Imagen: cascadas caen de mis ojos.
Y no puedo dejar de llorar mientras tanteo por todas partes en busca de mi maldito celular. De todos los días que olvidé llevarlo conmigo, tenía que ser justamente hoy. Mi corazón duele y las lágrimas me nublan la vista y siento que puedo desvanecerme en cualquier momento.
Harry me sigue a todas partes y creo que está diciendo algo pero no lo escucho. Ni siquiera puedo respirar. Por fin doy con mi teléfono y con manos temblorosas regreso una de las miles de llamadas que me ha hecho Ryan.
Por favor por favor por favor por favor por favor.
—¿Laurel? Gracias a dios contestas, te he-
—¡¿Cómo está?? —lloro más fuerte y apenas se entiende lo que estoy diciendo—. Por favor dime que está bien, por favor.
—Acaba de salir de cirugía, está descansando.
—¿Está bien? —insisto—. Ryan por favor dime que está bien.
—Va a estarlo—un sollozo me atraviesa el pecho y busco los ojos de Harry, que me miran atentos y preocupados—. Calma, Laurel, respira. Va a estar bien.
Yo no dejo de llorar mientras me explica cómo un camión que se saltó una señal de stop los golpeó en una intersección. Beth iba tras el volante y se llevó lo peor, rompiéndose tres costillas, una pierna y la clavícula. Ryan dice que estuvo en estado crítico casi todo el día y no creyeron que iba a sobrevivir, pero lo hizo.
Lo hizo, está bien. O bueno, va a estarlo, pero da lo mismo porque la mera posibilidad de mejora ya es algo excelente. Está bien porque va a estar bien, es todo lo que importa ahora.
No va a dejarme.
Ryan se escucha cansado, pero se queda conmigo al teléfono durante todo el tiempo que necesito para convencerme de que ya lo peor pasó. Siempre ha sido comprensivo y paciente conmigo, incluso en mis peores momentos. Pienso que él y Beth son mis dos protectores, mis guardianes.
Y no podría perderlos a ninguno de los dos.
Antes de finalmente colgar le hago prometerme que me volverá a llamarme en cuanto Beth despierte. Evito verme en el reflejo de la pantalla bloqueada de mi teléfono porque sé que debo estar hecha un desastre. Ojos hinchados, nariz roja, cabello desordenado...
Y Harry sigue a mi lado.
Dejo escapar el resto del aire atascado en mis pulmones y por un momento nos quedamos en silencio, sólo viéndonos. He estado al teléfono durante cincuenta minutos y él se ha mantenido junto a mí, escuchando mi lado de la conversación.
Creo que si pudiera habría sostenido mi mano.
—¿Quieres sentarte? —pregunta inseguro, temiendo que empiece a llorar otra vez.
Me siento en la cama. Mi habitación no es tan grande, pero tampoco parece que faltara espacio. Creo que se debe más a mi falta de cosas que a la arquitectura del lugar, pero funciona para mí. Una cama, un armario y un escritorio que nunca uso.
Harry sigue de pie, mirando alrededor.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Hace mucho tiempo que no entraba aquí—responde y a mí me duele un poco más.
Palmeo el colchón a mi lado y él sonríe ligeramente antes de venir a sentarse justo a mí.
—Eso es lo que hago—digo. Mi voz es rasposa y baja, un tanto vacía—, primero te invito a mi habitación y después a mi cama.