conociste?
Comparto una mirada rápida con Harry. ¿Qué se supone que voy a decir? Nada de esto fue planeado con tiempo. ¡Nada de esto fue planeado en lo absoluto!
―Yo, ahm...―vuelvo sobre mis pasos y me detengo junto a su mesa otra vez―...vivo en su apartamento...En su edificio, quiero decir.
―Dios mío, esto está saliendo horrible.
La pobre Gemma me mira sin entender nada, pero en un claro intento de querer hacerlo.
―¿Qué edificio? ―pregunta―. ¿En dónde estaba viviendo?
Harry asiente en mi dirección―. Cuéntaselo.
―¿Puedo sentarme? ―le pido a su hermana.
―Por favor―señala con impaciencia, y aparta el café a un lado.
Harry se desliza en la tercera silla libre y sin ella saberlo se reúne con su hermana una vez más.
Se lo cuento: Harry se mudó a un pequeñito pueblo a las afueras de la ciudad en un intento de componerse a sí mismo. Yo me mudé un tiempo después y coincidimos una vez en el vestíbulo del edificio. Rápidamente nos hicimos amigos, más que nada porque éramos los nuevos y era inevitable.
Harry me susurra algunas cosas: después de que nuestros turnos terminaban en nuestros trabajos acostumbrábamos a reunirnos en el piso de alguno, casi siempre el suyo, para leer o escuchar música. Yo agrego que también salimos y descubrimos la ciudad por nuestra cuenta. Nos hicimos compañía, nos cuidamos entre los dos. Fuimos amigos, al mismo tiempo algo más.
Me parece que los dos, aquí frente a su hermana, construimos la historia que nos habría gustado compartir juntos.
—Dios mío, yo...—Gemma tartamudea. Durante todo mi relato sus ojos permanecieron muy abiertos y ahora su mirada nublada—... no tenía idea.