No pude resistirlo y a mitad de la noche me pasé al sillón. Adormilada, ignoré las tontas preguntas de Harry y lo arrastré conmigo junto con mi cobija y la almohada.
Ahora que propiamente despierto, sus ojos verdes me miran con suavidad desde una esquina del sofá, sentado a un lado de mis pies. Me sonríe y yo me acurruco más con la cobija que me cubre hasta la barbilla.
—No me digas que has pasado toda la noche viéndome dormir—mi voz suena perezosa mientras hablo.
Harry sonríe aun más brillante—. Bueno, después de observar con detenimiento cada fotografía enmarcada en la pared—arrugo el ceño—, no me quedó otra cosa que sentarme aquí a ver todas las muecas que haces dormida.
—Yo no hago muecas.
—Lo haces—se ríe—, y no hables tan alto, que van a creer que te has vuelto loca.
Escucho ruidos provenientes de la cocina. Me estiro ruidosamente antes de levantarme y dirigirme allí, siguiendo el aroma de chocolate caliente.
—Buenos días—saludo a Ryan, que se mueve ágil entre las estufas.
— Buenos días, calabaza—me sonríe—¿Tienes hambre?
Me siento en el taburete de la mesita de desayuno y Ryan despliega un montón de fruta picada y yogurt.
—¿Has estado comiendo bien? —pregunta y yo ruedo los ojos. Ryan está muy metido en eso del estilo de vida fitness, la comida baja en grasas y los batidos orgánicos—. Por favor, no me digas que vives de comida rápida.
—No, cocino todo el tiempo—me excuso con la boca llena de fresas.
Harry se ríe—. Eso no es cierto.
Le doy una mala mirada, recostado a un lado del fregadero—. Cállate.
Ryan frunce el ceño, sorprendido.
—¿Perdón?
—Ah, ¿qué? nada—me aclaro la garganta y desvío la mirada a mi tazón de yogurt. Escucho la risita de Harry y me muerdo el labio para no reír también. Ryan sigue trabajando en lo que sea que esté cocinándose en la hornilla. La ventana sobre el lavavajillas da al patio trasero y puedo ver la nieve cayendo sobre el césped sepultado. Seguramente ha estado nevando toda la noche.
Dejo que me envuelva. El aroma dulce de la cocina, el abrazo cálido de la calefacción, la sinfonía de los sonidos que compone Ryan al batir crema con precisión de repostero...la tranquilidad que todo esto me produce.
Imagen: un hogar con la chimenea encendida.
Los pasos de Beth se escuchan cuando entra a la cocina y siento sus manos frías cubrir mis ojos. Me río.
—No tienen que hacer esto todos los años—medio me quejo, medio me emociono.
No soy fan de este día, soy fan de estos dos.
—Vale, cielo, ya puedes dejarla mirar.
Las manos tibias de mi hermana me liberan justo cuando Ryan deja sobre la mesa una torre de panqueques con una velita clavada en el centro.
—Feliz cumpleaños, hermanita mía—Beth me da un beso en la mejilla me abraza como puede los hombros.
—¡¿ESTÁS DE CUMPLEAÑOS?! —Harry grita tan fuerte que me hace saltar. Me mira con los ojos completamente abiertos y tengo que hacer un esfuerzo descomunal para no reírme.
—Espera, deja que encienda esto—Ryan busca el encendedor entre las repisas.
—POR DIOS, TU CUMPLEAÑOS ES EN LA PUÑETERA NOCHE BUENA—Harry se jala el cabello, como si estuviera desesperado.
