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Gracias a una nevada no puedo tomar un vuelo para ir a mi hermana. A pesar de que me asegura que está bien y que no necesito regresar para verla, me pesa profundamente no poder estar con ella.

Y lo que empezó como una nevada inofensiva terminó convirtiéndose en una mini era del hielo. Las pequeñas calles del pueblo no tardaron en colapsar y todo el mundo no tuvo más opción que encerrarse en casa hasta que la tormenta pasara.

Me sorprendí al recibir una llamada de Luke justo después de que mi alerta de emergencia se activara. Dijo que había conseguido mi número de la base de datos del trabajo y solo quería asegurarse de que estuviera bien.

Harry no podría estar más feliz de que mi trabajo esté temporalmente cancelado y aunque mi plan era dormir hasta que la nieve se derritiera, cuando sugiere que hagamos un maratón de películas no puedo negarme.

Así que saco un montón de cobijas y almohadones de mi habitación y las llevo a la sala. Nos construyo una especie de refugio y me enrollo entre mantas con él sentado a mi lado.

—Me pone triste que no puedas comer todo esto—le digo—. Aunque por otro lado, Me gusta poder comerme todas estas galletas yo sola.

Él me sonríe.

―Me conformo con vértelas comer, se ve que las disfrutas bastante.

―¿Alguna vez te da hambre? ―le pregunto, mientras coloco lo mejor que puedo la laptop frente a nosotros, en la mesita de café.

―Nop―niega mientras busco qué película poner.

―¿Qué hay de ir al baño? ―desplazo mi dedo por el mouse táctil, desplegando el catálogo de pelis disponibles―. Porque si te has estado aguantando, no me molesta en dejarte usar mi baño.

Eso lo hace reír. Me gusta cuando Harry se ríe. Me gusta hacerlo reír.

―No, no tengo ganas de ir al baño, Laurel. Pero gracias por tu ofrecimiento.

Encuentro una que seguramente nos va a gustar y le doy al botón de reproducir. He apagado todas las luces y, como está tan oscuro afuera debido a la tormenta, casi parece que estuviéramos en una sala de cine.

―¿Es así como funciona? ―me acomodo de nuevo entre los cojines, almohadas y sábanas, con la espalda apoyada en el sofá. Cojo otra galleta y me la llevo a la boca―¿No sientes nada?

A mi lado, él se queda en silencio, solo por unos segundos, con la vista fija en sus piernas cruzadas. Pienso que quizás he preguntado algo que no debía, o lo he hecho en un mal tono y no me di cuenta. Sin embargo, Harry gira su cabeza y me mira.

Y me mira con esos ojos verdes que parecen siempre estar brillando.

Juro que nunca he visto los ojos de algún mortal brillar tanto como los de él.

―Algunas cosas, sí las siento―dice, y estoy a punto de preguntar qué, pero la película comienza a reproducirse. Ambos giramos a la pantalla y el bufa―. Ay, por el amor de Dios, Laurel, ¿El fantasma Casparín? ¿En serio?

No puedo evitar reírme―. Creí que te gustaría ver a uno de los tuyos.

Y entre risas, juegos y comentarios soquetes suyos, vemos todas las películas con temática de fantasmas que encuentro. Harry se queja de lo mal representados que aparentemente están, y yo solo me carcajeo cada vez que puedo.

―Estereotipo―el grita a la pantalla mientras, en una comedia romántica, una chica atraviesa una mesa sin darse cuenta que está muerta.

―Que tú seas tan soso que no puedas atravesar las cosas no significa que otros fantasmas tampoco puedan.

Antes de irme [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora