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Imagen: retrato: Harry y yo, juntos.

Los días se convierten en días y los días se convierten en semanas. Harry y yo tomamos cuanto podemos y llenamos los espacios vacíos con promesas que no llegaran a cumplirse.

En vez de abrazarnos, cada noche nos envolvemos en una atmósfera cálida y privada en nuestro pequeño apartamento. No puedo sostener sus manos, pero su presencia transparente junto a mí me reconforta como el tacto de otro jamás lo ha hecho. En lugar de besos, compartimos secretos.

Me habla mucho sobre él.

La mayoría de las cosas que creía conocer no eran más que vestigios luminosos de aquello que sentía que podía manejar, aquello que creía no me haría odiarlo. Pobre Harry, estaba tan asustado de lo que yo pudiera pensar de él que estuvo guardándose las peores partes de su historia para que no pudiera verlo a través de eso.

—Cuando me miras, tienes un brillo en los ojos que me enloquece—dijo una noche—. Soy egoísta, pero no quiero que dejes de mirarme así jamás—hizo una larga pausa y por un instante se dedicó a sostenerme la mirada. ¿Esperaba que flaqueara? ¿Qué dejara de verle como él dijo que lo hacía, tal vez? Yo me dediqué a mirarlo de vuelta, intentando hacerle saber que si hay brillo en mis pupilas es porque reflejan toda la luz que él irradia sobre ellas—. Puedo ser bueno ahora, Laurel, pero no puedo deshacer las cosas que hice.

Era un adicto. Lastimó a su familia, manchó la memoria de su padre. Perdió amigos. Se endeudó. Tomó cosas que no eran suyas.

—¿Cómo qué cosas? —pregunté.

—El anillo de boda de mi mamá—respondió sin mirarme—. Lo tomé de su mesita de noche mientras dormía.

Cada vez que me compartía alguna de las cosas que hizo debido a su adicción terminaba disculpándose. No ha habido una sola vez que no termine sus confesiones con un lo siento. No pienso que esté disculpándose conmigo, pero desde que soy la única que puede oírle, entiendo por qué lo hace. Con frecuencia Harry necesita que le diga que está bien.

También repite que no entiende cómo puedo seguir queriéndolo.

Es curioso cómo nos enfrascamos en ocultar partes de nosotros que solo resultan desagradables dentro de uno mismo. Pensamos "nunca nadie va a amarme si me ve de esta forma" cuando en realidad creemos "no puedo dejar que nadie me ame en lo absoluto", porque si no quiero una parte de ti, ¿no significa que no te quiero en lo absoluto?

Casi nunca aprobamos nuestra propia forma de ser.

Aunque yo no soy diferente, si acaso soy peor. Él me ha tendido sus manos como diciendo "esto es todo lo malo que he hecho. Por favor míralo para que yo no tenga que cubrirlo más". Temerosa, yo he escondido las mías detrás de mi espalda.

Lejos de disminuir, mi amor por él se hace cada vez más fuerte. Estoy segura que en la antigua Grecia, él era Eros y yo era Psique.

He intentado –y fracasado rotundamente- retratarlo con mi cámara. Es como si desapareciera tras el lente y siempre termino bajando la cámara muy rápido por miedo a que se haya ido de verdad.

—No estamos compuestos por una sola foto—le dije un día. Harry estaba sentado en el mueble de la ventana con la vista en el exterior, con sus manos sujetando sus tobillos y los hombros encorvados. Yo llevaba rato sentada en el sofá jugando con las configuraciones de mi cámara en un milésimo intento de capturar su retrato, y después simplemente mirándolo. Me encantaba verlo tan tranquilo—, ni tú ni yo.

Eso le hizo sonreír.

Ojalá supiera dibujar, porque así podría delinear en el papel la curva de su nariz y el bulto de sus labios que se fruncen cuando lo estoy viendo de perfil. Haría de su cabello garabatos de grafito, y pasaría mis dedos sobre la hoja cuando quisiera tocarlo a él. Y si supiera pintarlo, lo convertiría en acuarelas.

Bailamos, leemos, discutimos, cantamos. Hacemos exactamente lo mismo que hacíamos antes, pero ahora existe una especie de complicidad tácita. Nos perdemos en el pueblo, largas noches que parecen demasiado cortas en las que exploramos cada esquina de la plaza, los cafés, las librerías y parques. Lo que más le gusta es ir a los campos florales donde los jardineros cuidan las flores de la temporada, dice que le encanta el aroma del aire fresco y que siempre termino oliendo a tulipanes cuando regresamos a casa. Incluso asistimos a una obra escolar y la disfrutamos, sin rastros de ironía o burla latente.

A veces me duermo en el sofá y entre rastros de consciencia le escucho recitarme poesía. Con frecuencia pronuncia unos versos que debe saberse de memoria:

Somos el uno para el otro. Entonces

Ríe, entre mis brazos recostada

Porque la vida no es un párrafo

Y la muerte pienso no es un paréntesis.

No sé de quién es o si es de alguien en lo absoluto. En lo que a mí concierne bien podría ser de él de los dos de nosotros combinados como una misma persona. Su voz rasposa y a la vez suave, acunándome en sueños melancólicos; juro que le siento abrazado a mí.

—Me haces sentir afortunado—soltó de repente una tarde que intentaba preparar galletas.

Era domingo y como regla nos habíamos propuesto hacer algo nuevo. Claro que hacer galletas era una pésima idea, porque él se dedicaba a decirme que estaba haciéndolo todo mal mientras que yo ignoraba cada una de sus críticas por el simple placer de sacarlo de quicio. Al abrir horno no encontramos más que unas croquetas exclusivamente quemadas y agrietadas.

—Bueno—respondí con la vista puesta en mi desastre—, no tendrás que comer esto, así que ciertamente lo eres.

Harry rió, rodeando la encimera hasta llegar tan cerca de mí que me fue imposible seguir concentrada en el postre que había calcinado. Frente a frente, puso una mano en el mármol de la mesa y se inclinó hacia adelante, tanto que tuve el ligero impulso de echarme hacia atrás, pero no lo hice.

— Me haces sentir afortunado—repitió, está vez más lento.

Todas las luces del apartamento estaban apagadas salvo el foco amarillo de la cocina. El aire a nuestro alrededor estaba tostado y a la vez meloso, como el aroma que desprende una rosa sobre la tierra fértil después de la lluvia.

Se inclinó un poco más, y era como ese momento que viene antes de un beso. La ansiosa expectativa de anticipar lo que viene y el esperar y esperar y esperar por lo único que verdaderamente vale la pena esperar en esta vida. Un primer roce de labios que conlleva al segundo y después al tercero. Un beso, sólo eso, y después uno más. Bésame, Harry, bésame ahora mismo y acabemos con esto. Mejor aún, bésame y comencémoslo todo, crucemos esa última línea de intimidad que nos hace falta cruzar y entonces estemos juntos en serio. Fundámonos en el otro como dos partes significativas que por separado son geniales, pero unidas pueden construir algo fantástico.

Su nariz y la mía casi se rozaron.

Imagen: Chico y chica convertidos en una constelación.

Con su frente casi apoyada de la mía, suspiró.

—Lo eres—susurré—. Afortunado. Yo también lo soy.

Sonrió como quien no puede hacer nada más. Después asintió, convenciéndose—: Lo somos.

Le quiero. Me quiere.

Es suficiente para los dos.





***

NO ME MATEN, AQUÍ ESTOY:(

Mi internet no servía, pero ya está en marcha otra vez. Publicaré más seguido i swear:(

El poema al que hago mención es de E.E. Cummings, lo encontré bajo el nombre VII-208

¿Qué piensan de la relación entre Harry y Laurel? ¿les gusta?

Nos wachamos pronto xoxo

Antes de irme [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora